03. Conociendo a Berlin

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El silencio era el tercero en discordia mientras el ascensor subía hasta la décima planta. Lucas estaba cabizbajo y no había vuelto a pronunciar palabra desde aquel incómodo encuentro en el bar. Algo rondaba por su cabeza, y por la forma en la que su pecho se hinchaba al respirar presentía que nada bueno. 

Una vez que el ascensor se detuvo Lucas extendió su brazo gentilmente para que pasase primero. Quería atreverme a pedirle explicaciones, preguntarle quién era aquel tipo y sus amigos, y por qué se habían mirado así, pero no me encontraba con tanta confianza como para exigirle nada.

Lucas introdujo la llave en el cerrojo y luchó un poco para que la puerta se abriera. Una vez dentro las luces estaban apagadas a excepción de una tenue luz al final del salón.

Sabía que tarde o temprano acabaría encontrándome con él, con mi padre.

Estaba recostado en uno de los sillones con un libro en la mano y una copa de vino tinto en la otra. En cuanto me vio sus labios se entreabrieron a modo de asombro para después formar una sonrisa de felicidad, relevando algunas arrugas en la comisura de sus labios. Estaba tan cambiado. Llevaba el pelo a la altura del mentón, y algunas canas comenzaban a apreciarse.

Ninguno de los dos supo que hacer, sobre todo yo que me quedé petrificada en mi sitio cual gárgola. Mi padre soltó la copa junto con el libro en la mesa y avanzó con los ojos brillosos hacía mí. Sentí sus brazos rodear todo mi cuerpo y una sensación de añoranza me sobrecogió. Habían pasado diez años, diez años en los que no sabía nada de él, diez años en los que no le había vuelto a ver, diez años en los que había estado engañándome a mi misma fingiendo que no me hacía falta ninguna figura paterna. Estaba tan equivocada. Me hacía falta y mucho, y ahora que lo tenía entre mis brazos más me arrepentía de no haber aprovechado todos esos años perdidos, pero estaba dolida, aún sentía esa espina clavada en el pecho.

—Abby...— Su abrazo no cesaba — . Te he echado tanto de menos.

No respondí, en lugar de eso dejé que me abrazara. Sentí un nudo apretado y asfixiante oprimirme la garganta, pero lo tragué junto con las ganas de llorar.

Sus manos ahuecaron mi rostro mientras sus ojos grisáceos me observaban con cautela, como si mi presencia aquí fuese fruto de su imaginación. 

— Eres idéntica a tu madre— Me sostuvo la mirada — . Igual de bella. Ya estás hecha toda una mujer Abby.

Dolía. Dolía escuchar hablar de ella, y más viniendo de él.

Sonreí débilmente y una lágrima se escapó trazando un recorrido por mi mejilla. Su dedo pulgar borró la huella de esta y apretó sus labios, reprimiendo también las ganas de llorar.

Su dedo pulgar me acarició la mejilla borrando el recorrido de la lágrima y sonrío apretando los labios, conteniéndose las ganas de llorar. Él también la quería mucho, a pesar de su divorcio ambos eran muy buenos amigos y compartieron muchos momentos. 

En ese momento Lucas se disculpó y subió hacia su dormitorio, dejándonos a mi padre y a mí un poco de intimidad. 

— Siento por todo lo que has tenido que pasar Abby—  La voz le tembló— . Siento que hayas tenido que presenciarlo. No me hago una idea de lo doloroso que tuvo que ser.

Y sigue siendo. Pensé.

La imagen de mi madre llegó en forma de recuerdo. Mi pecho se agitó y mi corazón martilleó duramente contra mi pecho. Era muy duro recordarla y aguantar las inmensas ganas de llorar que me abordaban. Por eso no las contuve y me permití derrumbarme por esta vez. Tenía un cúmulo de emociones. Mi madre, el hecho de haberme mudado de ciudad, dejar a Caleb y a mis amigas en Long Beach, mis abuelos. Todo había llegado de manera tan repentina a mi vida que aún me costaba procesar que me estuviese ocurriendo esto de verdad. Tenía la sensación de que tarde o temprano acabaría despertando de esta pesadilla.

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