Escena I

1.2K 27 0
                                    

Al levantarse el telón, suena un campanillazo en el recibidor. ELENA, que se encuentra sola, poniendo en orden los muebles, se apresura a abrir la puerta derecha, por donde entra NORA, en traje de calle y con varios paquetes, seguida de un MOZO con un árbol de Navidad y una cesta. NORA tararea mientras coloca los paquetes sobre la mesa de la derecha. El MOZO entrega a ELENA el árbol de Navidad y la cesta.

NORA: Esconde bien el árbol de Navidad, Elena. Los niños no deben verlo hasta la noche, cuando esté arreglado. (Al mozo, sacando el portamonedas). ¿Cuánto le debo?

EL MOZO: Cincuenta céntimos

NORA: Tome una corona. Lo que sobra, para usted. (EL mozo saluda y se va. Nora cierra la puerta. Continua sonriendo alegremente mientras se despoja del sombrero y del abrigo. Después saca del bolsillo un cucurucho de almendras y come dos o tres, se acerca de puntillas a la puerta izquierda del fondo y escucha). ¡Ah! Está en el despacho. (Vuelve a tatarear, y se dirige a la mesa de la derecha).

HELMER (dentro): ¿Es mi alondra la que gorjea?

NORA (abriendo paquetes): Si

HELMER: ¿Es mi ardilla la que alborota?

NORA: ¡Si!

HELMER: ¿Hace mucho que ha venido la ardilla?

NORA: Acabo de llegar. (Guarda el cucurucho de confites en el bolsillo y se limpia la boca). Ven aquí, Torvaldo; mira las compras que he hecho.

HELMER: No me interrumpas. (Poco después abre la puerta, y aparece con la pluma en la mano, mirando en distintas direcciones). ¿Comprado dices? ¿Todo eso? ¿Otra vez ha encontrado la niñita modo de gastar dinero?

NORA: ¡Pero Torvaldo! Este año podemos hacer algunos gastos más. Es la primera Navidad en que no nos vemos obligados a andar con escaseces.

HELMER: Si...pero tampoco podemos derrochar...

NORA: Un poco, Torvaldo, un poquitín, ¿no? Ahora que vas a cobrar un sueldo crecido, y que ganarás mucho, mucho dinero...

HELMER: SI, a partir de Año Nuevo; pero pasará un trimestre antes de percibir nada...

NORA: ¿Y eso que importa? Mientras tanto se pide prestado.

HELMER: ¡Nora! (Se acerca a Nora, a quien en broma toma de una oreja). ¡Siempre esa ligereza! Supón que pido prestadas hoy mil coronas, que tu las gastas durante las fiestas de Navidad, que la víspera de año me cae una teja en la cabeza, y que...

NORA (Poniéndose la mano en la boca): Cállate, y no digas esas cosas.

HELMER: Pero figúrate que ocurriese. ¿Y entonces?

NORA: Si sucediera tal cosa... me daría lo mismo tener deudas que no tenerlas.

HELMER: ¿Y las personas que me hubieran prestado el dinero?

NORA: ¿Quién piensa en ellas? Son personas extrañas.

HELMER: Nora, Nora, eres una verdadera mujer. En serio, mujer, ya sabes mis ideas respecto de este punto. Nada de deudas, nada de préstamos. En la casa que depende de deudas y préstamos se introduce una especie de esclavitud, cierta cosa de mal cariz que previene. Hasta ahora nos hemos hecho firmes, y seguiremos haciendo otro tanto durante el tiempo de prueba que nos queda.

NORA (Acercándose a la chimenea): Bien, como tú quieras, Torvaldo.

HELMER (Siguiéndola): Vamos, vamos, la alondra no debe andar alicaída. ¿Qué? ¿Ahora salimos con que la ardilla tuerce el gesto? (Abre su portamonedas). Nora, adivina que tengo aquí.

La casa de muñecas - Henrik IbsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora