49. ¿Este era nuestro final?

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El estruendo del disparo nos envolvió en una capa invisible de incertidumbre, miedo y oscuridad

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El estruendo del disparo nos envolvió en una capa invisible de incertidumbre, miedo y oscuridad.

Sangre, demasiada y un cuerpo sin vida desplomado en el suelo.

Marlow ya no nos miraba con súplica. Sus ojos se habían cerrado para siempre. Su corazón no volvería a latir.

Mi cuerpo ardía, temblaba. No sabía en que momento había roto a llorar, pero mis ojos estaban hinchados y mi pulso se había disparado obstaculizando mi respiración.

Berlín avanzó sin miedo alguno hacia el cuerpo que yacía sin vida en aquel ensangrentado suelo. Entre sus brazos sujetó al que era su amigo con una fuerza imparable, como si ejerciendo de todo su coraje pudiera volverlo a traer a la vida. 

Estaba de espaldas a mí, tiñendo su ropa con la sangre de Marlow. Sus rodillas ancladas en el suelo, sus brazos aferrados al cadáver mientras le hablaba con la esperanza de que este pudiera responder a sus ruegos. 

—¡Marlow no! ¡por favor!—Sollozó—. ¡No me abandones! ¡Por favor!

La imagen era desgarradora. Mi sobrecogido corazón martilleaba sin piedad alguna contra mi pecho, lastimándolo. Jamás en mi vida había presenciado algo así. Nunca pensé que viviría una situación como esta, dónde un hombre disparaba a otro a sangre fía, sin pudor alguno. 

Una parte de mí también se esfumó junto con el último aliento de Marlow. Aquello sin duda sería una imagen que jamás podría borrar de mi cabeza, si es que podía salir con vida de aquella nave.

Ni en mis peores pesadillas habría imaginado que presenciarlo se sentiría así. Sentí la bilis ascender por la boca del estómago y tuve que reunir todas mis fuerzas para no vomitar allí mismo. Había sangre, demasiada. A veces pensaba que las películas lo exageraban, pero la realidad era mil veces peor y devastadora.

 Agradecí estar de rodillas sobre el suelo, porque todo a mi alrededor comenzó a cobrar vida, a girar y girar, como si estuviese montada en aquellas atracciones de feria que tanto detestaba. 

Todo mi cuerpo temblaba. Jamás había sentido tanto miedo como lo estaba sintiendo ahora. Tenía la corazonada de que mi hora había llegado. Si Travis había sido capaz de matar a bocajarro a uno de sus compañeros, ¿qué no me haría a mí?

Alcé la vista, con lentitud y miedo, y al mirar a Travis directamente a los ojos, fue como si estuviese mirando a la muerte personificada.

—Eso es lo que le pasa a los traidores.

Su tono de voz fue gélido y mordaz. Aunque su arma apuntaba hacia el suelo no podía evitar que todo mi cuerpo estuviera en alerta al ver a Heiner tan cerca de él. 

—Eres un maldito hijo de puta—Masculló Heiner sin soltar a Marlow.

Mi cuerpo se estremeció cuando una ronca y siniestra carcajada procedente de Travis respondió al comentario de Heiner. Quise interferir y pedirle que por favor no dijera nada, que no lo tentase ni mucho menos lo provocase, ya que su destino podría acabar como el de su amigo. 

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