Cuando la espesa capa de magia negra nos deposita en el siguiente traslador, el mundo ha cambiado completamente. Normalmente, como ya he dicho anteriormente, los trasladores se encuentran apartados de la vida diaria, pero este parece estar en pleno centro de la ciudad. Es como haberse teletransportado a la India. Las calles son estrechas, y aún así están repletas de gente llendo y viniendo, aunque con una parsimonia que yo no lograría ni entrenando mil años. Todos visten túnicas de diferentes colores y sus derivaciones cromaticas, algunos se hallan en plena transaccion con un mercader por unas coloridas especias. Otros, se encuentran sentados en terrazas de locales, sobre mullidos cojines fumando de shishas, que sueltan un olor dulzón muy peculiar. Las casas de alrededor son todas bajas, de una sola planta, y pintadas de toda la paleta del arcoiris.
-Bienvenida a Pereza- me susurra Asmo al oído.
Voy a preguntarle porqué ha susurrado, cuando me doy cuenta del silencio. Todo el mundo habla en voz baja, casi inaudible.
-¿Porque hay tanto silencio?- pregunto yo intentando susurrar.
Mi tono de voz todavía es demasiado alto para la gente de Pereza, que me mira inquisitivamente cuando pasamos a su lado.
-Buscan la quietud total para poder dormir y descansar más tiempo, es su objetivo en la vida, no hacer nada, solamente dormir- dice Asmo casi sin mover los labios y tengo que forzar mis oídos para escucharle.
Según nos vamos adentrando en la ciudad, el aire se llena de el olor dulzón de las shishas de antes, lo que hace que empiecen a picarme los ojos. Me los froto intentando despejar mi cabeza, que está empezando a abotargarse. Miro a Asmo, que le pasa lo mismo.
-Joder, justo hemos venido a la hora de la siesta- dice él bostezando.
-¿La siesta?- digo yo luchando por mantener los ojos abiertos.
Entonces me fijo. Una nube amarilla se acerca lentamente por el final de la calle tragándose todo a su paso. Todas las personas que entran en ese humo, algunas con los brazos abiertos, caen al suelo automáticamente. Me agarro al brazo de Asmo, que tira de mi hacia una calle lateral, alejándonos del humo soporífero. Callejeamos entre las casas, por estrechos callejones, hasta salir a otra calle principal donde todavía no ha llegado el humo.
-Tenemos que encontrar un sitio seg...- empieza a decir Asmo, pero en ese momento, oigo un grito.
-¡Ahí están!¡Cogedles!- grita un hombre al final de la calle señalandonos.
Aparta a una mujer que se mecia en medio de la calle tirándola al suelo y se acerca a la carrera hacia nosotros con dos hombres a su espalda. Van con la cara tapada por un pañuelo negro y una oscura capucha, pero por sus ojos, negros como la noche por completo, y su cara de cadáver, sé que son espectros. Son sicarios de Envidia.
Asmo y yo salimos otra vez corriendo por las calles, con los espectros detrás de nosotros pisandonos los talones, y se que no habrá escapatoria.
A no ser que la cree.-¡Por aquí!- le grito a Asmodeo y tiro de el hacia la derecha por un callejón.
-¡Espera, por ahí volvemos al humo!- grita en respuesta él.
-¡Lo sé!- grito yo.
Al final del callejón veo la humareda y aprieto el ritmo de carrera para llegar antes.
-¡No dejéis que entren en el humo, les perderemos!- grita el jefe de los espectros.
Pero es demasiado tarde, nosotros ya hemos entrado.
-No respires- le digo a Asmo y cogemos aire antes de seguir casi a ciegas.
Caminamos de la mano entre gente caída en el suelo, durmiendo plácidamente, buscando un lugar donde refugiarnos. Hay un silencio sobrehumano, por lo que puedo oír unos sollozos que vienen de alguna parte. Tiro a Asmo de la mano y el me mira antes de buscar el origen del sonido.
Caminamos durante un rato, el sonido rebota en todas las fachadas y crea ecos que nos hace difícil descubrir su origen, pero al final lo encontramos. Una niña pequeña, se encuentra de rodillas en el suelo empujando el cuerpo tendido de una mujer, supongo que será su madre. La niña tendrá unos ocho años, y no parece afectarle el humo. Levanta la vista y nos mira con la cara bañada en lágrimas. Sus ojos son de un color ámbar brillantes, y tiene una larga melena color cobre que se desparrama por su espalda.-Por favor, ayudad a mi madre- dice empujando el cuerpo otra vez.
Miro a Asmo, que me suelta, y me agacho al lado de la niña. Desde arriba no me había fijado, pero un charco de sangre crea una aureola alrededor de la cabeza de la madre. Al caer desplomada, se ha debido de desnucar. Miro a Asmodeo, que escudriña el humo en busca de nuestros perseguidores, pero parece no encontrar nada, porque vuelve la mirada hacia mi. Señalo mi cabeza y el asiente. Ya que no podemos hablar, habrá que aprovechar nuestro don para leer mentes.
-La madre está muerta- pienso y Asmo frunce el ceño -no podemos dejarla aquí.
La niña sigue llorando y mirándonos sin saber qué pasa.
-¿Y a donde quieres llevarla? Esos espectros podrían estar en cualquier sitio- me responde Asmo.
Miro a la madre y después a la niña. Dibujo en el aire lo que espero que parezca una casa y la señalo a ella.
-¿Queréis... Saber dónde vivo?- dice ella y yo asiento -a... A unas calles de aquí... Puedo llevaros si ayudáis a mi madre...
Asmo se acerca y coge el cuerpo de la madre en brazos como si no pesara nada. Ayudo a la niña a levantarse y empieza a mostrarnos el camino.
Llegamos en pocos minutos a una casa baja pintada enteramente de rojo pasión. La niña nos abre la puerta y entramos. Allí el aire parece respirable, así que tomo una bocanada. Nunca me había fijado en lo genial que es respirar, aunque no lo necesite. Asmo deja a la madre en un sofá lleno de mantas de intrincados diseños y mira a la niña.-¿Que ha pasado?- dice él.
-Estabamos caminando, y no nos habíamos dado cuenta de la hora... Mi madre se cayó hacia atrás...- la niña tiembla y se echa a llorar otra vez -por favor, ayudadla...
Asmo y yo nos miramos sin saber que hacer. No podemos hacer nada ya por la madre. Me pongo en cuclillas frente a la niña e intento sonreirla.
-¿Cómo te llamas, pequeña?- le digo y ella suelta un hipido.
-No... Noctis- dice ella intentando secarse las lágrimas con las manos.
-Noctis... Que bonito nombre- le digo -yo soy Astoreth, y el es Asmodeo.
Noctis nos mira a los dos y después a su madre.
-No se va a despertar, ¿verdad?- dice Noctis parando de llorar.
-Pues... No, lo siento, al caer ha debido de golpearse muy fuerte la cabeza...- empiezo a decir pero ella aparta la mirada.
Se acerca al sofá y se sienta junto al cuerpo de su madre, acariciándola suavemente el pelo. Asmo me hace una señal y nos retiramos un poco hacia el pasillo.
-¿Que vamos a hacer? Los espectros aparecerán en cuanto se vaya el humo- susurra él.
-Ya lo se- miro a Noctis -pero no podemos dejarla aquí sola.
-Tory, nos persiguen los mayores asesinos del infierno y tú quieres llevarte a una niña pequeña- dice Asmo y se pasa una mano por el pelo -seria muy arriesgado.
-Al menos debemos intentarlo, ademas- digo enderezando la espalda -asi tendríamos un demonio más para el consejo.
-Es una niña...
-Pero es de Pereza, nadie estipuló la edad mínima para que pudiese reclutaros.
Asmo suspira derrotado y mira a Noctis, que nos mira con curiosidad. Se acerca a ella y la observa desde su elevada altura.
-No puedes quedarte aquí sola, ¿te vienes con nosotros?- le dice y Noctis da un respingo.
-¿A-a donde?- dice ella y yo me acerco.
-Vamos buscando un demonio de cada círculo para formar un consejo- digo yo intentando simplificarlo -y de aquí te ha tocado a ti, si quieres el puesto. Si te apuntas, viajarás con nosotros por los demás círculos y buscaremos más gente juntos, ¿te apetece?
Noctis mira por última vez a su madre y se levanta. Se sorbe la nariz y asiente.
-Vale, voy con vosotros.
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Los hijos del infierno
FantasyEn el infierno, una lucha silenciosa se cierne sobre todos los círculos, el deseo de crear una alianza, el deseo de poseerlo todo... Pero es ella la que decide el destino de todos...