Obedecer, vigilar y soportar

605 47 224
                                    

Yo no inventé YGO, ni sus respectivos personajes

El lugar se sentía fresco con una fragancia frutal, un aroma a cereza; para ser específicos. En definitiva, era una mansión. Amplia, limpia y vigilada. Sin embargo, no se veía a ninguna persona trabajando, estaba vacío excepto por él, su nuevo jefe y los guardias que los acompañaban.

Era como su primer día en la mansión Kaiba.

—¿Y bien? ¿Qué tengo que hacer? ¿Limpiar? ¿Lustrar? — Atem preguntaba con un tono burlón, mostrando lo acostumbrado que estaba a recibir órdenes de ese tipo, aun así, Pegasus se notaba sereno.

El joven de cabello tricolor había sido llevado a la mansión de Pegasus en cuanto Seto firmó el contrato, llegaron tarde en la noche y por ese motivo, lo enviaron a dormir para que a la mañana siguiente se preparara psicológicamente para lo que tuviera que hacer. Según el contrato, debía aguantar al hombre de cabellos plateados y tono de voz peculiar por tres días.

Atem sabía que por más que su nuevo jefe se mostrara calmado, había una pizca de rencor adentro suyo al haber sido derrotado por un simple sirviente. —Pues, que sepa que no soy un cualquiera. — Se dijo en su cabeza.

Estaba preparado para la primera tortura, después de todo, nada superaría a su primer día trabajando para Kaiba. Recordando esos días, por su cabeza volaba su familia: Yuugi y su abuelo.

No le había dicho nada a su hermano de su ausencia, ahora tanto el abuelo como Yuugi no sabían nada de él. Podría aparecer muerto en cualquier momento. ¿Estaba arrepentido de haber cerrado la boca? No, por supuesto que no. Sabía que Yuugi no estaría de acuerdo con su entrega, después de todo, no lo hizo con la excusa de que así recibirían la libertad, sino con liberar a alguien más. Un niño que no conocía pero que, en cierta forma, le tenía lastima y afecto.

Otra duda que se le aparecía cuando estaba en silencio absoluto era, ¿lo hacía sólo por Mokuba? ¿O también se había sacrificado para darle la única felicidad a Seto?

Quería reír ante ese pensamiento, era patético, una estupidez sin sentido. ¿Por qué haría algo así por su torturador? Está bien que Seto resultó ser una persona diferente, pero eso no significaba que no lo haya perdonado, que tal vez sí el sufrimiento permanecía, no dudaría de nuevo en clavarle un cuchillo.

Y al mismo tiempo, esperaba que él fuera feliz con su hermano a su lado.

—Tus tareas serán muy diferentes aquí, Atem-boy. — Pegasus interrumpió sus pensamientos con ese patético apodo que había comenzado a utilizar. El hombre definitivamente no era japonés, cada tanto usaba palabras en inglés mientras hablaba, lo que resultaba inquietante.

—Sorpréndeme. —Atem lo desafió con toda la impaciencia que podía sentir.

Al poco rato que dijo eso, el hombre de cabellos plateados detiene sus pasos, provocando que Atem hiciera lo mismo. Encontrándose ahora frente a una puerta de metal que los guardias abren sin vacilar, revelando un escenario esplendido ante los ojos del nuevo sirviente.

Parecía un laboratorio, era una habitación muy amplia, una parte de ella estaba separada por un mural de vidrio; allí había nada más que suelo, techo y pared, en cambio en la parte donde Pegasus y Atem estaban posicionados, había maquinas con diversos botones.

Pegasus miró de reojo a Atem, quien estaba boquiabierto, y sonrió levemente. –Veo que lo conseguí. —Masculló, llamando la atención de su pequeño sirviente.

Sin duda, Atem estaba sorprendido, no sabía qué pensar con respecto a lo que estaba viendo. Ni siquiera debería sentirse fascinado, pues el ruido de las computadoras funcionando sólo le hacían pensar en una sola cosa. Un experimento.

Lamentos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora