35. Sólo tengo ojos para ti

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Dos semanas había pasado desde lo ocurrido. Caleb había estado ingresado varios días mientras se recuperaba de la brutal paliza que le propinó Berlin, mientras que yo me recuperaba de los daños psicológicos a base de exámenes, salir a correr para despejar la mente y de encuentros fortuitos en el asiento trasero del coche de Berlin. Lo sentía mucho más protector conmigo. Me recogía al salir de clases y al salir del trabajo, cosa que aprovechábamos para besarnos más de la cuenta y manosearnos como si no hubiera un mañana antes de que yo subiese a mi casa. Hablábamos con más frecuencia, me mensajeaba más de lo normal y antes de irme a dormir me llamaba para darme las buenas noches. Sin duda alguna Berlin conseguía evadirme de los problemas, conseguía que me centrara única y exclusivamente en él. 

Con respecto al tema de Caleb, le había puesto una orden de alejamiento. Steve insistió en que debería de poner toda la maquinaria judicial y policial para que pagase por lo que había hecho, pero el tener que acudir a un juzgado, volver a verle la cara,  y tener que revivir lo ocurrido aquella noche, era doloroso, y no estaba dispuesta a pasar por ello. Todos me repetían lo idiota que era con el asunto. Trataban de convencerme diciéndome que Caleb se merecía la cárcel por lo que me había hecho, pero no me encontraba con fuerzas suficientes como para pasar por todo el proceso que eso implicaba. Quería dejarlo estar, quería a Caleb lo más lejos de mi posible, que lo tomara como un aviso y que ni se le ocurriese ni por asomo aparecer de nuevo en mi vida. 

Por suerte seguí conservando el trabajo, Matt se alegró de que todo al final se hubiera solucionado y pudiera haber escapado de Caleb aunque el también insistió en que debería de estar entre rejas. Me contó como de histérico actuó Berlin cuando llegó a Puzzle y vio que yo no salía a mi hora correspondiente. Me contó que casi se meaba en los pantalones cuando presenció en primera persona la furia de Berlin. Pobrecito, si él supiera que eso sólo era una cuarta parte de la furia que Berlin podía desatar. 

Hoy era sábado y como cada fin de semana, Puzzle estaba hasta arriba de universitarios bebiendo su peso en alcohol y desconectando de la monotonía de las clases, los proyectos y los exámenes. 

El grupo había estado muy encima mía estos últimos días con respecto a lo sucedido hacía dos semanas, en especial Lucas y Lisa. Aquella tensión que había entre Lucas y yo se había ido evaporando conforme los días transcurrían. Se tragó su orgullo y dejó a un lado todo ese mal rollo debido a la pelea entre él y Berlin, cosa que yo agradecía enormemente ya que en estos momentos necesitaba a Lucas a mi lado, necesitaba su apoyo incondicional, nuestras sesiones de Netflix y palomitas, y nuestras charlas hasta altas horas de la madrugada. Lisa, por su parte, me alegraba todas las mañanas con alguna nueva anécdota que contar, casi todos los días hacíamos FaceTime como si no tuviéramos suficiente con vernos todas las mañanas en la facultad. 

Cuando el ambiente comenzó a decaer supe que sería la hora de irme. El reloj marcaba las dos de la mañana, y aunque lo único que tenía en mente era irme a casa y acostarme en la cama, Lisa había conseguido convencerme para salir de fiesta con los chicos y ahogar las penas en alcohol. Yo era más partidaria de ahogarlas en una buena tarrina de helado de chocolate mientras friends me acompañaba de fondo en la noche del sábado, pero como era de esperar, Lisa no iba a permitir que pasase un sábado encerrada en casa.

— ¿Dónde iréis hoy?— giré en dirección a Matt, quien estaba colocando una botella en la estantería. 

—No tengo ni la más remota idea—miré a mi alrededor viendo como el último grupo del fondo salía medio tambaleándose por la puerta—. Lisa me dijo que pasaría a buscarme cuando cerrásemos. 

—Puedes irte ya si quieres, todos se están yendo. Al parecer la fiesta continúa en aQua.

—Puede que sea allí donde vaya. 

BERLIN  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora