17: Cookie

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Finn lo miraba.

Por extraño que parecía sentía que todo era diferente con la simple presencia de Noah. Para Finn el departamento ya no lucia gris, al contrario, ahora estaba comenzando a llenarse de colores como un arcoíris después de un soleado pero tormentoso día. Comenzaba a creer en la frase que muchas veces había escuchado, después de la tormenta viene la calma y sí, eso quería, que toda la oscuridad finalmente se acabara y su vida diera nuevamente paso a la luz. Que Noah fuera esa luz.

Su Noah era esa luz.

A pesar de que llevaban veinte minutos ahí, uno frente al otro, sentados en el sofá de sala sin decirse nada, Finn no se sentía incómodo, para nada. Por primera vez en un mes y medio se sentía relajado, se sentía en confianza. No quería hablar, temía que cualquier cosa que dijera arruinara todo, así que prefirió observar al castaño, buscando algún cambio al Noah que recordaba.

Su cabello lucia del mismo largo, sus mejillas lucían un poco más rellenitas y eso causó en Finn unas enormes ganas de pellizcarlas y besarlas. Sus ojos esmeralda lo miraban y Finn solo podía sentir como se enamoraba. Esa mirada de tono verde finalmente volvía a verle.

―¿Y cómo pasaste tu cumpleaños?

El pelinegro sonrió un poco. Inclusive escucharle hablar hacía que su corazón se alborotara. ¿Qué le había hecho Noah Schnapp para ponerlo de esa manera?, ¡vamos!, parecía una quinceañera que ve al chico de sus sueños, aunque si lo pensaba bien no había mucha diferencia. Noah se había convertido en el chico de su sueños.

―Estupendo. Sadie y Caleb me llevaron a cenar, luego fuimos a bailar un poco. ―comentó alzando los hombros. ―Sin embargo, lo mejor de la noche ha sido que mi deseo de cumpleaños se hizo realidad.

―¿De verdad?

―Si, Noah. Tú eres mi deseo de cumpleaños.

Finn miró las mejillas de Noah teñirse de rojo y sintió unas inmensas ganas de acortar la distancia entre ellos y acariciarlas.

―Me alegra que hayas pasado un grandioso cumpleaños.

―Gracias, Noah, pero ya no hablemos tanto de mí, ¿tú cómo has estado?

―Yo... bueno, no voy a mentirte. Al principio fue un poco difícil pero con el paso de los días me di cuenta de que era lo correcto, Finn.

―Lo sé, hiciste lo que tu corazón dictaba y aunque me dolió muchísimo, respete tu decisión. ―susurró.

―Y gracias por hacerlo, Finn.

Finn negó. Noah no tenía nada que agradecerle. Al contrario, era él quien se encontraba ―a pesar de todo―, agradecido. Durante las últimas semanas había crecido como ser humano y había aprendido.

―¿Y a dónde fuiste?

―Estuve en Nueva Orleans. Jaeden y yo habíamos desarrollado una estrategia de aprendizaje para alguno de sus alumnos, funcionó tan bien que la querían implementar en algunos colegios de esta ciudad. La invitación era para ambos pero Jaeden dijo que la idea originalmente había sido mía, así que estaba la opción de ir juntos o solo yo. ―Finn asintió escuchando a su mejor amigo. ―Luego pasó todo lo nuestro y bueno, Jaeden notó que yo necesitaba alejarme un poco de este ambiente y me aconsejó irme, así que lo hice.

―Entonces... ¿deberás volver?

Finn sintió como sus pulmones comenzaban a quedarse sin aire poco a poco. Aunque Noah no le había dado una respuesta él ya se estaba esperando lo peor.

―No. He regresado porque culminé con mi labor allá, enseñé a los profesores a aplicar la estrategia y entre ellos mismos pueden enseñarla. Así que regresé para quedarme, además, extraño a mis estudiantes.

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