RANK (Saliendo del despacho de Helmer, y dejando entreabierta la puerta): No, no; no quiero estorbarte; voy a ver a tu esposa un momento. (Cierra la puerta y repara en Cristina). ¡Ah, perdón! También aquí estorbo.
NORA: Nada de eso... (Haciendo las presentaciones). El doctor Rank; la señora viuda de Linde.
RANK: Ese nombre se pronuncia con frecuencia en esta casa. Creo haber pasado delante de usted al subir la escalera.
CRISTINA: Si, yo tardo en subir, porque me fatigo.
RANK: ¿Está usted indispuesta?
CRISTINA: Sólo me encuentro fatigada.
RANK: ¿Nada mas? ¿Entonces viene usted a descansar aquí, probablemente, corriendo de fiesta en fiesta?
CRISTINA: He venido a buscar trabajo.
RANK: ¿Será ese un remedio eficaz contra el exceso de fatiga?
CRISTINA: No, pero es necesario vivir, doctor.
RANK: Si, es una opinión general: se cree que la vida es una cosa necesaria.
NORA: ¡Oh doctor! Tengo la seguridad de que usted tiene también mucho apego por la vida.
RANK: Vaya si lo tengo. Mísero y todo como soy, tengo decidido empeño en sufrir el mayor tiempo que pueda. A mis clientes les ocurre lo propio. Y lo mismo opinan los que padecen achaques morales. En este momento acabo de dejar uno en el despacho de Helmer, un hombre en tratamiento; hay hospitales para enfermos de esa índole.
CRISTINA (Con voz sorda): ¡Ah!
NORA: ¿Qué quiere usted decir?
RANK: ¡Oh! Hablo del abogado Krogstad, a quien usted no conoce. Está podrido hasta los huesos y, sin embargo, afirma, como cosa de la mayor importancia, que es necesario vivir.
NORA: ¿De veras? ¿De qué hablaba con Helmer?
RANK: A ciencia cierta, no lo sé. Lo único que he oído es que se trataba del Banco.
NORA: Yo no sabía que Krog... que el señor Krogstad tuviera que ver con el Banco.
RANK: Si, se le ha dado una especie de empleo. (Dirigiéndose a Cristina). No sé si también allá, entre ustedes, existe esa especie de hombres que se afanan en desenterrar podredumbres morales, y, en cuanto encuentran un enfermo, lo ponen en observación, proporcionándole una buena plaza, mientras los sanos se quedan fuera.
CRISTINA: Hay que confesar que los enfermos son los que más cuidados necesitan.
RANK (Encogiéndose de hombros): Bien dicho. Es una manera de convertir a la sociedad en hospital. (Nora, que ha permanecido abstraída, rompe a reír, batiendo palmas). ¿Por qué se ríe usted? ¿Sabe siquiera lo que es la sociedad?
NORA: ¿Y quién habla de la inaugurarle sociedad de usted? Me reía de otra cosa... una cosa tan graciosa... Dígame usted, doctor... ¿todos los que tienen empleos en el Banco serán, en lo sucesivo, subordinados de mi esposo?
RANK: ¿Es eso lo que la divierte a usted?
NORA: (Sonriendo y tarareando): No haga usted caso. (Da vueltas por la habitación). ¡Pensar que nosotros... que Torvaldo tenga ahora influencia sobre tanta gente! Realmente es muy divertido y me parece increíble. (Saca del bolsillo el cucurucho de almendras). ¿Quiere usted almendras doctor?
RANK: ¡Hola! ¿Almendritas? Creía que eso era contrabando aquí.
NORA: Si, pero estas me las ha dado Cristina.
CRISTINA; ¿Yo?
NORA: Vamos, vamos, no te asustes. Tú no podías saber que Torvaldo me ha prohibido comer dulces. ¡Bah!... ¡Por una vez!... ¿Verdad, doctor?... ¡Tenga usted! (Le pone una almendra en la boca). Y tú también, Cristina. Yo comeré una muy pequeñina... dos a lo sumo. (Empieza a dar vueltas por la habitación otra vez). Pues, señor, soy inmensamente feliz. Solo una cosa deseo todavía ardientemente.
RANK: Sepamos. ¿De qué se trata?
NORA: Una cosa que me entran ganas irresistibles de decir delante de Torvaldo.
RANK: ¿Y quién le prohíbe a usted decirla?
NORA: No me atrevo: es demasiado fea.
CRISTINA: ¿Fea?
RANK: Entonces, es preferible que se calle, pero a nosotros... ¿Qué es lo que tiene usted tanto deseo de decir delante de Torvaldo?
NORA: Tengo unos deseos atroces de gritar: ¡rayos, truenos, huracanes!
RANK: ¡Que loca es usted!
CRISTINA: Vamos, Nora...
RANK: Pues grite usted; aquí está.
NORA (Escondiendo las almendras): ¡Chis, chis! (Sale Helmer del despacho, con un abrigo en el brazo y el sombrero en la mano).
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La casa de muñecas - Henrik Ibsen
Ficción histórica"Casa de muñecas" tiene como protagonistas a Torvald Helmer y a Nora, una pareja de buena posición económica que se casó hace ocho años y tiene tres hijos. Con la llegada de Cristina, una vieja amiga de la infancia de Nora, la protagonista se confie...