33. Golpes

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Cuando empiezo a querer demasiado a una persona desaparezco del planeta, dejo de plantearme metáforas existenciales, los algodones de azúcar se vuelven nubes besables, los coches dejan de hacer ruidos estridentes con sus ruedas, sus acelerones y su música ensordecedora.

Los animales se vuelven más animales, más puros, más estelares. Las plantas se deshojan al unísono, para decirme que su última respuesta es sí.

La vida tiembla al compás de mis latidos, que se vuelven el arcode que la falta a mis melodías. Siento adicciones que nunca podría superar.

Retrocedo en el tiempo para volver a comer gominolas, volar en toboganes, jugar con las pequeñas cosas...

Cuando empiezo a amar de verdad, establezco un diálogo con mi yo más escéptico, con la otra parte de mi que me permite seguir siendo yo.

Para despedirme a ratos de esa parte de hielo y fuego, por la razón de la sin razón, por la batalla entre mente y corazón.

Cuando llego a la cumbre de mis sentimientos me encuentro en cueros, aparece el frío, quema el fuego, se derrite el hielo.

Aparezco en mitad de la nada entregándolo todo, recibo los golpes con gusto, aunque el amor a veces te mate y nunca mueras.

Aunque sepa que hay impactos que aunque vengan desde las estrellas, sea el golpe maestro que más me duela.

Cuando me duele el pecho... Aparecen las musas en plena guerra de letras.

Rebeka v.

La octava luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora