21. Sincérate II

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Sus manos me separaron de él gentilmente. Se levantó del sofá haciéndome sentir más diminuta e intimidada de lo que ya me sentía. Su erección era notable, y si no apartaba la vista de ahí podría sufrir un ataque al corazón inminentemente. 

— Ven aquí— estiró su brazo a mi altura. Lo tomé y me impulsó hacia arriba. Nuestros cuerpos se pegaron y sentí su dureza en mi abdomen bajo. 

Su mano libre ascendió hasta mi nuca obligándome a echar el cuello hacia atrás para mirarle, para después estrellar su boca contra la mía. Su lengua se arrastró por mis labios, mordió mi labio inferior y lo arrastró entre sus dientes logrando sacarme un quejido entrelazado con un gemido. 

— Tengo tantas ganas de hacerte mía— siseó contra mis labios en un tono que demandaba deseo y lujuria.

Tomó mis muslos consiguiendo levantarme del suelo. Como acto reflejo enrollé las piernas en su cintura y perdí mis dedos en el laberinto de sus rizos. Nuestros labios se seguían debatiendo en duelo mientras andaba ciegas conmigo en brazos hacia la habitación. Lo escuchaba gruñir de vez en cuando cuando tropezaba con algo, y no podía evitar que una divertida risa se escapase de mis labios. 

Después de una breve pausa en el pasillo para manosearnos más de la cuenta, finalmente llegamos a su dormitorio. Berlín encendió la luz una vez dentro y cerró la puerta con la pierna sin despegar sus labios de los míos, y como si ya tuviera estudiado los pasos desde la puerta hasta su cama, me lanzó sobre esta haciendo que cayese de espaldas.

Apreté los dientes y me obligué a respirar profundo para tranquilizarme, o al menos para intentarlo. Estaba llegando demasiado lejos, pero no quería parar y menos ahora. Quería llegar más lejos con Berlin, y más después de haberse abierto a mi y haberme dicho su nombre. Sabía que no era nada del otro mundo que una persona te dijese como se llamaba, pero para mí era un paso enorme. 

Sus dedos tomaron el dobladillo de su camiseta blanca, y comenzó a deslizarla lentamente hacia arriba dejándome apreciar  su pecho duro y trabajado, y los tatuajes que adornaban su piel de porcelana. Una vez quitada, hizo una bola con ella y la arrojó hacia el suelo sin apartar esa mirada llena de malicia de mí. Me apoyé sobre mis codos para tener una mejor visión, sentía la palpitación naciente en mi entrepierna y ese impulso de abalanzarme sobre él y deshacerme yo misma de sus pantalones. 

Contuve la respiración cuando se abalanzó sobre mí pillándome por sorpresa. Sus manos separaron mis piernas y este se acomodó entre ellas deleitándome con el placer que me otorgaba su erección en mi entrepierna. Sus labios se surcaron en una sonrisa traviesa que me traspasó el alma, lucía como un crío de cinco años feliz por haberse salido con la suya. Entonces me dejé caer hacia atrás, Harry se acomodó aún más a mí dejando caer el peso sobre un brazo mientras que con el otro acariciaba mi mejilla sin apartar su verdosa mirada de mí, observándome con cierta incredibilidad. 

— Eres hermosa Abby.

— ¿Eso se lo dices a todas antes de hacerlo?— le piqué para aplacar los nervios que comenzaban a adueñarse por completo de mi sistema. 

— ¿Antes de hacer el qué exactamente?— contraatacó con un tono divertido.  

— Ya sabes...

— No. No sé. Explícate— Inclinó la cabeza juguetonamente y me estudió con ojos cargados de astucia. Algunos mechones de su cabello caían como cascada rozando mi rostro, produciéndome cosquillas.

— Pues eso...— sentía la sangre acoplarse en mis mejillas.

— ¿Qué es "eso"?— su sonrisa pilla no hacía más que tensarme un poco más.. 

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