Capítulo 17

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Pasé esa noche llorando y todas las noches siguientes durante mucho tiempo.

Era consciente de que fuimos nosotros quienes decidimos separarnos, y lo hicimos con la mayor serenidad de la que fuimos capaces, pero eso no hacía que doliera menos, seguía resultándome difícil continuar mi vida sin él.

Me refugié en el trabajo, en pasar tiempo con las chicas, y por supuesto con Eva, que dio a luz a principios de enero, y tuvo una niña preciosa a la que llamó Ariadna.

Ella fue quien contó a mis padres que había abierto una tienda y unos meses después recibí la visita de mi padre y mi hermano, que quisieron interesarse por saber cómo me iba.

No fue un encuentro emotivo, nunca tuvimos ese tipo de relación, pero al menos hubo un acercamiento, y no fue la última vez que lo hicieron, sus visitas se repitieron en varias ocasiones, aunque siempre venían ellos dos solos, mi madre nunca los acompañó.

Con la tienda no podía permitirme cerrar muchos días por vacaciones, pero aproveché unos días de puente en verano para ir a Avilés y pasar algo de tiempo con Eva y Ariadna, volví a verlas en Navidad, cuando vinieron a visitar a toda la familia y también recuperé la cena navideña por mi cumpleaños, las chicas insistieron en que debía hacerlo y esa noche la dedicamos a organizar planes para el verano siguiente.

Marta se iba a vivir a Madrid, ella había estudiado comunicación y desde que terminó la carrera, trabajaba para una agencia, pero siempre con contratos temporales.

Su empresa le ofreció un puesto fijo en una de las oficinas que tenían en la capital, en unos meses quedaría una vacante libre por jubilación, tendría un contrato estable y muy buenas condiciones económicas, así que decidimos que ese verano volveríamos a organizar un viaje para pasar unos días juntas antes de su marcha.

Ya había pasado un año, supe muy poco de Marcos en ese tiempo.

En febrero ingresó en la academia de policía y meses después, cuando terminó, le destinaron a Madrid.

Rocío me contó que venía algunos fines de semana, pero nunca coincidí con él, la mayor parte del tiempo lo pasaba en la parcela, yo cambié mi ruta de ida y vuelta al trabajo, pasaba poco por el bar y si lo hacía, nunca era en fin de semana.

Supongo que los dos aprendimos a evitarnos, pensando que así sería más fácil continuar con nuestra vida.

Llegado el verano decidimos regresar a Ribadeo, a la misma casa de los tíos de Elena en la que estuvimos unos años atrás.

Muchas veces cuando estaba sola y pensaba en Marcos seguía sintiéndome triste, pero al volver a entrar en esa casa, sonreí recordando los días tan especiales que pasamos juntos.

Eso era lo que me quedaba, alimentarme de los buenos recuerdos que guardaba de Marcos en mi memoria.

Si cerraba los ojos, aún me parecía verle allí en la terraza, apoyado en el pasamanos y mirando al mar, aunque esta vez la luna parecía más pequeña, menos brillante y ya no sonaban canciones en mi cabeza.

La primera noche que salimos a cenar con los primos de Elena, me quedé un rato charlando con Carlos en el porche.

-Te noto aún más triste que la última vez que nos vimos. ¿Tiene algo que ver el chico del bar?

-Ya hace un año y medio que no estamos juntos, pero hay sentimientos de los que cuesta un poquito más desprenderse.

-Yo también lo dejé con mi novia hace unos meses. Así es el destino. ¿Conoces esa historia del hilo rojo?

-Creía en ella hasta que lo dejé con Marcos, ahora ya no sé si es cierta.

-Puede que él no fuera la persona que estaba al otro extremo de tu hilo.

Marcos y LucíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora