Capítulo 2

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Era de mañana y como costumbre, Marinette aún no despertaba para ir a la escuela.

—Marinette.— la pequeña kwami rojiza, tocó varias veces el rostro de su portadora para despertarla.— Marinette, llegarás tarde a la escuela.— lamentó, jalando ahora su cabello.

—Cinco minutos más, Tikki.— respondió en tono adormilado aún sin tomar conciencia de su alrededor.

—Eso dijiste hace media hora atrás.

La alarma del celular sonó nuevamente, haciendo saltar a la joven por la sorpresa. Marinette abrió sus ojos de golpe y tomó el aparato para ver la hora.

—¡Dios! ¡Es tardísimo, Tikki! —rápidamente se bajó de la cama buscando su respectiva ropa para vestirse.

—Ya lo sé... te hablé muchas veces.— expresó agotada, volando frente a ella y Marinette sonrió nerviosa besando su cabeza.

—Perdóname, es que estoy muy cansada.— intentaba ponerse la camiseta.

—No estarías tan cansada si no te hubieras desvelado hablando con cierto gato.— soltó la kwami entrecerrando los ojos.

—Chat Noir... — susurró la azabache recordando a su compañero y también la forma en como la consoló por lo ocurrido con sus padres.— creo que debería hacer algo para agradecerle.

—Eso lo pondría muy feliz, pero apresurate que llegarás muy atrasada.

—Lo sé, lo sé .— afirmó tropezando al intentar ponerse su zapatilla.— Auch.— sobó levemente su espalda por el golpe y la kwami soltó una risa.

—Arriba, Marinette.

—Eso dolió.

—Ya deberías estar acostumbrada.— bromeó un poco y la chica hizo un puchero.

—No es gracioso, Tikki.

—Lo siento, lo siento.— se disculpó con falsa modestia.

Cuando ya estaba lista, tomó su bolso ocultando su kwami dentro como de costumbre y bajó queriendo irse rápidamente de su hogar para evitar a sus padres a toda costa, no quería tener que discutir con ellos nuevamente, y así lo hizo, ni siquiera desayunó.

Corrió como un rayo hacia el instituto, alcanzando a llegar justo antes de que cerraran la puerta principal.

Casi sin aliento entró a su salón donde su mejor amiga Alya la esperaba sentada al lado de su asiento correspondiente.

Los ojos de la ojiceleste se posaron en los verdes del rubio que se sentaba frente a ella.

—Buenos días, Marinette.— saludó Adrien de lo más cordial con una sonrisa radiante en su rostro.

Marinette sintió que las piernas le fallaban ante tan cálido recibimiento y los nervios no tardaron ni un segundo en apoderarse de ella.

Con las mejillas pintadas de rojo y una sonrisa algo incómoda alzó la mano al rubio.

—Ho-hola A-Adrien... Buenas noches, digo... días buenos, buenos días... quiero decir.— se golpeó internamente el rostro y el joven modelo sólo sonrió en respuesta.

Alya observó la escena tomándose el puente de la nariz y negando con la cabeza. Hace mucho que ella y su mejor amiga habían practicado sobre como saludar al chico que trae la cabeza por las nubes de la Franco-China, pero aún así los nervios hablaban por ella sin remedio.

Following The HeartbeatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora