Escena XI

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CRISTINA (Deteniéndose confusa): ¡Oh!

NORA: Me sorprendes en plena locura, Cristina.

HELMER: Pero, querida Nora, estas bailando como si se te fuera en ello la vida.

NORA: Y así es.

HELMER: Para, Rank. Es una locura. Que pares, te digo (Rank deja de tocar el piano y Nora se detiene de repente).

HELMER (A Nora): No lo hubiera creído nunca; has olvidado cuanto te enseñé.

NORA (Arrojando la pandereta): Ya lo ves.

HELMER: Vamos, necesitas mucha dirección.

NORA: ¡Ya ves si la necesito! Tú me guiaras hasta el fin. ¿Me lo prometes, Torvaldo?

HELMER: Puedes tener confianza.

NORA: Ni hoy ni mañana debes pensar más que en mí, no has de abrir ninguna carta, ninguna... ni... el buzón.

HELMER: ¡Bueno! Otra vez el temor a aquel hombre.

NORA: ¡Pues bien, si! Algo de eso hay también.

HELMER: Nora, te lo conozco en la cara; allí hay seguramente una carta suya.

NORA: No sé, es... posible; pero ahora no hay que leer cartas. Que no se interponga ninguna sombra entre nosotros hasta que todo haya concluido.

RANK (Aparte a Helmer): No conviene contrariarla.

HELMER (Pasándole un brazo por la cintura): Vaya, niña, se hará lo que quieres; pero mañana, después de que bailes...

NORA: Quedarás en libertad.

ELENA (Desde la puerta de la derecha): Señora, está servida la cena...

NORA: Trae champaña, Elena.

ELENA: Muy bien, señora (Se va).

HELMER: ¡Vaya! Va a haber festín, según parece.

NORA: Fiesta y festín hasta mañana. (Gritando a la criada). Y unas pocas almendras, Elena, o mejor dicho, muchas. (A Torvaldo). Una vez no es todos los días.

HELMER (Tomándole las manos): Vamos, vamos, así me gusta. No hay que ponerse loca de terror. Hay que ser la de siempre, una alondrita cantora.

NORA: Si, Torvaldo, si. Pero vete mientras; y usted también, doctor. Tú, Cristina, me ayudarás a arreglarme el cabello.

RANK (Aparte a Helmer, dirigiéndose al comedor): ¿Y qué? Todo esto, ¿presagia algo?

HELMER: De ningún modo, amigo mío. No es más que esa pueril angustia de la que te he hablado. (Se van por la derecha).

NORA: ¿Y qué?

CRISTINA: Se ha marchado al campo.

NORA: Te lo he leído en la cara.

CRISTINA: Vuelve mañana por la noche; pero le he dejado cuatro letras.

NORA: No has debido hacerlo. No hay que tratar de impedir nada. En el fondo, es un goce esperar el terror.

CRISTINA: ¿Qué esperas?

NORA: ¡Oh! Tú no comprenderías. Anda con ellos. Enseguida iré a reunirme con ustedes. (Cristina sale).

La casa de muñecas - Henrik IbsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora