Un llamado no escuchado

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Yo no inventé Yu-Gi-Oh! ni sus respectivos personajes

El calor que impedía pensar, el dolor que hacía llorar; ardor, que volvía inmóvil, paralitico y sordo ante el grito de la reacción. Los oídos vibraban, un pitido era lo único que entraba en ellos, un gemido ahogado de dolor, párpados profundamente apretados mientras los puños cerrados fuertemente absorbían todo dolor posible. Aunque era un esfuerzo en vano.

Rebotaba el sonido del arma capaz de romper una piedra. No había más que confusión, angustia y furia cada vez que tal chasquido aparecía cuando desgarraba la piel. La columna se encorvaba ante el impacto, las manos temblaban de tanto de aguantar. La palabra 'basta' salía vagamente de los labios, cuando las uñas apretaban su palma, intentando ignorar el áspero encuentro entre el cuero y el tejido que cubría el cuerpo. Otro vago intento, ¿Cuándo se detendrá? Era la pregunta que volaba por la mente distraída.

El suelo estaba frío, duro y reconfortante, sostenerse a algo, arañar algo, era lo que podía pedir; un sentimiento de claustrofobia, sin embargo, era inevitable. Inundado en lágrimas detenidas junto con un grito que no escapaba de su garganta. Los dientes se mantenían tan apretados que parecía que iban a romperse en cualquier momento.

Oscuro, todo a su alrededor estaba oscuro, era en lo que pensaba mientras se encontraba con el dolor. Lágrimas ajenas llegaban a lo más profundo de su corazón, causándole rabia e impotencia. ¿No se podía hacer más que soportar? No había salida, no había ventanas, no había luz llamada esperanza. Sólo tristeza.
~×~
- ¿Qué te parece? ¿A que no me veo como una persona diferente? - Preguntó el chico de cabello tricolor a su hermano mellizo, con una sonrisa de oreja a oreja mientras lucía sus anteojos exageradamente gruesos acompañado con un bigote falso.

El hermano rió levemente. - Tú siempre te ves igual, tendrías que esforzarte mucho para fingir ser otra persona, hermano Atem. - Dijo sin perder oportunidad para apoyar su dedo índice firmemente sobre su pecho, como si fuera una madre retando a su hijo.

- Pongo una mejor cara de póker que tú, Yuugi. - A pesar de la voz segura y fuerte que Atem llevaba a diferencia de su hermano Yuugi, era normal escuchar un tono de broma cuando estaba tratando con su mellizo.

- No se trata de poner cara de póker, Atem. - El abuelo de los mellizos se metió en la discusión, pero luego de unos segundos de silencio, decidió añadir: - Aunque, aun así, ambos se verían mejor en un circo. - Ante tal comentario del anciano, los mellizos se miraron confundidos.

- ¿Es por el cabello? - Dijo Yuugi, los hermanos conocían los juegos de su abuelo, quien también se la pasaba bromeando con ellos. El cabello y la ropa era lo que más señalaba.

El abuelo apoyó su mentón en la palma de su mano. - Podrían hacer trucos. De hecho, quiero que hagan magia para mí. - Por más burlón que sonaba el anciano, se mantenía esperando a que los jóvenes hicieran algo. Los mellizos aun no comprendían las intenciones de su abuelo.

- ¿Y podríamos hacer...? - Preguntaba Atem mientras alzaba una de sus cejas, esperando a que su abuelo les diera una pista de lo que quería.

El anciano comenzó a reír. - ¡Buena pregunta! - Exclamó aplaudiendo. - Podrían hacer desaparecer todo este desastre. - Alzó sus brazos para señalar su alrededor.

Atem y Yuugi eran dos jóvenes de 17 años que ayudaban a su abuelo a trabajar en la tienda de juegos, sin embargo, ambos estaban desesperados por encontrar un trabajo más adecuado que pudiera ofrecerles cierta cantidad de dinero que hiciera posible el mantenerse en el día a día. Estuvieron toda la mañana buscando posibilidades dentro de la tienda, que no se dieron cuenta que habían hecho un gran desorden en el lugar, el cual ahora debían limpiar.

Lamentos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora