Pues el primer círculo ha sido bastante fácil, no pensaba que fuera a confiar en mí tan rápido. Yo no lo habría hecho, pero nos mueven distintos deseos...
Llego al final de la ciudad en ruinas y me voy acercando al siguiente traslador que me llevará al círculo de Lujuria. Antes no me había fijado, pero bastante apartado de la ciudad, se encuentra el castillo de los señores de Envidia, dónde reside Leviatán, otro de mis "amigos" de la infancia. Paso de acercarme y que me pregunte que estoy haciendo, así que me dirijo rápidamente al pentagrama custodiado por los dos demonios de siempre. Me les quedo mirando un momento sin poder evitar pensar que son exactos a los que he dejado atrás en los últimos dos trasladores. A lo mejor son clones... Aparto mis teorías de la conspiración de la mente y paso entre ellos, o al menos lo intento, por qué me agarran cada uno de un brazo y me empujan hacia atrás, haciendo que caiga de espaldas al suelo.-No se puede pasar sin el permiso de los señores- dice uno con voz metálica por el casco.
-No me hace falta el permiso de tus señores, yo soy un permiso en persona- me levanto recogiendo mi dignidad y me aparto la capucha -soy Astoreth, hija de Lucifer.
-Nos da igual, debes tener el permiso de los señores- dice el otro con la misma voz metálica.
Me quedo un momento en standby. ¿Me están negando el acceso? ¿Pero quienes se han creído que son? Doy un paso al frente para enfrentarme a ellos, cuando me freno en seco por el filo de la espada de, llamemosle, Demonio 1. El hierro estigio se encuentra a escasos milimetros de mi piel, y preferiría que no me tocase. Ese tipo de armas son capaces de hacer cortes incurables en los demonios, y no he llegado hasta aquí para morirme desangrada. Levanto las manos y me voy alejando hacia atrás.
-Vale, vale, conseguiré el permiso, tranquilos- digo con voz apaciguadora.
Demonio 1 baja la espada y vuelve a su posición erguida. Suspiro y miro hacia el castillo de Leviatán. Estoy jodida. Camino por un sendero rodeado de árboles, dónde se puede observar el cambio desde la ciudad hasta el castillo. Los árboles más cercanos a las ruinas están secos, podridos y retorcidos, mientras que cuanto más te acercas al castillo, más frondosos y esbeltos son. No voy a decir que más verdes, porque ese color es imposible de ver en el infierno, si no que es más tirando a parduzco. Llego a las verjas que separan la propiedad del resto del mundo, custodiadas como no, por dos demonios. Me acerco a una distancia prudencial y ellos me miran.
-Deseo hablar con el señor del castillo- digo con voz firme.
-¿Quien lo demanda?- me dice Demonio 1.
-Astoreth, hija de Lucifer- me estoy hartando de decir mi nombre.
Demonio 2 desaparece y me quedo esperando un buen rato hasta que vuelve a aparecer y abre la verja.
-Acompañadme Alteza- dice Demonio 2 y yo le sigo.
Caminamos por un sendero de tierra entre un mar de hierba rojiza recién cortada. Al frente, el majestuoso palacete se alza hecho enteramente de alabastro, un gran cambio frente al brillante ónice del que está hecho mi castillo. Un sirviente nos abre el gran portón de madera que guarda la entrada, y entramos en un gran recibidor suntuosamente decorado, con unas escaleras inmensas en el centro de la estancia. Y al pie de estas, se encuentran Leviatán y su padre, el señor de Envidia, del que sinceramente, nunca recuerdo el nombre. Me aparto la capucha y ellos hacen una simple reverencia antes de mirarme.
-Alteza, que gran placer teneros en nuestra humilde morada, ¿a qué se debe vuestra visita?- inquiere el señor de Envidia con una sonrisa forzada.
Es un hombre alto y desgarbado. Parece que no tiene suficiente piel en la cara para hacer cualquier movimiento diferente a sus rasgos, duros e intimidantes, y sus ojos, son dos pozos de oscuridad. Su hijo, Leviatán, es la viva imagen de su padre, solo que un poco más bajo.
No puedo decirles mi misión principal, así que me decanto por mentirles en la cara con gran desparpajo.-Como ya sabréis, dentro de poco seré coronada, y tendré que elegir a un heredero de los círculos como esposo- en este momento a los dos les hacen los ojos chiribitas -pero antes de elegir a lo loco, he decidido conocer cada círculo, sus gentes...
Ya he visto su círculo, y deseaba pasar al siguiente, pero los guardias muy amablemente han dejado caer que no puedo pasar sin su permiso expreso, así que...El señor de Envidia asiente varias veces y me vuelve a sonreir macabramente. Que grima da el tío.
-Si, es para no tener problemas con el resto de círculos, pero tranquilicese, ahora mismo pediré que le redacten un salvoconducto para nuestro traslador- chasquea los dedos, y un sirviente que hasta entonces no había visto sale corriendo por una puerta -mientras tanto, ¿le gustaría acompañarnos en la cena?
Miro a Leviatán, que intenta disimular su sonrisa sin mucho resultado. No sé cuánto tardará el salvoconducto, así que tendré que seguirles el juego.
-Me encantaria- digo yo y me indica el camino permitiendo que le preceda.
Leviatán se adelanta hasta quedar a mi lado y reprimo un escalofrío.
-Hacia mucho que no nos veíamos Astoreth, estás más preciosa que nunca- dice con voz melosa Leviatán y le brindo la sonrisa más falsa de la historia.
-Gracias Leviatán, tú tampoco has cambiado nada- le respondo y eso parece agradarle.
Me conduce hasta un gran salón con una mesa alargada que llena casi toda la estancia. Las paredes, están forradas de cuadros de personas que no he visto en mi vida, a lo mejor no lo saben ellos, los habrán comprado a granel. Reprimo una risa por mis pensamientos y me dirijo a la silla que en ese momento Leviatán aparta para mí. Me siento y a continuación ellos, como dicta el protocolo. Nada más sentarse el señor de Envidia, las puertas a los lados de la estancia se abren y entran los sirvientes con fuentes de plata, de las que van sirviendo a lo largo de la cena. La comida de Envidia es austera, de primero, sopa, prefiero no preguntar de qué, pero por su sabor, no lleva nada. De segundo, una carne sanguinolenta que me da un poco de asco, si, tengo parte súcubo y necesito de vez en cuando sangre, pero tendríais que haber visto ese filete, me iba a saltar a la yugular. Yo pensando ya que me iba a poder ir de rositas, cuando el señor de Envidia me saca de mis intentos de no morirme del asco.
-Bueno, Alteza, ¿y que os ha parecido nuestro círculo?- dice él señor de Envidia.
-Pues...- bebo un poco de vino para quitarme el sabor de la comida -sinceramente, lo veo un poco destartalado...
-¿Destartalado?- dice Leviatán y creo que la he liado.
De repente, el señor E, para abreviar, suelta la carcajada más lúgubre que había oído en mi vida. Se me eriza el pelo de la nuca.
-Vaya, pues gracias, yo diría más bien que está en ruinas, así que vuestro comentario es un alago- dice él -los demonios de este círculos están tan ocupados envidiando lo de los demás, que lo suyo propio les importa un bledo.
Empieza a hablar sobre la decadencia de su círculo y yo solo puedo pensar en el salvoconducto. Tras un rato de peorata, Leviatán se da cuenta de que no estoy haciendo caso.
-¿Te ocurre algo?- me dice y yo niego con la cabeza.
-¿Que? No, tranquilo, es que no querría seguir abusando de vuestra hospitalidad y me queda poco tiempo para la coronación...- digo yo con fingida modestia.
-Oh, tienes razón- el señor E chasquea los dedos y frente a mi aparece el salvoconducto -espero que volváis pronto con buenas noticias.
Me levanto y ellos conmigo. Les brindo la primera sonrisa verdadera de toda la noche y Leviatán me acompaña a la salida. Cuando ya llegamos a la puerta, me para y me hace mirarle.
-Astoreth, esperaré noticias tuyas- me dice y yo reprimo un suspiro -no sabes la felicidad que me brindaría reinar junto a ti.
Me coje la mano y me besa el dorso.
-Gracias Leviatán- digo yo apartando la mano -ya nos veremos.
El sirviente me abre la puerta y salgo disparada por ella dejando atras a un impotente Leviatán. Tardo menos en llegar al pentagrama, y al acercarme, levanto el salvoconducto, a lo que los demonios se apartan. Me guardo el pergamino y cojo la daga. La cicatriz del último corte ya ha desaparecido, hora de hacer uno nuevo. Corto la piel, cae la sangre y soy engullida por la oscuridad.
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Los hijos del infierno
FantasyEn el infierno, una lucha silenciosa se cierne sobre todos los círculos, el deseo de crear una alianza, el deseo de poseerlo todo... Pero es ella la que decide el destino de todos...