Según caigo al otro lado del traslador, no puedo evitar dejarme caer de rodillas. Este pelea ha hecho mella en mi resistencia, estoy entrenada para luchar, pero nunca contra un espectro. Jadeo un poco, pero por suerte no me han alcanzado con sus espadas malditas, así que no tengo heridas incurables. Miro a mis acompañantes. Noctis está sentada en el suelo temblando como una hoja, seguramente este sea su primer viaje en translador, así que no está acostumbrada. Miro a Asmo, que está también en el suelo jadeando y con la camiseta llena de sangre. Abro mucho los ojos y me acerco rápidamente a el.
-Madre mía, dime qué no te han dado...- digo con la voz temblorosa y alargo una mano para tocarle.
-Tranquila- me dice él y coge mi mano a medio camino -ha sido esa fuente de samgre que has creado frente a mi.
Suspiro y el me sonríe.
-No te estarás preocupando por mi, ¿verdad?- me dice enarcando una ceja y siento mis mejillas encenderse.
-Si te mueres, aparte de que me echarán la culpa a mí, me tocaría volver a buscar otro demonio- suelto su mano y me levanto -por no decir que eres el único de vosotros siete que no intenta tirarse sobre mi por la corona.
Asmo pone cara de circunstancias y asiente. Me acerco a Noctis mientras él se levanta y la ofrezco la mano para ayudarla a levantarse. La pequeña se levanta, pero sigue blanca como la cera y temblando.
-Tranquila, se te pasará la sensación de mareo en un rato- miro su mano, que sigue sangrando -vaya, nunca me acuerdo de que sois demonios menores...
Los demonios menores no tienen tanto poder ni de lejos como los arcángeles demoníacos o en nuestro caso, sus hijos, y por ello, tardan más en sanar, tienen menos resistencia, etc. Seguramente por eso su madre se mato al caerse hacia atrás, yo puedo caer desde un quinto piso de espaldas y solo tener un par de moratones. Me abro la sudadera y cojo el bajo de mi camiseta, la cual desgarro en una tira que sujeto alrededor de la palma de Noctis.
-Esto parará la hemorragia, no dejes que se suelte- la digo y ella me sonríe un poco.
-Gracias Tory- dice ella y yo me tenso.
-¿Que?- digo yo y siento la mano de Asmo en mi espalda.
-Admitelo, es más fácil y rápido de decir que Astoreth- mira hacia la ciudad -madre mía, chicas, estamos en Versalles.
Levanto la vista y debo darle la razón. Este círculo está lujosamente decorado a la antigua usanza. Palacetes de piedra bordeando estanques de aguas que reflejan el rojo cielo, enormes jardines con plantas de exquisita belleza, y la gente es un caso aparte. Van vestidos como la realeza del siglo quince, por lo menos. Las mujeres llevan estrafalarios vestidos de grandes faldas, y los hombres todos llevan casaca y algunos hasta peluca.
-Que gente más rara- dice Noctis y no puedo evitar reírme.
Seguramente los de este círculo, Soberbia, pensaran lo mismo de nosotros. Un chico de Lujuria, con su ropa de moda, una niña pequeña de Pereza con una túnica del color de la arena, y una chica vestida para una expedición por la sabana.
-Bueno, ¿y cuál es el plan?- dice Asmo y veo que se pasa la mano por el costado.
-¿Seguro que estás bien?- le digo reticente.
-Que si, es que me ha metido una buena patada- responde él rápidamente y sin mirarme.
Aunque sigo dudando, miro otra vez los palacetes y suspiro. No tengo ni idea de a quien pedir ayuda aquí. Todos son unos snobs que no creen que ayudar a alguien sea tarea suya, así que hablando en plata, estamos jodidos. Cojo a Noctis de la mano que no está vendada y encabezo la marcha hacia la ciudad. Mientras avanzamos, me voy fijando en la riqueza de los detalles de lo que nos rodea. Las farolas son de llama, y están recubiertas por una filigrana de pan de oro. En el estanque más grande del parque, peces multicolores nadan en el creando destellos. Nos cruzamos a una pareja, que nos miran con asco y se van rápidamente como si contagiasemos la peste.
-Este círculo va a ser chungo- digo yo y mis acompañantes asienten.
Nos pasamos medio día intentando hablar con alguien, pero siempre se van arrugando la nariz.
-Que asco de gente, de verdad- digo sentándome en el reborde del estanque.
Noctis se sienta a mi lado y empieza a jugar con los peces de colores. No puedo evitar una sonrisa. Miro hacia el otro lado, Asmo está a mi lado, y no tiene buena cara. Esta pálido, y su camiseta ya debería haberse secado tras tantas horas después de la batalla.
-Asmo, ¿estás bien?- le digo poniéndole la mano en el hombro.
Para su temperatura normal, que es excesiva, está frío. El me mira con cara de cansado y suspira.
-¿Te he dicho alguna vez que eres preciosa?- me dice y yo me sorprendo por su respuesta.
-¿Pero qué narices dices?- miro su camiseta -Te ha dado.
-No, dejalo- dice el intentando apartarme, pero pierde fuerza y acaba apoyado contra mí.
Aprovecho para subirle la camiseta y tengo que ahogar un gemido de dolor. Porque eso tiene de doler. Tiene un tajo medianamente grande en su abdomen marcado, del que no para de salir sangre carmesí.
-Oh, mierda, Asmo, ¿porque no me lo habías dicho?- le digo mirándole.
Se le cierran los ojos y su voz es casi un susurro.
-No quería preocuparte...- me dice y sus ojos se cierran completamente.
-¡Asmo!- grito y Noctis se gira asustada.
-¿Que le pasa?- dice mirando a Asmodeo.
-Necesitamos un sanador, ¡ve a buscar a uno!- la digo y ella asiente antes de salir corriendo por los jardines.
Miro a Asmo, que cada vez está más frio. Le tumbo en el reborde y saco a Klapaucius. Una llama aparece en mi mano y pongo a calentar la hoja.
-Ni se te ocurra morirte, capullo- le digo, pero él no responde.
La hoja empieza a brillar en un tono rojizo, así que apago la llama y pongo la hoja contra la herida de Asmo, cerrándola aunque solo sea por un rato. El gime de dolor y se retuerce, pero entreabre los ojos.
-No llores, por favor...- susurra Asmo.
Entonces me doy cuenta de mis lágrimas llevan un rato cayendo sin control por mi cara, pero me da igual.
-¿Cómo no voy a llorar,pedazo de imbécil?- le digo y el parece sorprenderse.
-Tory...- dice él y yo niego con la cabeza.
-Ni Tory ni hostias, como te mueras te mato- le digo y el suelta un quejido que creo que es una risa.
-Sabia que... Te preocuparias- dice Asmo.
La herida se vuelve a abrir, así que vuelvo a calentar la hoja y a cerrar la herida. Más vale que Noctis encuentre a un sanador capaz.
-¿Y como no me voy a preocupar?- le digo y me paso la mano por la cara, que la tengo empapada -Eres idiota.
-¡Tory!- oigo que gritan y miro a Noctis, que viene corriendo con un chico de nuestra edad detrás.
-Aqui viene la ayuda- le digo a Asmo.
Asmodeo suelta un suspiro lánguido y me agarra la muñeca. Me agacho a su lado y le acaricio el pelo con una mano. Mueve un poco los labios, pero lo único que capto es su pensamiento.
¿Acaso ha dicho, te quiero?
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Los hijos del infierno
FantasyEn el infierno, una lucha silenciosa se cierne sobre todos los círculos, el deseo de crear una alianza, el deseo de poseerlo todo... Pero es ella la que decide el destino de todos...