-¡Asmo! ¡Asmo!...
Oigo la voz de Astoreth, pero la noto muy lejos. Todo a mi alrededor está oscuro, mi cuerpo no responde, noto un hormigueo que me recorre cada músculo de mi cuerpo. Siento un dolor lacerante en el abdomen, justo donde me dio el espectro con su maldita espada. Fue al intentar que no atacase a Tory, ella estaba ocupada con el otro y justo el mío se dio cuenta de que ella le estaba dando la espalda. Se lanzó a por ella, pero me dio tiempo a ponerme en medio, llevándome el tajo yo, pero al menos Astoreth pudo salvarse de una herida mortal.
-Asmo, por favor, no te vayas...
Me retuerzo en la oscuridad. La herida cada vez me duele más, siento como si Tory volviese a poner su daga al rojo vivo sobre mi piel. Gimo de dolor, pero me doy cuenta de que puedo sentir algo. Dónde se supone que tendría que sentir mi mano, siento una presencia cálida, aunque no consigo determinar que es.
-¡Vamos, por favor, despierta!
Astoreth suena muy preocupada, quiero decirla que no se asuste, que no hace falta que sienta compasión por mi, que ya sé que no me necesita como la necesito yo a ella. Astoreth nunca ha necesitado a nadie, siempre ha hecho todo lo posible para poder valerse por ella misma. Recuerdo verla luchar contra su maestro, Mefisto, con una determinación indestructible. Cada vez que caía, volvía a levantarse. Cada vez que recibía un golpe, aprendía y arremetía con el doble de fuerza. Por eso, la verdad es que no me sorprendió cuando rechazó mi propuesta de matrimonio. Vi la sorpresa en sus ojos, su boca se convirtió en una o perfecta, y cuando creía que había conseguido romper todas las barreras que separaban a Astoreth del resto del mundo, me rechazó.
-Lo siento, pero no siento lo mismo- me dijo y miró hacia otro lado.
Así que ahora no sé porque está llamándome. La verdad es que se está muy a gusto así, en la oscuridad, sin tener que preocuparme por si heredare mi reino o intentarán matarme mientras duermo.
-Por favor, Asmo...- un sollozo -Tenias razón... Yo también siento algo por ti... Te quiero...
Abro los ojos. Al principio solo veo la misma oscuridad de antes, pero entonces empiezo a ver con claridad. Estoy tumbado en una cama, bocaarriba, mirando un dosel rojo carmesí en una habitación en a saber dónde. Parpadeo para despejar completamente mi vista, cuando veo algo a mi izquierda. Giro un poco la cabeza reprimiendo un quejido, es como si me hubiera pasado un camión por encima, para encontrarme con el rostro dormido de Astoreth. Su melena oscura se desparrama por la almohada y un mechón resbala por su mejilla. Sus largas pestañas brillan con la tenue luz de una vela que hay en la mesilla. No me atrevo a decir nada, dormida, su belleza es arrebatadora. Así no parece la chica decidida y dura que siempre he conocido. Así parece frágil, inocente, y hace que mi corazón lata a más velocidad de lo normal. Es estúpido que siendo un incubo, demonio de la lujuria, creado para ir de chica en chica robándole los sueños y la sangre, me haya enamorado, pero es así. Me da igual que suene cursi.
Me intento girar hacia ella, pero la herida me lanza una descarga de dolor por todo el cuerpo sacándome un jadeo. Cuando abro los ojos al pasarse el dolor, veo los de Astoreth abrirse. Siempre me ha impresionado su color violeta, siempre tan brillantes, aunque ahora parecen apagados. No me había fijado, pero tiene ojeras. Sus dormidos ojos se clavan en los mios, y no puedo evitar que una sonrisa estupida salga en mi cara. Creo que no voy a poder dejar de amar nunca a esta chica.-Hola...- susurro.
Sus ojos se abren por completo al oír mi saludo y abre un poco la boca, la cierra, la vuelve a abrir, y antes de que yo pueda decir algo, frunce el ceño.
-¡¿Se puede saber porque te dejaste alcanzar!?- me espeta y se sienta quedando por encima de mi.
-Yo...- empiezo a responder, pero ella no me deja.
-¡Nada de yo! ¡Me has tenido muy preocupada! ¡Casi te mueres en el parque!- va subiendo de tono cada vez más.
Me incorporo como puedo con una mano con el abdomen e intento poner una sonrisa tranquilizadora. No sé cómo lo consigo, porque estoy acojonado. Astoreth da mucho miedo cabreada.
-¡Noctis tuvo que ir a por un sanador! ¡Llevo tres días sin pegar ojo porque no te despertabas!- sigue ella -¡Cómo vuelvas a hacer una cosa así te juro que...!
No la dejo acabar, pongo mi mano en su nuca y la atraigo hacia mi acallandola con un beso. Pensaba que me empujaría, o que me clavaria ella misma su daga, pero se relaja y me sigue el beso hasta que nos apartamos por falta de aire. Apoya su frente el mía y me mira.
-Eres idiota a la enésima potencia- me dice y yo me río.
-Lo se, tranquila, lo se- le digo, y ella me sonríe.
Creo que entonces se da cuenta de que la acabo de besar y se aparta, roja como el dosel de la cama, y una mirada avergonzada. Me da una bofetada que no me hace ni sensación, pero aún así hago una mueca.
-No vuelvas a hacerme esto, ¿vale?- dice Astoreth.
-¿Morirme o besarte?- le digo -Porque si no puedo besarte prefiero morirme.
Ella pone los ojos en blanco y me sonríe un poco.
-Voy... A avisar al sanador que has despertado- dice ella y se dispone a levantarse de la cama.
La sujeto de la mano y ella me mira.
-Te he oído, creo... Creo que por eso he despertado- le digo y ella sonríe.
Se levanta sin decir palabra y sale de la habitación cerrando la puerta. Me dejo caer de espaldas en la cama ganandome un latigazo de dolor, pero casi no lo siento. He besado a Astoreth, ella se ha dejado. El calor fantasma de sus labios se queda sobre los mios hasta que la puerta se vuelve a abrir rato después, entrando ella y un muchacho de nuestra edad, con Noctis detrás con cara de asustada. El muchacho se acerca y yo arqueo una ceja por sus pintas. Va vestido como en la época renacentista, pero además de eso, su propio aspecto físico no es el normal en un demonio. Es rubio, rubio platino, con ojos azules claros como el cielo. Sus ademanes son muy suaves, y me brinda una sonrisa tranquilizadora que me pone de los nervios.
-Tu eres un angel- le digo y el se sorprende.
-¿Tanto se me nota?- suelta una risa suave -Si, soy un ángel, y te acabo de salvar la vida, de nada.
Vale, ahora es más bien petulante. Miro a Astoreth buscando una explicación y ella mira al muchacho.
-Asmo, este es Gaziel, un ángel caido- me dice ella y yo miro a Gaziel.
-¿Y porque te echaron?- le digo yo.
-Oh, por una tontería de nada- se sienta con mucho teatro en la cama -Resulta que no puedes vanagloriarte de poder traer a la gente de entre los muertos...
Espera, ¿traer a la gente de la muerte? Gaziel ve mi cara de pasmo y se ríe otra vez.
-Si, mi querido demonio, te he traído de entre los muertos, ya casi no respirabas cuando tus amigas me llevaron hasta ti- dice él y se atusa las mangas -Asi que de nada.
-Ah, eh, gracias...- digo yo.
Por eso estaba Astoreth tan preocupada. Casi me muero, bueno, en realidad si me había muerto. No pienso contarles a mis padres esto...
Noctis se sube a la cama y me apresa bajo ella con un abrazo. Me tenso al instante y miro a los demás en busca de ayuda, pero solo encuentro la sonrisa de Astoreth.-Tambien ha estado muy preocupada - dice ella y suspira -Noctis, Asmo va a estar bien, dejémoslo que descanse.
Noctis niega con la cabeza pegada a mi pecho y yo sonrio involuntariamente.
-Podeis quedaros a dormir, así hacemos una fiesta de pijamas- digo yo y Noctis levanta la cabeza con los ojos brillantes.
-Os dejaré que os pongáis al día, estare abajo por si necesitáis que le resucite otra vez- dice Gaziel y se va por la puerta cerrandola.
Astoreth se sienta a mi otro lado y mira hacia la puerta.
-¿Soy yo o tú también crees que le han echado por más cosas que por vanagloriarse?- dice ella.
-Te apuesto lo que quieras a que iba detrás de los querubines... Y de los serafines ya de paso- digo yo.
Astoreth se ríe y yo me relajo. Para haber muerto y resucitado, me siento más vivo que nunca.
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Los hijos del infierno
FantasyEn el infierno, una lucha silenciosa se cierne sobre todos los círculos, el deseo de crear una alianza, el deseo de poseerlo todo... Pero es ella la que decide el destino de todos...