Tentaciones Insoportables

599 48 241
                                    


Yo no inventé YGO ni sus respectivos personajes

El ardiente dolor de los músculos entumeciéndose debido a la presión ejercida por las descargas eléctricas era la diaria tortura que el joven recibía, con sus ojos apuntando al reloj, viendo como las manitas se movían lentamente, haciendo que su respiración se retuviera en su garganta, con las quejas constantes que se guardaba para obedecer completamente a su jefe, que sus órdenes se tornaban cada vez más y más pesadas.

La bipolaridad de este era desesperante, le gritaba al muchacho cuando este no había hecho absolutamente nada, solamente lo que se le había pedido.

A veces, el joven deseaba terminar con estos tres días, pero sabiendo esto, tendría que toparse con una nueva locura, que lo llegaría a marear terriblemente como lo lograría una montaña rusa. Sin duda, estaba contra la espada y la pared.

Los únicos días que podían llamarse tranquilos, eran los sábados y domingos. A pesar de que sabía que la razón era que el jefe que le tocaba esos días no era un desquiciado, bipolar o torturador. Sí pensaba en su hermano, se desmotivaría. Sólo saber que Yuugi no le hablaría, o le sonreiría como solía hacer para recibirlo, le daban ganas de morirse. En cambio, pensaba en Seto Kaiba, aquel castaño de ojos azules con la respiración calmada cuando dormía, pareciendo un niño pequeño que soñaba con un jardín lleno de flores. Era la imagen que había creado de él con simplemente haber visto su figura inconsciente, ya que se veía como una persona totalmente distinta.

Quería sacudir su cabeza para quitar esas ideas de las pocas que le quedaban y lo mantenían cuerdo, aun así, eran las que lo mantenían distraído del dolor y la presión. Seto Kaiba era como un rompecabezas difícil de armar, poco a poco iba uniendo las piezas para descubrir su persona, resultaba un juego interesante, no es que se sentía interesado por el ojiazul, sino su vida personal y su forma de manejarla, Atem lo miraba con curiosidad, como si fuera un mito por descubrir.

What are you thinking!?— La voz aguda y con leves gruñidos invadía los oídos del muchacho que se encontraba en el mundo virtual, en un duelo con espadas virtual. Pegasus pareció haber gritado impulsivamente, pues siempre que utilizaba otro idioma para dirigirse a su sirviente, era por su descontrol emocional. Atem, por supuesto, vagamente comprendía lo que decía, aunque poco a poco iba aprendiendo el idioma.

Pegasus al parecer le había gritado debido a que estaba cavilando demasiado, se distrajo por culpa de la imagen de aquel castaño de ojos azules, provocó que el joven sea atacado directamente sintiendo agudamente la punta de la espada que le hizo recibir un choque eléctrico mucho más doloroso que las otras veces.

Un cartel con una campana sonando dolorosamente aparece frente a él, indicándole que había perdido. Recibió otra fuerte carga eléctrica que le hizo sentir como su corazón se escapaba de su pecho, y su lengua escapaba de su boca al gritar fuertemente hasta quedarse sin voz.

Nunca había perdido, jamás había sentido la derrota golpearlo con tanto impacto. Admitía que era la primera vez que se distraía de esta manera, no habría perdón por quedarse perdido en sus extraños pensamientos, esos que involucraban a Seto Kaiba.

Cerrando sus ojos, quedando inconsciente a causa del fuerte dolor, parpadeó para revelar el escenario que tenía desde el principio, antes de encontrarse en aquel ambiente preparado para que peleara con la espada en mano. Todo había desaparecido, las espadas, su oponente; ahora sólo estaba en una aburrida sala de pruebas, esperando que su jefe aparezca furioso frente a él.

Así fue, Pegasus se mostraba cada vez más molesto ante el joven de ojos amatistas, aun cuando le confiaba demasiadas cosas. A veces simplemente lo llamaba a su despacho para que se sentara a oír un discurso largo acerca de cómo sus empleados eran unos inútiles y en toda su infancia había sido un pequeño soñador que hasta ahora seguía luchando por conseguir lo que deseaba sin detenerse a escuchar sobre las opiniones de los demás.

Lamentos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora