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Oscuridad completa. Noche eterna. Desierto de ruinas.

El sentimiento no se dispersa, se reconecta.

Todo el camino, desde la frontera, hasta los riachuelos, olía a muerte; el infierno llenando el espacio, con una extraña oscuridad que nunca antes había visto. No había nada que se asemejara al espectro que se alzó frente a nuestros ojos. Los rayos de luz del amanecer que antes habían intentado iluminar la Ciudad, empezaron a desaparecer ante la intimidante nube que se apoderó del cielo, al punto en el que no se lograba ver nada con claridad.

Peor que las tinieblas de los reflejos.

Pero que cualquier poción de las Driagnas.

El miroir era la muerte envestida en cristales que saltaban de un lado a otro, flotando, cayendo como diamantes llamativos para cualquier ojo humano. Pero la peor parte de todo, era que lograban convertirse, en el momento menos pensado, en lo más temible o preciado para cualquier ser. Me di cuenta entonces que sí le veías detenidamente, sí le dejabas entrar por segundos a tu interior, el azufre sería reemplazado por sabores dulces, y las aberturas de fuego no serían más que droga, tal cual el algodón brillante que antes había visto en el club.

Entonces ahí les vi, tan brillantes y deslumbrantes que lograban cegarte por segundos, y en ese lapso de tiempo, aquellos primerizos puntos negros que salían de tu visión, se convertían en nubes que cantaban, en la melodía tocada por Derian cada noche, junto al sabor del chocolate, el sabor de sus labios mientras me mordía la piel, y la deliciosa sensación que traía consigo su cuerpo unido al mío.

—Ayla, el plan—dijo una voz lejana. Las estrellas danzantes bajaron hasta los árboles destruidos y se posaron en ellos, como terciopelo, cantando. Cada diamante destelló formándose alrededor abriéndose paso por toda la Ciudad— ¡Ayla, el plan! ¡Es hora! ¡Necesitamos movernos, ahora!

Giré mi cabeza verticalmente, notando que la figura de Derian se asimilaba muchísimo a los diamantes fulminantes, bajando lentamente hasta posarse sobre sus hombros en tanto la amenazante ventisca le removía el cabello y la ropa, incitando a que nos dejásemos ir, para adentrarnos al centro del huracán, donde se podía morir, o donde podríamos encontrar a Dark.

Derian me envió una diminuta ráfaga de viento para despertarme, logrando que en segundos parpadeara, intentando mantener el equilibrio. Quisiese o no, había dejado que el miroir me atacara, que hiciese parte de su entretenimiento al perderme en su extraña y mítica belleza, ¿Por qué razón? Abrí los murales, el niño reflejo me había ayudado a hacerlo y ahora...ahora sentía aunque fuese la mitad y eso le bastaba al miroir con tal de acabar con quien fuera.

Una inmensa e inimaginable cantidad de diamantes empezaron a saltar, a desprenderse de aquel torbellino andante que no le pertenecía a Aník. Porque sí entrabas, esas escandalosas sombras giratorias no hacían parte de un poder sobrenatural de un ser diferente, con aroma a frutas tropicales. Las nubecillas, con el reflejo deslumbrante de luces, árboles y colores, empezaron a caer, hasta detenerse a unos centímetros de Derian.

—Derian, no te muevas—pedí, pensando en qué podía hacer frente a esa mínima parte del miroir.

Él me obedeció, hasta que, confuso por mi actitud, alzó la mano. Por mi parte ya tenía la daga cerca de su cuello con tal de intentar hacer algo en contra de ese espécimen brillante, cuando los cristales temblaron ante la cercanía de Derian, hasta el punto en el que estallaron, cayendo en diminutas partículas hasta deshacerse en el pastizal arruinado.

Como si bastase, Derian Kuznetzov al parecer era invencible a los ataques del miroir. Clavé mis ojos en él, sabiendo perfectamente que eso no le agradaría al miroir, porque una vez eres poderoso, destruyes cualquier objeto o ser, que intente estar sobre ti, que pueda ser una amenaza.

REFLEX [✔#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora