Escena XIV

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NORA: ¡Ah!... ¿Estas ahí?

HELMER: Si. ¿Ha venido alguien?

NORA: ¿Aquí? No.

HELMER: ¡Es raro! He visto salir de casa a Krogstad.

NORA: ¡Ah! Si; Krogstad ha estado aquí hace un momento.

HELMER: Lo adivino, ¿ha venido para suplicarte que hables en su favor?

NORA: Si.

HELMER: Y que lo hicieras como cosa tuya, ocultándome que había venido. ¿No te ha pedido eso?

NORA: Si, Torvaldo, pero...

HELMER: ¡Nora, Nora! ¿Y has podido actuar así? ¿Entablar conversación con semejante persona y hacerle una promesa? ¡Y, para colmo, mentirme!

NORA: ¿Mentir?...

HELMER: ¿No me has dicho que no había venido nadie? (La amenaza con el dedo)- eso no lo volverá a hacer mi pajarito cantor, ¿verdad? Las aves cantoras deben tener el pico puro y limpio para gorjear bien... sin desafinar. (La coge de la cintura) ¿No es verdad?... si, ya lo sabía yo. (La suelta). Y ni una palabra más respecto de este asunto. (Se sienta delante de la chimenea). ¡Qué bien se está aquí! (Hojea los papeles. Nora sigue adornando el árbol. Pausa).

NORA: ¡Torvaldo!

HELMER: ¿Si...?

NORA: Me alegro muchísimo de poder ir pasado mañana al baile de trajes de los Stenborg.

HELMER: Y yo estoy deseando saber que sorpresa nos preparas.

NORA: ¡Oh! ¡Que tontería!

HELMER: ¿Qué?

NORA: No encuentro un traje que valga la pena: todo es insignificante y absurdo.

HELMER: ¿Ahora sales con eso, Norita?

NORA (Detrás de la butaca, apoyando los codos en el respaldo): ¿Tienes mucho que hacer, Torvaldo?

HELMER: ¡Si...!

NORA: ¿Qué papeles son esos?

HELMER: Cosas del Banco.

NORA: ¿Ya...?

HELMER: He conseguido que los directores salientes me den plenos poderes para hacer todos los cambios necesarios en el personal y en la organización de las oficinas, y pienso dedicar la semana de Navidad a ese trabajo, porque quiero que todo quede arreglado para Año Nuevo.

NORA: Entonces, ¿es por eso por lo que el pobre Krogstad...?

HELMER: ¡Ejem!...

NORA (Pasándose la mano por la cabeza): Si no estuvieses tan ocupado, te pediría un favor muy grande.

HELMER: Veamos. ¿Qué deseas?

NORA: No hay quien tenga tanto gusto como tú. ¡Deseo presentarme bien a ese baile!... Torvaldo, ¿no podrías decidir el traje que llevaré?

HELMER: ¡Vaya! La testarudita se declara vencida.

NORA: Si, Torvaldo, no puedo decidir nada sin ti.

HELMER: Bien, bien, pensaré, idearé algo.

NORA: ¡Ah, qué bueno eres! (Vuelve al árbol de Navidad. Pausa). Pero di, ¿es realmente grave lo que ha hecho Krogstad?

HELMER: Ha cometido fraudes. ¿Sabes lo que quiere decir eso?

NORA: ¿No ha podido ser impulsado por la miseria?

HELMER: Si, se obra muchas veces por ligereza, y no soy tan cruel que condene sin piedad a una persona por un solo hecho de esta índole.

NORA: No, ¿verdad, Torvaldo?

HELMER: Más de uno puede renegarse, a condición de confesar su crimen y de sufrir la pena.

NORA: ¿La pena?

HELMER: Pero Krogstad no ha seguido ese camino. Ha tratado de salir del paso con astucia y habilidades, y eso es lo que lo ha perdido moralmente.

NORA: ¿Crees que...?

HELMER: Una persona así, con la conciencia de su crimen, tiene que mentir, disimular a todas horas y enmascararse hasta en el seno de la familia, delante de la esposa y de los hijos. Y eso, cuando se piensa en los hijos, es espantoso.

NORA: ¿Por qué?

HELMER: Porque semejante atmosfera de mentira contagia con principios malsanos a toda la familia. Cada vez que respiran los hijos absorben gérmenes del mal.

NORA (Acercándose a él): ¿Es eso cierto?

HELMER: He tenido mil ocasiones de comprobarlo como abogado. Casi todas las personas depravadas han tenido madres mentirosas.

NORA: ¿Por qué madres, precisamente?

HELMER: Se debe a las madres con más frecuencia, aunque el padre, como es natural haya obrado lo mismo. Todos los abogados lo saben perfectamente. A pesar de eso, Krogstad ha envenenado a sus hijos durante muchos años, con su atmosfera de mentira y de disimulo, y por eso lo creo totalmente perdido. (Le tiende las manos). Y he ahí porque mi graciosa Norita ha de prometerme no hablar a favor suyo. Prométamelo. Vamos, ¿qué es eso? La mano. Así. Convenido. Te aseguro que me sería imposible trabajar con él, porque semejantes personas me producen malestar físico.

NORA (Retira la mano y se coloca en la parte opuesta del árbol): ¡Que calor hay aquí! Y yo que tengo tanto que hacer...

HELMER (Levantándose y recogiendo los papeles): Necesito, repasar esto antes de comer. Después pensaré en tu traje. Es posible que tenga que colgar también alguna cosa en el árbol de Navidad, envuelta en papel dorado. (Poniéndole la mano en la cabeza). ¡Oh! Mi lindo pajarito cantor. (Entra en su despacho y cierra la puerta).

La casa de muñecas - Henrik IbsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora