Capítulo 8.

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—¿Lo lleváis todo?—pregunta mi madre colgandole a mi hermano una pequeña bolsa a su hombro.—La crema, las toallas...

—Sí, —le intento contar— lo llevamos todo.

—No se preocupe Katherine, lo hemos revisado unas seis veces-dice Paula detrás de mi.

Mi madre asiente vencida.

—Está bien—sonríe— Lara, no olvides que para las seis y media tienes que estar en casa con tu hermano por...

—Por la cena en el hotel con vuestros jefes... Lo sé mamá, no te preocupes.

—Bueno, —se acerca a mi y coge un mechón de mi pelo castaño para ponermelo por encima del hombro.—me alegro de que ya salgas a sitios con más gente...

—¡Mamá!—le digo frunciendo el ceño—Eso ya ha pasado, ya te lo he dicho, no quiero que le des más vueltas, fin.

Paula y mi hermano salen por la puerta y me imagino, que se dirigen hacia la boca del metro.

—Es que... —la cara de mi madre se entristece— No me acostumbro a que salgas, a tenerte en casa como antes y que todo esté tan diferente.—sonríe con una lágrima amenazando salir.

Me acerco a ella y le abrazo fuertemente mientras sonrío para mí misma.

—Es genial que estés tan bien. Es para mejor—sigue hablando a la vez que se separa de mí y se limpia la lágrima que acababa de salir.—Que tonta soy, perdóname.-dice riendo.

—Son lágrimas de felicidad, las lágrimas más sinceras que pueden existir.—le digo una cita que recuerdo haber leído en alguna calle de Londres.

Ella asiente y esboza una preciosa sonrisa.

—Anda, vete. Que te estarán esperando. —se acerca a la puerta y la abre más de lo que ya estaba.— Y no olvides la hora, por favor.

Niego mientras salgo de casa, después de darle un beso en la mejilla.

La cena de esta noche era importante para ellos. Les presentarían en su nuevo puesto de trabajo. Iríamos a un hotel muy pijo, como todos los de su compañía y veríamos a miles de gente importante por allí.

Alcanzo a mi hermano y a Paula justo cuando se disponen a bajar las mismas escaleras, donde la noche anterior, estaba Raúl sentado. Bajamos por ellas y pasamos las barreras justo cuando el tren se disponía a salir.

La playa estaba a diez minutos de mi piso, y eso, con la calor y con toda la gente que íbamos allí subidos, era de agradecer. Paula y mi hermano salieron por una de las puertas y yo por otra, empujada por la gente. Al salir de allí, me esperaban.

—He visto a Lucifer allí dentro.—les digo cuando al fin llego a su lado.

Ambos sueltan una carcajada.

—Oh, que felicidad lleváis. —suena una voz detrás de mí que hace que me gire.

Raúl, con unas gafas de sol oscuras al estilo Ray-Ban, y con la camiseta y la toalla en su hombro izquierdo.

—¡Hola Raúl!—salta mi hermano con aún la risita en la boca.

—¡Hola, tío!—levanta la palma de la mano para chocarla con mi hermano.

Después me mira a mi y me dedica una sonrisa preciosa, como todas las que crea con esa boca.

«Basta de pensar así Lara, basta.»

Después de devolverle una sonrisa cómplice, lleva su mirada hasta Paula, que le sonríe tímidamente pero él no le devuelve ninguna expresión facial.

1. // Un viaje a mi ¿pasado? {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora