31. Como un kamikaze

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Mi cuerpo se retorció en aquella plataforma blanda y reconfortante. Mi cuerpo se sentía relajado y descansado aunque un poco dolorido. Poco a poco mis párpados se fueron abriendo acostumbrándose a la claridad del lugar. Todo se tornaba borroso y nublado mientras mis ojos hacían un esfuerzo por ver en su totalidad. Las sábanas eran de seda y mantenían mi cuerpo desnudo cubierto. Farfullé sobre la cama mientras estiraba todos mis músculos.

El sonido de una ducha me sacó de balance y cuando recobré la visión y fue consciente de donde me encontraba, me incorporé de golpe cubriendo mis pechos con las suaves sábanas mientras miraba a mi alrededor. Aquella no era mi habitación. Eché una rápida ojeada a mi alrededor mientras imágenes fugaces de la noche anterior cruzaban mi mente poniéndome la piel de gallina. 

Había ocurrido. Había hecho el amor con Berlin, y no solo una vez. Nos habíamos llevado prácticamente toda la noche haciéndolo, eso explicaba el por qué mis piernas se sentían débiles y cargadas. 

Mi ropa estaba esparcida por el suelo junto a varios envoltorios de preservativos. 

Pellizqué mi brazo izquierdo en un intento de despertar de aquel sueño, pero no hubo manera. Esto era la vida real, y había ocurrido de verdad. Tomé el móvil de la mesita de noche y llevé la mano a la boca para ahogar un grito al ver la cantidad de llamadas perdidas, entre ellas se encontraba el número de Steve, Lucas y Lisa. 

Menudo lío en el que me había metido. 

Tenía que inventarme una excusa, y una muy buena y convincente. Volví a dejarme caer de espaldas sobre la cama mientras llevaba la mano a mi cabeza, sólo de pensar en la bronca que me caería cuando llegase a casa me producía un terrible dolor de cabeza. Ya podía imaginarme a Steve hecho una furia pidiéndome explicaciones de donde había pasado la noche. 

Cuando el grifo de la ducha se cerró dejándome en un completo silencio, mi cuerpo se alarmó. Dejé el móvil en la mesita de noche mientras me tapaba nuevamente y fingía seguir durmiendo después de cubrirme casi la cabeza con las sábanas. 

Al minuto la puerta se abrió y unos pasos avanzaron hacia la cama. Esta se hundió al sentir el peso de Berlin, y el olor a jabón de coco me perforó las fosas nasales incitándome a girar en su dirección y saborearlo. 

Apreté los ojos con más fuerza cuando su cuerpo, húmedo, se pegó al mío. Apartó los mechones de mi cara hacia atrás, dejando expuesto mi cuello y oreja. Podía sentir los pequeños labios de Berlin recorrer mi mandíbula y el hueco de mi cuello, eran besos suaves que me hacían retorcerme levemente de placer. Abrí suavemente los ojos cuando el cabello húmedo de Berlin acarició mi mejilla, él todavía no se había dado cuenta de que estaba despierta. Sonreí un poco al ver lo esmerado que estaba en mi cuello y opté por fingir que seguía durmiendo para poder seguir sintiendo sus caricias. 

—Se que estás despierta, mocosa— Susurró en mi oído, rozando deliberadamente su labios por mi oreja y provocándome una corriente de 220 voltios en mi cuerpo. 

Giré en su dirección, y una sonrisa dibujó mi rostro al verle. Estaba radiante, sus rizos húmedos caían como cascada sobre su rostro, su pecho desnudo repleto de tatuajes y una toalla lo cubría de cintura para abajo regalándome una perfecta y muy bonita visión. 

—Buenos días, gruñón.

Sonrió de manera delatadora, complacido por tenerme en su cama, desnuda. El pequeño hoyuelo de su mejilla se mostró cuando profundizó su sonrisa. 

—Buenos días preciosa, ¿cómo has dormido?—se apoyó sobre su codo mientras me miraba de manera radiante después de haberme dado un corto y delicado beso en los labios. 

BERLIN  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora