Me he intoxicado por quinta vez. No estoy seguro de si esta será la última, pero es bastante probable que mañana inicie mi propia expiación. La saga desleal de una ciencia imparable contra la cruda inmersión de un solo sujeto. La muestra inenarrable del placer abrazando con furor el cordón de un infante.
A veces, me he quedado varado en la cama, embriagado en el dejo del opio y tu recuerdo, tratando de remediar la conexión de la cabeza con los pies. Si un solo hombre intenta reconstruir, con base en sus formas y maneras, el cuerpo de una mujer ─sin la colaboración de algún fármaco divino─, caerá derretido por el paso de los abismos, el fracaso de las voces y por las arrebatadoras miradas de confusión.
Bajo el roce opiáceo… no sucede eso.
Aunado a ello; el intento de encontrar, en las tinieblas escurridizas de la mente, un dejo de ti, ha de ser siempre considerado un acto de proeza para el hombre cuya voz se ha destronado con los años, cuyos cabellos ahora se empapan con nieve de los ayeres y en cuya espalda se elonga una hilera de huesos que se desgastan con cada roce. Hay que entender, por supuesto, que esto no es un impedimento de causas mayores para salir a buscarte en cada rincón de la hostil pradera; pero, puede ser, que en el intento o en la senda del reencuentro con tu voz… se decaiga mi espíritu y las piernas me terminen pesando.
Muchas ocasiones, he tenido que buscar entre los cestos de basura y los andamios del desnivel; jeringas y remedios, caricias de paredes, rastros de sudor, ecos de vida y vapor, restos de una nueva razón para lanzarme al vacío, sin miedos, sin consideración de retornos, sin la expectativa de que estarás ahí.
Lo fantástico que podría ser flotar en el aire con la colaboración estelar de los serafines y arcángeles; o de los súcubos y Lucifer. Y sin la necesidad de esta culpa.
A menudo, la ciencia ha tratado de corromper estos preceptos con tintes burdos que solo llenan de misterio y miedo al cúmulo de estrellatos y seres. Impuro el “homme” que se mantiene fijo a la tierra. Qué inútil no despegar.
El opio lo permite.
La ciencia y sus delirios corren entrelazados con paradigmas hirientes, cabezas rotas, cuerpos implosionados y marcos gravitatorios deformados. El opio no otorga eso: le concede origen y forma al anagrama de Dios. Te renueva de la constante evisceración de vida; deja que fluya, pasajera, la sangre por todo el cuerpo y que se llene de un éxtasis mayor que ciertos placeres ocultos debajo de un puente, o de ciertas escapatorias silentes a los cuartos de hotel. Te sumerge en una lucha irreverente entre la fisiología patética y el romanticismo inmediato; la muestra leve del amor contra los gusanos de tu cráneo por debajo de mi piel.
Cinco, nueve, doce, veinte, cincuenta fantasmas y contando. La injusticia de una mirada contra la lucha del ser.
A veces, tengo que confesarlo; pero el opio me hace imbatible. Corro por las calles, que huelen a lavanda y rebotan con los reflejos del jazmín. Corro por la tierra y nada de mí se opone; pues ya estoy sucio. Las raíces, crecientes, alrededor de mis piernas, me atan al jardín de sueños que nace en frente de la nada. Un borde de luz cobija mis ojos y me aniquila en el florecimiento mágico. La fotosíntesis se ha detenido. La ciencia nos ha corrompido con todo y sus formas pues el opio se ha despojado del cuerpo, sin más.
Contracciones involuntarias y golpes sumisos. Gajos de acero rechinando en la boca. Espectros de sol alrededor de la vista nublada. Y una taza de café para la amargura, para insertar el destello feroz de la respiración.
El tinte de lo grotesco y la estupidez me hacen encontrarte en la desintoxicación mórbida y abatidora:
La noche está llena de silencio y de muerte.
Mi corazón tiene manchas. El tuyo, no.Me otorgas el espectáculo de saberte viva,
de notar tu existencia en el humo
del aire.A tu lado, el mal no existe.
Me ofreces ese destello natural y eléctrico
en donde tu cuerpo imita las formas y sabores
del opio.Quisiera preocuparme por no escribir bien o mal;
pero la gravedad de las ideas me desborda,
el frenetismo se opone a la sangre
y, mi cabeza, a la falta de razón.Necesito anestesiarme o besarte.
Lo que suceda primero.----------------
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Fármaco/Erotismo
PoetryBla, bla, bla y palabrería. La persona detrás de esta página no es más que un "cuenta cosas baratas". No hay sesgos ni persuasiones, solo eventos sinceros que quisieron ser retratados porque sí. Una pequeña aventura, el diario virtual de las notas s...