Iridiscencia

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Cuando abro los ojos, me cuesta un momento darme cuenta de donde estoy. Noctis duerme plácidamente abrazada a su almohada casi al borde de la cama, no sé cómo no se ha caído. Me tumbo boca arriba y bostezo.
Hace menos de veinticuatro horas me iba a casar con uno de los herederos del infierno, he apuñalado a su padre y he escapado delante de mis padres con un ángel caído y el heredero de Lujuria, con el que casualmente tengo una relación.
Sonrio.
Si hubiese sabido lo divertida que iba a ser esta aventura la habría hecho hace años.
Me levanto con cuidado de no despertar a Noctis y salgo de la habitación. Desde la cocina llegan voces amortiguadas, los demás ya deben de estar despiertos, así que hacia allí me dirijo. Nada más entrar, me encuentro a Gaziel y a Megara cocinando el desayuno, con el ángel caído tarareando una canción que pasó de moda hace quinientos años, y Asmodeo sentado en un taburete en la isla riéndose. Paso mi mano por sus hombros cuando paso por detrás de él y saludo a los demás.

-Buenos días gente- digo yo sentándome al lado de Asmo.

-Hombre, princesa, ya pensábamos que no te levantabas- dice Asmo arqueando una ceja.

-Eh, ayer casi me cargo a un arcangel demoníaco, me merecía una buena siesta- digo yo riéndome.

-Cierto, esta chica necesita energía en forma de desayuno- dice Megara poniendo un plato rebosante frente a mi con una sonrisa -¿Qué tal has dormido, querida?

-En la gloria, gracias por dejarnos dormir aquí, te has arriesgado mucho por nosotros- digo yo agarrando un tenedor.

-Bah, tonterías, por aquí nunca pasan patrullas- dice ella y pone otro plato frente a Asmo -ala, a comer, que tenéis un largo camino todavía.

-Gracias Megara- dice Asmo y empieza a comer con ganas.

El plato huele que alimenta, así que empiezo a comer yo también. Ya me habían hablado de los manjares de Gula, los que no están hechizados, pero esto sobrepasa todas mis expectativas.

-Esto está buenisimo- digo yo después de comerme medio plato casi sin respirar.

-Pero si no es nada del otro mundo- dice Megara con las mejillas sonrosadas.

No volvemos a hablar hasta que terminamos toda la comida, lo que no es mucho después.

-Entonces... ¿Noctis se queda aqui?- dice Asmo.

-Pues claro, no deberíais ir por ahí con una niña pequeña con el peligro en cada esquina, se quedará aquí conmigo hasta que volvais- dice Megara.

-¿Deberíamos despedirnos o nos vamos sin más?- digo yo - a lo mejor es más fácil si no nos ve irnos...

-Pues si... - dice Asmo un poco decaído.

Le miro y le sonrio.

-Eh, no te me deprimas, vamos a volver a verla- el me mira y sonríe un poco -me da que vas a querer llevártela a casa cuando volvamos.

-La pobre no tiene a nadie más...- dice Asmo.

Decidimos irnos antes de que se despierte, y media hora después, estamos saliendo por la puerta con dirección al traslador.
Teniendo en cuenta nuestras acciones del día anterior, las calles están sembradas de soldados buscándonos, así que tendremos que darnos prisa. Echamos a correr por la calle, aumentando el ritmo a cada paso que damos, burlando a varias patrullas antes de llegar a un recodo desde el que se ve el traslador. Me asomo por el borde y miro el panorama.

-Joder, hay dos mas- digo yo y miro a mis acompañantes -a ver, que hacemos...

-Pues les podemos dar de ostias hasta que se aparten, pero nos arriesgamos a que pidan refuerzos- dice Asmo y mira por la esquina.

-¿Y si nos lanzamos con todo nuestro repertorio antes de que puedan hacer nada?- dice Gaziel.

-Vamos, que de cualquier manera nos los tenemos que cargar- digo yo y saco a Klapaucius -intentad que no os den con las espadas.

Asmodeo pone los ojos en blanco dándose por aludido y hace aparecer su espada. Echamos a andar pegados a la pared, todavía amparados por las sombras de las callejas, en total silencio.
Solamente se escuchan los movimientos de la gente en sus casas.
Nunca vayáis a una misión suicida con un móvil.
El bolsillo de mis pantalones empieza a vibrar, y de él sale la música a todo trapo de "Freaks".

-Joder, joder, joder- murmuro yo y saco el móvil como puedo para parar la llamada.

Pero los guardias ya nos han descubierto, y corren hacia nosotros desenvainando sus espadas.

-¡Corred hacia el pentagrama, intentemos no luchar!- exclamo yo y echo a correr hacia el traslador sin mirar hacia atrás.

A mitad de camino las trayectorias de los guardias y las nuestras se encuentran, y se produce una carrera de obstáculos por nuestra parte digna de los juegos Olímpicos.
Frente a mi, un guardia me corta el camino, por lo que imprimo más ritmo a mis piernas hasta que estoy a un metro de él y de su espada, la cual tiene desenvainada y a medio camino de una parábola hacia mi cuello. Doblo las rodillas echando el cuerpo hacia atras y derrapo por el suelo bajo su brazo izquierdo extendido, todo se mueve a cámara lenta como en una película. En los pocos segundos que tardo en evadirle, puedo ver el brillo rojizo de sus ojos bajo el casco, cabreados, sedientos de sangre, la he liado buena.
Mi derrape termina tras de él, y tardo solamente unas milésimas de segundo en ponerme de pie y seguir hasta el pentagrama.
Mi móvil vuelve a sonar, lo ignoro.
Vuelvo mi cabeza un momento para ver cómo van mis compañeros.
Gaziel empuja al otro guardia y tira de algo oscuro que sale de su pecho. Me doy cuenta de que es el alma del demonio cuando este cae al suelo derrumbado y no se mueve más.
Asmodeo pivota sobre su pie izquierdo y para un tajo del demonio que yo he driblado con su espada, dándole con la empuñadura en la nuca desestabilizandole, lo que le da unos segundos de ventaja para llegar hasta donde estoy.
No espero más, me corto la palma con la daga y me teletransporto a Ira antes de que vengan los refuerzos.
Caigo al otro lado y me doy de bruces contra el suelo, lo que me hace ver estrellas por un momento. Gaziel cae a mi lado de lado y suelta un gemido de dolor.

-¿Y Asmo?- digo preocupada.

No tenía porque. Milésimas después cae a nuestro lado. Bueno, más bien sobre mi. Suelto un resuello cuando su cuerpo cae a plomo sobre el mío y giro un poco la cabeza.

-Me encantará tenerte encima mío cuando terminemos la misión, pero por ahora, quita que pesas- le suelto.

-Ah, perdona- se echa al suelo a mi lado boca arriba jadeando y me sonríe -pero te tomo la palabra.

-Me encanta oir vuestras insinuaciones, pero creo que tenemos compañía- dice Gaziel.

Levanto un poco la cabeza y me encuentro con unas botas a unos metros de mi.

-Hola Astoreth- oigo por encima de mi.

No me hace falta levantar la cabeza para saber quién es.
Os presento, a Amón, príncipe de Ira.

Los hijos del infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora