Ella era la octava luna que aun llena se sentía creciente.
Y jugaba con las nubes, se fumaba las estrellas en plena crisis mental. Contaba gatos de ojos azules y lengua amarillenta.
Dibujaba su silueta en el polvo estelar de sus sueños incumplidos.
El pacto con el diablo le supo a infierno de chocolate y guindillas, los kilogramos de su cuerpo en plena caída libre,
Le hacían levitar como nadie, encerrada en un cuerpo adolescente que no deterioraba el paso del tiempo.
Su parto con madre tierra la hizo tener los pies en el suelo, con raíces en las manos y las pupilas puntiagudas asesinando a los minutos.
Todo el peso de los problemas soportando su endeble espalda, como quien nace con una mochila de piedras preciosas que todos ansían tener y nadie desea sujetar.
La vida la obligó a mudarse de planeta dos veces seguidas y aun sigue buscando su lugar de procedencia.
Rebeka V.
