Capítulo 2

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Cuando llegué al bar Vicente también estaba allí, Marcos salió de la barra para sentarse conmigo en una de las mesas y estuvimos charlando durante casi dos horas.

-Me encantaría seguir hablando pero son más de las 10, debería irme a casa. Tengo que llegar, ducharme, cenar... se me va a hacer muy tarde y mañana madrugo.
-Puedo llevarte si quieres, tengo el coche en la puerta- dijo.
-No, gracias de verdad, no es necesario.
-Bueno, pues deja que al menos te acompañe hasta la parada.
-Está bien, aunque no voy a perderme, solo tengo que cruzar la calle.

Faltaban cinco minutos para que llegase el autobús y le dije que no hacía falta que se quedase a esperar.

-No me importa hacerlo, me gusta estar contigo.

Ya existía cierta confianza entre nosotros, pero a veces, cuando hacía esa clase de comentarios, yo seguía poniéndome nerviosa.

-Deberíamos quedar más veces, al menos mientras tengas el libro, recuerda que el final tenemos que leerlo juntos.
-Leeré un poquito más y cuando avance, si quieres puedo pasarme otra tarde que estés en el bar.
-Trato hecho ¡pero no me hagas esperar mucho!- dijo guiñando un ojo mientras yo subía al autobús.

Se quedó allí parado, con las manos metidas en los bolsillos, sonriendo y mirándome mientras yo me alejaba.
Suspiré hondo y cerré los ojos unos segundos intentando retener en mi memoria aquella sonrisa, su mirada y sus palabras.
Unos días después casi había llegado a la parte final del libro, y antes de terminarlo volvimos a quedar otra tarde, de nuevo charlamos durante un par de horas y de nuevo me acompañó a la parada del autobús.

-¿Quieres que quedemos mañana y terminamos de leerlo?- preguntó.
-Mañana es viernes.
-Claro, tendrás planes, otro día entonces.
-En realidad no, los viernes no suelo salir, creí que el que tendrías planes serías tú.
-Pues tampoco los tengo, normalmente solo salgo los sábados con Alberto y además este fin de semana no está así que estoy libre.
-Vale, pues entonces mañana nos vemos.
-A mediodía no estaré, mañana salgo un poco más tarde de trabajar, pero te espero a las 8.

Vi el autobús entrando en la avenida, estaba a solo unos metros de la parada cuando Marcos se acercó a mí, puso su mano en mi cintura y me dio un beso en la mejilla.

-Buenas noches Lucía.

Me sorprendió aquel beso y él lo notó en mi cara.

-Perdona, no quería incomodarte.
-No ¡no lo has hecho! Es solo que no me lo esperaba.
-Lo siento, igual me he tomado demasiadas confianzas.
-Tranquilo, de verdad que no pasa nada.

No sé de dónde saqué el valor ni el atrevimiento, mi timidez a veces resultaba extrema y me impedía actuar con naturalidad, pero en un intento de demostrarle que realmente no me lo había tomado a mal, me acerqué a él y le devolví ese beso en la mejilla.

-Buenas noches Marcos.

Subí rápido al autobús y le ví mirándome con la cabeza ligeramente inclinada y con esa sonrisa de medio lado que me parecía tan sexy.
Podía intuir que a él también le había sorprendido, no es que nos conociésemos demasiado aún, pero Marcos sabía perfectamente que yo era tímida y si yo no esperaba aquel beso que me dio, él mucho menos.
Esa noche me costó dormir.
Rememoré una y mil veces aquel momento, y se me erizaba la piel al recordar lo que sentí cuando puso su mano en mi cintura.
Un simple roce había provocado en mí algo que no sentía desde hacía mucho tiempo.
Fue un gesto natural, y sabía que era algo a lo que no debía darle tanta importancia, pero no podía olvidarlo sin más, era evidente que me sentía atraída por él.
Su físico, su sonrisa, su mirada, esa pose un puntito chulesca y su actitud siempre tan despreocupada, cumplía a la perfección con el cliché de chico guapo y aparentemente rebelde del que todas se enamoran en las películas.
Pero Marcos no era un chico malo y no solo era una cuestión física, él me contagiaba un poco de esa confianza en sí mismo y de su alegría, me aportaba seguridad e incluso me hacía ser un poquito más valiente.
Siempre había sentido que mi vida estaba incompleta, y sabía que era muy pronto, pero empezaba a ver a Marcos como esa mitad que me faltaba.
Y para alguien como yo, eso era peligroso.
Dejarme llevar en exceso por esa parte soñadora, romántica e idealista, no me había resultado bien en el pasado y corría el riesgo de repetir errores, pero no podía evitarlo.
Marcos tenía algo que me atraía irremediablemente hacia él.

Marcos y LucíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora