Hipo había regresado a la oficina a una junta, y yo me había quedado organizando todo lo que me había llevado, eran demasiadas cosas que tenía que organizar. Troné mi espalda y cuello para relajarme, estaba decidida a descansar un poco, ya había avanzado un con lo que él me había pedido en el trabajo, pero cada vez que veo aquel monte de papel siento que no avanzo nada.
Me levanto de aquella silla para caminar al espejo que se encontraba cerca de ella, cuando estaba embarazada de Axel me gustaba verme al espejo. Toco mi vientre con delicadeza, era lo único que me quedaba de mi esposo, habíamos pasado tantas cosas juntos...no tengo palabras para decirles lo mucho que llegue a amarlo. Era tan dulce, jamás perdió el toque romántico, no había mes que no me regalara flores. Cielos, sus ojos me encantaban aún más. Espero que esta nena salga igual a él. Aprieto mis labios y mi mirada se posa en aquella puerta me voy acercando poco a poco sin hacer ruido me asomo y efectivamente estaba "sola" mi hijo descansaba ligeramente en la cama, también había tenido un día agotador.
Salgo de la habitación para hecharle un vistazo a la casa, era muy hermosa y grande, su jardín era hermoso. Era demasiado cálida Gracias a las enormes ventanas que poseía, previa salir de un cuento de hadas. Ya sé, exagero, pero, es hermosa...y muy costosa, jamás podría darme el lujo de pagar algo así, tal vez si no tuviera a mi hijo, soñaría con tener algo así, pero las cosas son diferentes ahora. De la recámara de Hipo sale chimuelo con mucho periódico en su osico. Fruncí el ceño y caminó hasta su recámara. La puerta estaba entre abierta.
—No—negué, no podía entrar a su cuarto, su sitio personal, además, no tendría que extrañarme nada. Me alejé poco a poco de aquella habitación para seguir observando el lugar. No era muy grande, pero tampoco tan pequeña, era perfecta para él y si algún día lo desea para una familia. Ya no me incomoda pensar que Hipo necesita o tiene a otra mujer, yo hice mi vida y él tiene que hacer la suya, pero lo que me pone a pensar un poco y lo que aún me sigue causando escalofríos es...aquellos recuerdos de dolor. No puedo creer que haya cambiado para ser sincera, me sorprende demasiado.
Entre a la cocina por un poco de agua, me había dado un poco de sed así que empecé a buscar poco a
Poco.—Están arriba en el segundo gabinete—brincó del
Susto y el se acerca para poder darme el vaso para el agua— no quería espantarte, lo siento—va por
Su jarra para poder servirme—si vas a quedarte aquí, por un tiempo necesitas saber dónde está cada cosa en mi casa—expresa para después darme el vaso con agua.—Le he dado un pequeño vistazo, es hermosa, perfecta para...—me interrumpe.
—Tener una familia—se recarga de aquella barra que tenía para desayunos, cruza los brazos pero no deja de mirarme—lo sé, simplemente aún no...llega la indicada—. Aprieto mis labios sin saber qué decir a ese comentario y decido darle un trago a mi vaso.—¿Cuéntame más?—lo miro sin dejar de beber—de cómo conociste a tu esposo—me atraganto un poco, no me lo esperaba.
—Pues...—camino para poder estar junto a él y recargarme pero él pone una silla para que me sentara.
—El doc dijo que no hicieras muchos esfuerzos y estar de pie es uno de ellos—me sonrojo un poco por aquel acto pero no me niego a sentarme.
— Pues yo cuando fui a California con mi tía, tenía pensado no quedarme y volver para pedir mi cambio de preparatoria y estar lejos de ti, pero las cosas jamás salen como las planeas—empecé a contar—habíamos ido a la playa y yo escuche los mensajes de voz que me habías enviado, no todos claro, pero si los primeros, me enojé tanto contigo que aventé mi teléfono al mar, ya no quería saber nada de ti, pero mi mente hizo que te viera a unos metros de mi, estiraste tu mano y empecé a caminar hasta que el agua se encontraba por encima de mi. No sentí que me faltara el oxígeno hasta que sentí como jalaban de mi cintura para sacarme, no sé cuánto tiempo dure ahí abajo, pero al parecer fueron varios minutos. Es ahí donde conocí a mi esposo empezamos a coincidir en algunos lugares y poco a poco fue como empezamos a salir, cada vez que me tocaba lo hacía con tanta delicadeza como si fuera de cristal. Le conté lo que había vivido contigo y prometió jamás hacerme lo mismo, cada vez que peleábamos él arreglaba todo con una cena que él mismo preparaba, ponía velas, música romántica, compraba flores y solucionaba todo, jamás me puso una mano enzima y todo lo que hizo por hacernos feliz, me hizo amarlo por completo—. Alce mi mirada, se encontraba muy serio, como si hubiera visto un fantasma, me levante y deje el vaso de agua en aquel estante donde se recargaba.
—Lo siento mucho, que falleciera en un accidente—murmuró y aprieto mis labios.
—También yo—una lágrima cae por mi mejilla y él me abraza para poder consolarme, no quería que lo hiciera, no quería que alguien más me tuviera lastima por lo sucedido. Estaba cansada de que eso pasara cada vez que decía que había muerto, para mi no lo estaba, simplemente seguía conmigo a través de mis dos hijos y de sus recuerdos.
—Tengo que ir por unas cosas del trabajo, pero volveré después —expresa separándose poco a poco. No digo nada y dejo que se marche.