Capítulo 9

279 21 0
                                    

-Quiero lo mismo que tú.

Marcos me miró esperando que dijese algo más, pero no lo hice.

-¿Ya está? ¿Eso es todo?
-Si, ya está.
-¿Sin dudas, sin condiciones?
-No es una condición, pero hay una cosa que quiero pedirte. Sabes que llegar hasta aquí contigo para mí ha sido un proceso largo, aún estoy en ello y no puedo prometerte que vaya a ser perfecto, cometeremos errores, y necesitaré que tengas paciencia conmigo algunas veces, sé que ya has tenido mucha, solo te pido que no la pierdas.
-No lo haré.
-Y sé que necesitas escucharlo, así que quiero añadir una cosa más, confío en ti y por mi parte, prometo hacer lo posible porque esto salga bien.
-Es más que suficiente para mí.

Marcos se inclinó para besarme, me abrazó como si fuera la primera vez que lo hacía y sentí que entre sus brazos estaba en el lugar más seguro del mundo.

-¿Sabes que mi padre me amenazó la otra noche?

No pude evitar reir mientras asentía.

-Te lo ha contado ¿verdad? Me dijo que había hablado contigo, así que ahora tengo doble presión, no puedo decepcionarte a ti ni tampoco a él, le hice una promesa y si no la cumplo va a matarme. Empiezo a pensar que te quiere más que a mí.

Cuando terminamos de tomar el café nos trasladamos al salón.
Marcos cogió el portátil para enseñarme unas cuantas academias que había visitado con Alberto, nos descalzamos y nos sentamos en el sofá y así pasamos un buen rato entretenidos, conversando sobre las oposiciones para la policía.
Estábamos a finales de febrero y en octubre tenía la primera oportunidad de presentarse a las pruebas, aún le quedaban 8 meses pero sabía que sería duro y tenía que empezar cuanto antes para poder prepararse a fondo.

Por cierto- dijo- escuché esta mañana las canciones del mp3 y me sorprendió la de Fito.
-Esa no la escuchaste conmigo, lo hice sola después de aquel beso que me obligaste a pedirte.
-¡No te obligué! Ya sabes por qué lo hice. Y ha funcionado- dijo con burla.
-Lo hiciste porque te gusta tener el control, pero no te equivoques conmigo, no siempre soy tan buena ni tan sumisa como parezco, hay muchas versiones de mí que aún no conoces.
-Estoy deseando hacerlo.

Un comentario aparentemente inocente nos bastó para iniciar un juego que mantuvimos toda la tarde, y los dos sabíamos cuál era la única forma de terminarlo.
Al principio no eran cosas muy evidentes, gestos, algún roce, miradas, estaba claro que algo estaba pasando entre nosotros y poco a poco nuestras palabras se llenaron de dobles intenciones y de provocaciones cada vez más directas.

-Eso no estaba ahí la última vez que estuve en tu casa- dijo señalando una figura de cerámica que había junto al tocadiscos- ¿Qué es?
-Es Afrodita, bueno, o al menos mi versión de ella.

Se levantó para observar aquella figura.

-¿Esto lo has hecho tu?- dijo sorprendido.
-Si, se me dan bien los trabajos manuales.

Marcos me miró de reojo y vi como sonreía con cierta picardía.

-Me refiero a que me gustan las manualidades- dije intentando aclarar aquel comentario- cuando tengo tiempo a veces me entretengo modelando esas figuritas.

Decidió poner el tocadiscos y escuchar algunos de los vinilos que mi madre me había regalado.
Muchos de ellos eran antiguos, algunos grupos ni siquiera los conocíamos, pero otros seguían estando de actualidad.
En aquella pequeña colección había discos de Queen, Los Ramones, Nino bravo, Rubén Blades, Jeannete o Paco de Lucía.

-Tu madre tenía un gusto muy variado.
-Si, supongo que en eso nos parecemos. Si miras mis discos, puedes encontrar desde Michael Bublé hasta Chris Brown pasando por Bon Jovi, La Oreja de Van Gogh, Lady Gaga, Mark Anthony o Eminem.
-¿Sabes una cosa? Yo también tengo una canción que me hace pensar en ti, aunque no sé si quiero que la escuches.
-Yo te he dejado mirar todos mis discos, conoces muchas de mis canciones favoritas y llevas en tu mp3 todas las que me recuerdan a ti, para mí eso es casi como dejarte leer mi diario, tú deberías compartirlo también conmigo. Si te da vergüenza puedo girarme mientras la escuchamos- dije riendo.
-Yo no tengo vergüenza.
-¡Oh, no hace falta que lo jures!

Marcos y LucíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora