27. Malas decisiones

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Mi día a día se había vuelto rutinario. A las seis de la mañana el despertador rechinaba por toda la habitación avisándome de que el día comenzaba, y con él, mi mal humor. Todas las mañanas tomaba mi dosis diaria de cafeína para afrontar la mañana y no morir en el intento de permanecer despierta durante las clases de psicología jurídica. Lucas siempre se ofrecía a llevarme a la universidad antes de ir a sus prácticas en el buffet de abogados, cosa que agradecía enormemente ya que desde que presencié el atraco, mi inseguridad y mi miedo a caminar sola por la calle habían crecido notablemente. Tan pronto como salía de la universidad Lucas pasaba a recogerme siempre que podía e íbamos juntos a casa. Una vez allí, me ponía al día con los apuntes y algunas actividades extras para subir nota, ya que últimamente estas, al igual que mi vida social, estaban cayendo en picado. 

Mi mente estaba en una especie de trance, de bloqueo mental en donde no había lugar para los estudios ni mucho menos para mis amigos. Yo hacía el esfuerzo de estudiar, pero tan sólo el hecho de sentarme y abrir los apuntes mi mente se bloqueaba cuando veía tantas letras amontonadas. Me enfadaba conmigo misma por no ser capaz de ver los estudios como una vía de escape y así dejar de pensar en el atraco y en lo ocurrido con Berlin. Lo cierto era que no sabía que me molestaba más, si las palabras hirientes de Gala o la traición por parte de Berlin, y por traición no me refería al hecho de que se hubiese acostado con Gala, eso me daba igual, bueno, no tanto, lo que si me jodía realmente era que le hubiera desvelado mi mayor secreto, mis miedos. 

El recuerdo de Caleb lo tenía presente, aún me dolía, lo echaba de menos. La herida que dejó en mi seguía abierta, pero sabía que tan sólo era cuestión de tiempo para que sanase.

Steve mientras tanto se había vuelto más protector. Pasaba más tiempo en el trabajo que anteriormente, pero constantemente me llamaba para cerciorarse de que estaba bien, pero sobre todo, de que estaba en casa. Alenne también puso mucho de su parte en esos días, su compañía era grata y sus consejos aún más, muy a mi pesar, era lo más parecido que tenía a una figura materna aquí en Chicago. Echaba mucho de menos a mi madre, en estos días pensaba en ella constantemente, día sí y día también, y cuando el sol caía y la noche llegaba, los recuerdos hacían su acto de presencia llevándome al pasado donde mi madre aún estaba viva y yo era feliz a su lado, lejos de Chicago, lejos de esta ciudad tan tóxica, lejos de Berlin, de los doom.

Lisa aportaba su granito de arena todos los días. Si no hubiera sido por ella sinceramente no sabía que habría sido de mí. Era la alegría personificada, la persona adecuada para subirle los ánimos a cualquiera. Su alegría y su energía eran contagiosa. Todos los fines de semana insistía en que fuera con ella a salir de fiesta una vez que terminase mi turno en Puzzle, pero la simple idea de estar en un lugar, rodeada de tantos desconocidos me causaba pánico. Y sí, puede que le hubiera cogido cierta fobia al hecho de estar en sitios públicos por culpa de aquellos atracadores, pero era inevitable. 

Habían pasado dieciocho días exactamente desde lo ocurrido. Marcaba una cruz en el calendario conforme los días transcurrían. Dieciocho días en los que tenía pesadillas con ellos. Dieciocho días en los que los doom volvían a por mí en sueños, me apuntaban nuevamente con sus armas, pero la única diferencia era que si apretaban el gatillo y yo despertaba embadurnada en sudor y con el corazón a mil por horas. La imagen de los doom no era lo único que me atormentaba en sueños. 

Hoy era viernes y mi plan era pasar una noche tranquila viendo alguna película ñoña en Netflix ya que hoy no tendría que trabajar porque Matt tenía que viajar por asuntos familiares y Puzzle estaría cerrado . Lisa junto con el resto del grupo iban a salir a una fiesta en una fraternidad. Habían insistido en que fuera, en que pasara ratos con ellos, que desconectase, pero a ser sinceros, el plan de palomitas, película y manta, era más tentador que estar rodeada de desconocidos ingiriendo alcohol como si no hubiera un mañana. Había ido a esas fiestas, sabía lo que había y no me perdería nada si decidía quedarme. 

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