11. La fiesta I

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"Tan solo eres una mocosa"

Aquellas palabras resonaban con dureza en mi cabeza, una y otra vez, y cuanto más lo recordaba, menos explicación le daba a todo. Me sentía como presa en una telaraña, cuanto más te mueves intentando escapar, más pegada te encuentras entre sus redes. Justo así me sentía con Berlin, mi curiosidad, mi afán por descubrir cosas y obtener respuestas eran los motivos principales por los que me veía tentada a acercarme a él, pero en mi fuero interno sabía que estaba jugando con fuego, y muy a mi pesar, me estaba quemando, por lo que tenía que salir de ahí a tiempo, antes de que saliese perjudicada, pero Berlin, como esa telaraña, me mantenía presa en su red. Cualquier persona cuerda que estuviese en mi lugar, habría hecho lo mismo que yo, o incluso habría actuado desde un primer momento, pero para ser sinceros, nunca se me dio demasiado bien el actuar con la zona coherente, siempre me he dejado llevar por los impulsos, por mis sentimientos, y tal vez, por eso mismo, por esa virtud según decía mi madre, me encontraba en este problema. 

Aquella misma noche, cuando Berlin salió por aquella puerta, una sensación extraña se arremolinó en mi pecho. Era una sensación contradictoria. Debía mantenerme alejada de él, sabía que era lo correcto, pero sin embargo, disfrutaba de su presencia, me gustaba como reaccionaba mi cuerpo justo cuando lo tenía frente a mí y me miraba como si pudiera leer mi alma. Por eso mismo, cuando Lucas apareció con su resplandeciente sonrisa justo cuando cerré puzzle, tuve que fingir una terrible jaqueca y pedirle que por favor aplazáramos nuestro plan para otra ocasión, a lo que él respondió que no me preocupara, ya que ocasiones habría de sobra, y todo esto, acompañado de una sonrisa que me hizo sentir más culpable de lo que ya me sentía. Lucas no se merecía esto. 

Como alternativa, nuestro plan de jueves noche fue sustituido por una sesión de series en Netflix y un bol de palomitas que compartimos junto a una manta de lana. No me apetecía encerrarme en mi habitación y atosigarme a mi misma pensando en mi conversación con Berlin, no necesitaba sentirme así, ni mucho menos debía. Lucas, en cambio, hizo todo lo posible para sacarme una sonrisa siempre que podía. Su presencia me agradaba y más importante aún, me hacía sentir cómoda. Él conseguía que pudiera evadirme completamente del gran enredo que se habían formado en mi mente, y eso, muy pocas personas lo lograban.

Durante nuestra maratón de series, Lucas aprovechó para sacar el tema de la fiesta de mañana, y por supuesto, tratar de convencerme de todas las maneras posibles para que aceptara y fuera con ellos. Aquello duró aproximadamente media hora, el tiempo exacto que duró el capítulo de la serie que estábamos viendo, o más bien, teníamos de fondo, porque lo único que Lucas hacía era insistir para que los acompañase mañana, a la que según él, era la fiesta del siglo, ya que todos los años los chicos del equipo de fútbol realizaban una sobre estas fechas para dar comienzo al curso. Finalmente, sin saber como, acepté la invitación pero con la condición de que en el momento en el que quisiera abandonar, sería él quién me trajese a casa, y como respuesta, aceptó el trato estrechando su mano con la mía, y de regalo, me arrojó un puñado de palomitas a la cara. 

Al día siguiente, Lisa no hizo otra cosa que hablar de la fiesta de esa noche y de lo bien que nos lo íbamos a pasar. En algunas clases, varios profesores tuvieron que llamarle la atención ya que no hacía más que debatirse consigo misma sobre si llevaría vestido, o se decantaría por algo más simple, a lo que yo le respondí que la simplicidad no iba con ella. 

Y ahora era yo quien me encontraba en su situación. Miré mi figura reflejada en el espejo y arrugué los labios ladeando la cabeza tratando de darle una oportunidad al vestido que Lisa me había dejado para hoy. No, no me convencía en absoluto. Esto si era arriesgado, al menos para alguien como yo que no suele vestir de tal manera. Los tirantes eran finos, y me daban la sensación que con un simple soplido podrían partirse en dos. El traje era de un color negro con reflejos plateados y se ajustaba completamente a mi figura. La espalda era un poco más escotada que el pecho, y a decir verdad, era la parte que más me gustaba del vestido. En cuanto a la parte del pecho, era de un corte básico recto, nada de escotes de infarto ni nada apretado que no te dejase respirar. Si, era arriesgado, pero en comparación con el resto de trajes que ocupaban el armario de Lisa, este era el más sofisticado.

BERLIN  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora