Él

01: Después de la tormenta, viene la calma.

         Washington D.C – viernes, septiembre 2017

Las luces en el cielo se esparcieron como fuegos artificiales y no precisamente porque se trataran de ellos, sino porque era la forma que la naturaleza tenia de informar que se acercaba una fuerte lluvia. Los estruendos que sonaban ante cada relámpago, hacían que las personas corrieran y anduvieran con prisa por las calles en busca de algún refugio que los protegiera de aquella amenaza. Algunos preferían tomar un taxi, otros corrían a la parada del metro y por último, solo un reducido grupo prefería adentrarse a un lugar de comida para poder cenar a gusto y esperar que la lluvia pasara.

Sin embargo, entre aquella manada de habitantes solo uno se encontraba bajo el techo de la parada del bus observando por décima vez su teléfono. El reloj en la pantalla marcaba las nueve y treinta de la noche y él aún seguía allí, esperando que su mejor amigo fuera a recogerlo como lo había prometido. El chico suspiró y volvió a marcar el número del contrario, deseando desde sus adentros que esta vez si tuviera algo de suerte, y como si un genio hubiera escuchado su petición, logró escuchar cómo atendían.

―Finn, ¿dónde estás? Llevo casi dos horas esperándote, ¿vendrás? Aquí está por llover. ―explicó con premura el chico mientras tomaba asiento en la banca de la parada. El sonido de un jadeo lo confundió y lo llevó a retirarse el teléfono de la oreja por un momento. ―¿Finn?

―Él está ocupado... lo siento. ―un gemido acompañó aquella información, haciendo que el castaño mordiera su labio inferior con fuerza y escuchara como alguien parecía arrebatarle el teléfono al contrario y cortar.

Noah se quedó en aquella posición por un momento, escuchando como el sonido de la llamada culminada se adentraba por su oído.

Una vez más, Finn había preferido dejarlo tirado a su suerte. El chico suspiró y guardó el teléfono en el maletín que llevaba consigo y este a su vez lo resguardó dentro de su abrigo. La lluvia había comenzado a caer, así que no tenía mucho que hacer. Las gotas que apenas lograban mojar tomaron algo de intensidad cubriendo por completo a la ciudad. El castaño en cuestión ni siquiera podía observar los edificios frente a él por la enorme cortina de lluvia que se había posado sobre estos.

Noah suspiró y se abrazó con fuerza a su maletín mientras que veía como el agua comenzaba a mojarle los zapatos y a su vez el final de sus pantalones, ascendiendo poco a poco. Aquel techo sin duda alguna no podía protegerlo, ¿pero qué podía hacer? Al menos allí se resguardaba un poco. Tan solo tendría que esperar a que la lluvia cesara y si corría con algo de suerte, tomar un taxi hacia un hotel; ya que después de aquella llamada, el chico sabía que no podía ir al departamento que compartía con su mejor amigo. El castaño volvió a morder su labio inferior y cerró sus ojos con fuerza cuando sintió como la fuerte ventisca que por allí andaba, hacía que las gotas de lluvia le empaparan la espalda y parte de su rostro y cabello.

El castaño quería odiar a su mejor amigo en ese momento pero... simplemente no podía hacerlo. Era sin duda alguna un fracasado por no poder alejarse por completo del idiota que a pesar de sus torpezas y errores, lo hacía sonreír con una simple mirada, con una diminuta sonrisa. 

Noah dejó escapar todo el aire de sus pulmones en un pequeño sollozo.

¿Por qué de entre todas las personas tenía que pasarle a él?

Sabía que aquella situación era muy trillada, porque inclusive había leído algunas historias durante su carrera y sin embargo, jamás se imaginó el verse envuelto en aquella situación. Sin duda alguna todo aquello le había dejado la lección de que en ocasiones no se pueden controlar los sentimientos. Si él hubiera sabido cuándo y cómo, sin duda alguna no estuviera en aquella lamentable escena, pero el hubiera a esa altura ya no era de importancia.