Se convirtió en una brisa de esas que te elavan por detrás, en las huellas en una ventana repleta de vapor invernal.
Era la estufa en cabañas de madera, la atención de los corazones distraídos.
Era el sol poniéndose hasta el culo por taladrar las pieles en verano.
Era la exposición de arte más bonita de todo el Prado.
Una bandera de ningún país, las luces de los coches cegando el tráfico.
Era como la sal a la comida y como el azúcar de sus labios.
Era blues, rock and roll, tango.
Era la flor más hermosa escondida bajo el fango.
Era la copa besando unos labios, el desenfreno pausando el paso.
Era la calle sin salida con las mejores vistas de la ciudad.
La araña que atrapa al diablo.
La presa más indomable del cazador cazado.
Las agujas del reloj clavadas en el tiempo y el espacio.
Era una cabeza loca y una cuerda por atar.
Era perfume barato degustado como manjar.
Su sonrisa era la cara oculta de la luna, sus dedos nubes de algodón de azúcar.
Su piel era una carretera pasando por la Mancha.
Sus ojos eran verdades a medias y balas de sinceridad.
Tan suya, como de todos, tan oscura como clara, un eclipse se bañaba en sus pupilas y tenía el universo escondido en sus palabras.
Era un adiós sin despedida y el hola a tiempo.
Era un alma tan vencida que a tirones me iba queriendo.
Rebeka V.