La ocasión que te salvé.

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Esta primitiva soledad nos aprisiona bajo la tormenta de luces neón de la ciudad. Se hallan nuestras miradas regadas entre la multitud. Solo nos separa una avenida, treinta pasos, veinticuatro personas, dos latidos. La vaguedad del recuerdo se entromete con sosiego bajo los ojos. Podemos sentir que nos tenemos pero estamos lejos el uno del otro. Mientras tanto, he decidido regresar sobre mis pasos.

Sé que vas a correr tras de mí pero no voltearé. Me iré. Caminaré e iré escapando. Correrás pero no me alcanzarás;  mi silueta se perderá entre la lluvia que irradia, como cortina y velo, estos callejones. Las luces, magnas, han de cegarte. Los treinta pasos ahora son kilómetros. Los latidos  son suspiros y el recuerdo es ahora miedo.

Mientras tanto, me he vuelto odio. Nunca antes la ciudad se había sentido tan grande para los dos. Nunca antes me había atrevido a amarte tanto como cuando decidí correr para salvarte de mí.

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