Escena IX

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NORA (Entreabriendo con precaución la puerta del vestíbulo y escuchando): Se ha marchado. No le enviará la carta. ¡No, no, es imposible! (Abre la puerta mas cada vez). ¿Qué es esto? Se ha detenido. Reflexiona. ¿Iría a...? (Se oye caer una carta en el buzón, y después los pasos de Krogstad, cuyo ruido va extinguiéndose a medida que baja la escalera. Nora reprime un grito y vuelve corriendo hasta el velador. Un momento de silencio). ¡Está en el buzón! (Vuelve sigilosamente a la puerta del recibidor). ¡Está ahí!... ¡Torvaldo... nos hemos perdido!

CRISTINA (Entrando con el traje por la puerta de la izquierda): No he podido hacer más. ¿Quieres probártelo?

NORA (Bajo, con voz ahogada): Cristina, ven aquí.

CRISTINA (Poniendo el vestido sobre el sofá): ¿Qué tienes? Parece que estás completamente trastornada.

NORA: Ven aquí. ¿Ves esa carta? ¿Ahí, a través de la abertura del buzón?

CRISTINA: Si, la veo perfectamente.

NORA: Esa carta es de Krogstad.

CRISTINA: ¡Nora!... ¿Fue Krogstad quien te prestó el dinero?

NORA: Si. Lo sabrá todo Torvaldo.

CRISTINA: Créeme Nora, es lo mejor para ustedes dos.

NORA: Es que no lo sabes todo; he puesto una firma falsa.

CRISTINA: ¡Gran Dios!... ¿Qué dices?

NORA: ¡Ahora oye, Cristina! Oye lo que voy a decirte; necesito que me sirvas de testigo.

CRISTINA: ¿De qué? ¡Dime!

NORA: Si yo me volviese loca... y bien puede darse el caso...

CRISTINA: ¡Nora!

NORA: O si me ocurriera alguna desgracia... y yo no estuviese aquí para...

CRISTINA: ¡Nora, Nora, has perdido el juicio!

NORA: Si hubiera entonces alguien que quisiera atribuirse toda la culpa... ¿comprendes?

CRISTINA: Si, ¿pero cómo puedes creer?

NORA: En ese caso debes declarar que es falso, Cristina. No estoy loca; estoy en mi sano juicio, y te digo: ninguna otra persona lo supo; obré sola, absolutamente sola. Acuérdate bien de esto.

CRISTINA: Bien, lo recordaré; pero no comprendo...

NORA: ¡Ah! ¿Cómo vas a comprender? Es que va a realizarse un prodigio.

CRISTINA: ¿Un prodigio?

NORA: Si, un prodigio. ¡Pero es tan terrible!... Cristina, es preciso que no ocurra tal cosa: no quiero, a ningún precio.

CRISTINA: Voy a hablar con Krogstad ahora mismo.

NORA: No vayas a verlo; lo pasarías mal.

CRISTINA: Hubo un tiempo en que hubiera hecho el mayor sacrificio del mundo por complacerme.

NORA: ¿Él?

CRISTINA: ¿Dónde vive?

NORA: ¡Que se yo!... Digo, si. (Se registra el bolsillo). Aquí está su tarjeta. ¡Pero la carta!

HELMER (Llamando a la puerta que comunica con sus habitaciones): ¡Nora!

NORA (Lanzando un grito de angustia): ¿Qué ocurre? ¿Qué quieres?

HELMER: ¡Vamos, vamos! No te asustes, es que no podemos entrar: has cerrado la puerta. ¿Te estás probando el vestido?

NORA: Si, sí, estoy probándomelo. ¡Voy a estar muy guapa! Torvaldo...

CRISTINA (Después de mirar la tarjeta): Vive cerca de aquí, en la esquina de esta calle.

NORA: Si, pero ¿para qué? Estamos perdidos. La carta está en el buzón.

CRISTINA: ¿Tiene la llave tu marido?

NORA: Siempre.

CRISTINA: Krogstad puede reclamar la carta antes que sea leída, inventando un pretexto cualquiera.

NORA: Pero es precisamente la hora en que Torvaldo acostumbra...

CRISTINA: Entretanto, anda a su habitación. Yo volveré todo lo antes que pueda. (Sale precipitadamente por la puerta del vestíbulo).

La casa de muñecas - Henrik IbsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora