13 Reflexiones de un Magnate Enamorado

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Ch.13 REFLEXIONES DE UN MAGNATE ENAMORADO

La fiesta había sido un escándalo. La tía abuela sentía que habían sido el hazmerreír de la temporada. Nunca se lo perdonaría a esa chica. Tanto trabajo, tanto esmero que había puesto en cada detalle para que todo estuviera perfecto y al final había resultado un completo caos. Elisa había dado un espectáculo terrible que seguramente ya fuera la comidilla de la ciudad.

En realidad habían sido Las chicas Britter y O'Brian quienes habían rescatado la noche con su improvisado concierto que les había dejado un buen sabor de boca a los presentes.

Si William iba a adoptar a una huérfana más le hubiera valido que fuera alguien como Annie Britter mucho más dócil y manejable que la escandalosa Rubia. En el fondo sabía perfectamente que habían sido esos ojos color esmeralda tan similares a los de Rosemary los que habían ocasionado que su sobrino le tuviera tanto cariño y consideraciones a la chica. Esos expresivos ojos verdes eran símbolo de peligro. Lograban volver locos a los hombres. Ella lo sabía, lo había visto ya muchas veces, unos lindos ojos eran capaces de destruir familias enteras, pero dejaría de ser quien era si es que permitía que algo así les pasara a los Andrey. Ahora más que nunca tenía que vigilar sus movimientos.

Esa desaparición misteriosa de los dos en plena fiesta le erizaba los cabellos de la nuca augurando un mal presentimiento. ¿Cómo era posible?, no se creía ni por un momento ese cuento que le habían dicho a manera de disculpa. Aunque debía confesar que Candice si se veía algo pálida y decaída. Pues bien, si ese era el caso en realidad mandaría las misivas de cancelación a los eventos que tenía planeados para esa semana. Resultaría una buena estrategia después de todo para que se enfriaran un poco

las lenguas. Pero no se daría el lujo de faltar otra vez a las estratégicas reuniones que eran de suma importancia para lograr su objetivo de casar de una vez por todas a esa rebelde muchachilla. Elroy no podía dejar de pensar en el peso que se quitaría de encima al no tener que ser responsable de Candice.

Al menos se podía adjudicar un triunfo con la promesa que le había logrado arrancar a William de que ambos asistirían bajo sus términos a las tertulias que ella juzgara convenientes. Estaba segura de que bajo su estricto control y guía muy pronto habría la celebración de dos compromisos en el clan Andrey.

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William Albert, el poderoso señor Andrey se sentía culpable de cómo se habían dado las cosas. Bueno, no realmente. Él también tenía derecho a ser feliz. No pediría disculpas a nadie por seguir su corazón y buscar su felicidad. En realidad no estaba haciendo ningún daño ya que sabía que la dama en cuestión le correspondía. Eran las dudas de ella lo que complicaba todo. Era normal, él entendía perfectamente que ella se preocupara en revelar la verdadera naturaleza de su relación.

Todavía percibía el aroma de ella en su piel. Temeraria apasionada tan adelantada a su época y si alguna palabra podía describirla esa era valiente ya que jamás había bajado la mirada ante nadie y se había abierto camino por si sola en este difícil mundo de hombres. Sabía en su corazón que de haber vivido más su hermana Rosemary habría congeniado con ella ya que ambas siempre habían estado dispuestas a sacrificarse por sus seres queridos. Cómo leonas con todo para proteger a sus cachorros.

Esta era una verdad absoluta que Albert tenía muy clara y que no podía negar, ni atreverse si quiera a pretender interponerse entre ese amor y su amor por su bella dama. No cabía de felicidad de saber que ella le correspondía. Se lo había dejado aún más claro después de que había regresado a él por propia convicción. Su separación le había desgarrado el alma, ya que su corazón se había comprometido con ella desde un principio, desde que ese giro del caprichoso destino los hizo encontrarse cuando ambos buscaban el bien para sus hijos.

Terry Grandchester "Indigno"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora