32. El detonante de la bomba

4.9K 308 239
                                    


Esto no podía ser cierto. Esto no podía estar pasándome a mi. De todas las personas de la faz de la tierra jamás me imaginé que Caleb se encontrase en el salón de mi casa. Tenía que tenerlos muy bien puestos para ser capaz de colarse aquí después de lo que me hizo y fingir que no había pasado nada.

Su cuerpo se incorporó del sofá con prontitud nada más ver mi rostro aparecer por el umbral. Su sonrisa se ensanchó, alegre por verme, todo lo opuesto a mi, que esbocé una mueca de disgusto mientras retrocedí dos pasos pisando sin querer a Steve. 


—¿Q-qué haces aquí?—hablé al fin cuando este se paró frente a mi. 

—¿Así es como recibes a tu novio?—intervino Steve a mis espaldas. Si él supiera...

En ese momento deseé girarme y contarle toda la verdad. Decirle que aquella persona que tenía parada frente a mí había dejado de ser mi novio desde hacía bastante tiempo. Deseé contarle la verdad de lo que pasó, de como vi a mi supuesto "novio" con una despampanante rubia mientras él creía que me tenía a kilómetros y kilómetros de distancia. 

Caleb pareció notar mis intenciones. Su mandíbula se tensó y hundió los hombros hacia atrás delatando su incomodidad. Lo miré achicando mis ojos, como si de algún modo pudiera meterme de lleno en lo que rondaba por su cabeza. 

Tragué mi orgullo y conté mentalmente hasta diez para armarme del valor necesario para emprender la locura que estaba a punto de cometer. De algún modo sentí un poco de compasión por él, sabía que si lo delataba delante de Steve este no repararía en hacérselo pagar muy caro por haberle hecho semejante cosa a su hija, así que decidí ahorrarle el mal rato, pero sólo por esa vez. 

Esbocé una fingida sonrisa sin mostrar los dientes y rodeé su cuello con mis brazos. Caleb se quedó de piedra, sin comprender muy bien el motivo de mi chocante gesto. Sus manos permanecían inmóviles a sus costados, tal vez alucinando todavía por mi movimiento, pero tan solo le bastaron unos pocos segundos para volver a la realidad y rodearme la cintura con sus brazos. 

El tacto de su piel me incomodaba, me sentía extraña entre los brazos de Caleb, como si ese ya no fuera mi lugar. Me separé de él con prontitud, sus ojos aún seguían abiertos de par en par, inauditos. 

Steve carraspeó detrás de nosotros y volqué toda mi atención en él. Caleb hundió las manos en los bolsillos de sus pantalones y habló antes que yo. 

—Vi lo que pasó en el banco por las noticias—Dijo tras de mí. Cerré los ojos con fuerza luchando por no recordar aquel momento—. Te llamé. Te llamé miles de veces pero nunca lo cogiste—Siguió hablando, pero mi mente estaba en otro lugar, en el banco, para ser más exactos, justo en el momento en el que aquel tipo con máscara picuda me apuntaba directamente con su arma.

—Será mejor que os deje a solas—habló Steve.

—Hablemos en un sitio más tranquilo—demandé sin mirarle. Me moví sabiendo que me seguía escaleras arriba. 

Miré al final del pasillo, hacia la puerta de Lucas concrétamente. Ahora ya entendía su comentario. Abrí la puerta de mi dormitorio e hice un gesto con la mano para que Caleb entrase primero. Cerré la puerta tras mi paso dejándome caer sobre ella mientras veía como Caleb miraba a su alrededor. Se detuvo en el corcho que tenía colgado justo arriba de mi escritorio. En este tenía fotos de mi madre, de mis abuelos, algunas entradas de mis conciertos favoritos como recuerdos, fotos en un fotomatón con las que consideraba mis amigas, y una foto con Caleb en la que él me daba un beso en la mejilla y yo sonreía ampliamente. 

—Ojalá pudiéramos volver a estar así.

Rodé los ojos restándole importancia, pero percibí el malestar ligado con dolor en su voz. 

BERLIN  ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora