48. Sorpresa

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Quiero saber toda la verdad.

Sus ojos, azules, tomaron un tono oscuro. El brillo en estos delataban su creciente nerviosismo, muestra evidente fue la forma en la que se removió incómodo sobre su silla y tragó duro acentuando su nuez de Adán.

—Abby...

Comenzó a decir en un tono ahogado. Su vista reparaba en la servilleta con la que jugueteaban sus dedos mientras hacia tiempo para encontrar las palabras exactas para justificar sus actos. 

—¿Por qué Lucas?—Lo interrumpí al ver que nada conseguía salir de sus labios—. ¿Por qué hacías eso?

Entonces levantó la vista. El sentimiento de culpa y remordimiento predominaban en el brillo delatador de sus ojos. Un atisbo de lástima me sobrecogió por un segundo al verlo, pero tragué saliva y me erguí sobre mi sitio alejando de mí esa leve compasión.

—Voy a serte sincero.

—A eso he venido, para que lo seas.

Dejó escapar el aire entre sus labios con pesadez. Desvió la vista hacia la ventana, reparando en las personas pasar, para luego dirigir la vista hacia mí, dubitativo.

—Yo antes no era un buen tipo—Comenzó a decir a duras penas. La servilleta entre sus dedos ya había tomado forma de una bola arrugada y ahora la estrujaba con nerviosismo sobre la mesa—. Antes de conocer a los chicos, yo salía con Berlin.

—Con Heiner. Lo sé. 

Abrió los ojos de par en par, sorprendido con que supiera su nombre, pero un simple gesto con la cabeza le bastó para indicarle que siguiera. 

—Él era nuevo en la ciudad. Lo conocí en Puzzle. Algunas noches yo ayudaba a Matt en la barra y Heiner siempre frecuentaba por allí—Se detuvo a media oración cuando llegó la camarera para tomarnos nota. Lucas pidió un café sólo y yo té negro—. Todos los fines de semana estaba allí —Prosiguió una vez que la chica estuvo lo suficientemente lejos—, sólo, cabizbajo, sumergido en sus pensamientos, en su propio mundo. Nunca iba acompañado, como si no tuviera amigos, pero jamás fui capaz de atreverme a hablar con él nada más allá de preguntarle que deseaba tomar.

Me recosté hacia atrás cruzando los brazos sobre mi pecho, acomodándome sobre aquella silla de madera mientras escuchaba con plena atención a Lucas. 

— Una noche yo estaba recogiendo las últimas copas del bar después de que Matt se fuera. Quedaban pocos minutos para cerrar y la mayoría de los clientes ya se habían ido. Puzzle no solía estar muy concurrido los días entre semana. Esa noche sólo estábamos él y yo, junto a dos tipos más que parecían no tener nada mejor que hacer que formar escándalo y pedir copas como si fuera el fin del mundo. 

Rió por lo bajo como si un recuerdo le cruzase por la mente.

—Le dije a Heiner educadamente que tenía que irse porque había llegado la hora de cerrar. Él, sin rechistar, pagó su bebida y salió de Puzzle, pero lo complicado fue cuando tuve que echar a aquellos dos tipos que se negaban a irse. Los amenacé con llamar a la policía si no se iban por las buenas—Sonrió de lado, como si lo que fuese a contar le causase diversión—, así que uno de ellos me dio un puñetazo en la cara. Traté de defenderme, pero eran dos, y yo uno, así que como pude, use una silla como escudo—Rió por lo bajo e inevitablemente la imagen que se formó en mi mente—. Pensé que no saldría con vida de esa, esos tipos medían como dos metros, hasta Vin Diesel se mearía en los pantalones si tuviera que enfrentarse a ellos—Volvió a detenerse cuando apareció la camarera con nuestras bebidas. Lucas le sonrió de lado y yo respondí con un gracias cuando terminó de dejar las tazas sobre la mesa.

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