-¿Te apetece ir a cenar antes de entrar en el siguiente círculo?- dice Asmodeo y yo reprimo una mueca de asco.
-No, gracias, hoy ya he cenado dos veces- digo yo y él se ríe -era la única forma de conseguir el salvoconducto de los de Envidia.
-Bueno, pues al menos esperemos a que "amanezca"- dice Asmodeo haciendo hincapié en el amanezca -los de Pereza no se distinguen precisamente por ser madrugadores.
-¿Qué hora es?- pregunto y el mira su reloj, un Rolex.
-Las tres de la mañana- dice él y se mete las manos en los bolsillos -durmamos un poco y a las nueve si eso salimos hacia allí.
-Me parece buen plan- le digo -¿Pero donde?
-Pues en mi casa, dónde si no- dice Asmo riéndose.
Caminamos por las calles abarrotadas de gente de Lujuria, parece que cuanto más tarde es, más gente sale a la calle. Un grupo de incubos de fiesta, bastante borrachos, se dirige en dirección contraria a la nuestra frente a nosotros, y en cuanto me ven, empieza a silbarme y a soltar piropos subidos de tono. Asmodeo gruñe y frunce el ceño, y me pasa una mano por la cintura pegándome a el. Los incubos reculan automáticamente y se van en busca de otra presa.
-¿Ves porque quiero salir una temporada de aquí?- me dice Asmo y yo levanto la cabeza para mirarle.
-¿Porque te roban a las chicas?- le digo riéndome -dudo que a ti te falten.
Asmodeo sonríe y seguimos el camino entre escaparates de lujo. Al cabo de un rato, llegamos ante uno de los rascacielos que se encuentran en el centro de ciudad y entramos en la recepción. Asmodeo saluda al segurata y camina resueltamente hacia el ascensor todavía agarrándome. Nos metemos en el amplio cubículo de metal y me quedo mirando la ciudad por una de las paredes, que es de un cristal tan transparente que parece que no está allí. Asmo marca la última planta y empezamos a subir, por lo que tengo una mejor vista del círculo de Lujuria a medida que nos acercamos al ático. La ciudad se extiende más allá de lo que me abarca la vista, completamente iluminada como un árbol de Navidad. El ascensor está insonorizado, por lo que me resulta extraño el silencio tras haber caminado por unas calles tan ruidosas.
-¿Te gustan las vistas?- dice él y yo me giro para mirarle.
-Son bonitas, desde mi balcón solo veo jardines, jardines, mi perro infernal de tres cabezas jugando en los jardines...- Asmo suelta una carcajada y no puedo evitar seguirle -al menos aquí tienes un poco más de variedad.
El ascensor se para suavemente y se abren las puertas, a lo que mi acompañante sale y yo le sigo. Caminamos unos metros hasta una de las dos puertas que se encuentran en esa planta, a la derecha, y Asmo saca sus llaves.
-Como debe de molar tener vecinos- le digo yo.
-Te aseguro que no, no sé qué narices hará ese tío, pero aunque el piso este insonorizado, oigo cuando se trae compañia- abre la puerta -cuando estás solo es un coñazo, te lo aseguro.
Entramos y me quedo mirando el piso de Asmo. Ante mi se abre un salón de grandes dimensiones, con dos de las paredes cubiertas completamente por cristaleras, que dan paso a un gran balcón. A la izquierda se encuentra una cocina con isla y una puerta, que supongo llevará a su dormitorio, y a la derecha, otra puerta más. Un gran sofá de color blanco en medio de la sala frente a una televisión de pantalla plana de la tira de pulgadas es donde tomo asiento. Asmo de deja caer a mi lado y suspira.
-Te parecerá pequeño comparado con tu castillo- me dice sonriendo de lado.
-¿Estás de coña? Yo siempre he querido un piso así, tardo diez minutos en llegar al salón del trono desde mi habitación andando- le digo yo riéndome.
Sinceramente, nunca me ha gustado tener que ser la princesa del infierno. Tener que vivir enclaustrada en un castillo, pudiendo salir de higos a brevas al exterior, es como estar en una cárcel. Cómo dicen los humanos, vivir en una jaula de oro. De repente, siento un ramalazo de nostalgia por mis padres. Hace solo un día que no los veo y ya los echo de menos.
-Eh, ¿estás bien?- la voz y la mano que me acarician el pelo me sacan de mis pensamientos.
-Si, si, tranquilo- digo componiendo una sonrisa -es que siento que estoy muy lejos de casa...
-Tranquila, acabaremos esto cuanto antes y podrás volver a tu circulo- dice Asmo sonriendo, pero noto amargura en sus palabras.
Nos quedamos un momento mirándonos antes de que Asmodeo aparte la vista y carraspee levantándose.
-Mmm, hay dos habitaciones, elige la que quieras- dice pasándose un mano por el pelo visiblemente incómodo.
Suspiro. Veo que sus sentimientos no han cambiado. Me levanto y me dirijo hacia la puerta de al lado de la cocina. Antes de entrar, me vuelvo y le sonrio.
-Buenas noches, Asmo- le digo y el sonríe.
-Buenas noches, Tori- dice él y se mete por la otra puerta.
Cierro la puerta a mis espaldas con el corazón a mil. Tori. Así me llamaba el de pequeña. Pero hacia siglos, literalmente, que no lo usaba. Me obligo a respirar con regularidad y pienso en mi misión. Conseguir un consejo. Conseguir el trono por mi cuenta. Me dirijo a la cama con ese mantra en la cabeza, no puedo tener distracciones.
A la mañana siguiente, tras desayunar y asearnos un poco, salimos hacia el translador. Me he vuelto a poner mi ropa de viaje, no pienso pasearme por los otros círculos con minifalda, y Asmo va como siempre, con su estilo desaliñado sexy. Lo que viene siendo lo primero que ha pillado en el armario, una camiseta negra ajustada y unos vaqueros. Va más despeinado que de costumbre, y tiene una cara de sueño que no se la quita ni su café para llevar.-No había madrugado tanto en mi vida- dice él cuando yo me río por su aspecto.
Llegamos al traslador y los demonios de siempre me miran un momento antes de observar a Asmo. Se dan cuenta inmediatamente de quién es y se hacen a un lado.
-Me da que vienes mucho por aqui- digo yo pasando entre los demonios de oscura armadura.
-Lo mío no estarme quieto- dice Asmo dejando el café en el suelo, fuera del pentagrama.
Saca una daga de hierro negro y yo saco la mía, Klapaucius.
-¿Preparada?- dice Asmo con la hoja contra la piel de su mano.
-Siempre- digo yo.
Lanzamos sendos tajos y la sangre fluye hasta el suelo. Lo último que veo antes de desaparecer, es la sonrisa de Asmodeo.
ESTÁS LEYENDO
Los hijos del infierno
FantasyEn el infierno, una lucha silenciosa se cierne sobre todos los círculos, el deseo de crear una alianza, el deseo de poseerlo todo... Pero es ella la que decide el destino de todos...