03: Comenzar de nuevo

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El fin de semana había transcurrido con rapidez para los jóvenes amigos. Después de pasar toda la tarde del sábado platicando y comiendo helados, habían pedido pizza para la cena acompañada de una Coca-Cola bien fría. Ambos jóvenes hablaban como si nada hubiera ocurrido entre ellos. Finn le comentaba algunas anécdotas de su trabajo y Noah hacía lo mismo con él. Inclusive había compartido algunos chistes que decían en el salón de profesores cada vez que se reunían para tomar café.

El domingo había sido un poco diferente. Noah se había quedado gran parte del día en su habitación, revisando las evaluaciones de sus alumnos de literatura. A Noah le alegraba muchísimo ver que la mayoría se encontraba interesado en la materia y eso lo hacía sentirse satisfecho con su aporte a la sociedad, realmente esperaba que sus alumnos pudieran desarrollarse en el área así como él lo había hecho desde que aprendió a leer.

Finn por otro lado, se había encargado de hacer las compras para la semana, aunque le hubiera encantado que Noah lo acompañara, entendía que estaba ocupado y él respetaba su trabajo. Así que trató de hacer las compras en el menor tiempo posible. Ese día quería pasarlo con su mejor amigo, le había gustado mucho pasar el día anterior con él, aunque la verdad era que a Finn le gustaba mucho pasar tiempo con Noah, solo que el azabache parecía aun no ser consciente de ello. Cuando llegó al departamento aquel mediodía, preparó un rápido almuerzo y cuando estuvo listo, sacó a Noah de la habitación para que almorzara con él.

Ambos jóvenes habían comido entre risas, Finn siempre hacía gestos para hacer reír a Noah y el castaño siempre terminaba haciéndolo. Le era difícil contener las risas si Finn siempre hacia algún comentario gracioso o hacia algún gesto que lo hiciera retorcerse de la gracia que le causaba. Cuando terminaron el almuerzo ese día, Noah lo ayudó a lavar los utensilios de la cocina, terminando ambos empapados y llenos de jabón después de haber tenido una ligera pelea con la esponja de lavar los platos. Finn al final se rindió dejando a Noah como vencedor, por ello el castaño se fue a bañar para continuar con su trabajo.

Finn se sentía complacido de como transcurría su domingo, a pesar de que había recibido algunos mensajes de texto con insinuantes invitaciones, él había elegido ignorarlos, había decidido pasar el fin de semana con Noah y aunque el castaño no se lo hubiera pedido, Finn quería hacerlo. Cuando la noche cayó, ambos se encontraron abrazados en el sofá mirando una película de terror. Noah no era amante del género, pero Finn le había insistido tanto en ver la película de «El Conjuro» que había terminado por complacerlo. Sin embargo, no había transcurrido ni media hora de la película cuando Noah ya se encontraba tembloroso con el rostro oculto en el pecho del mayor. Finn ante ello solo había mordido su labio y lo había abrazado con fuerza, protegiéndolo de lo que sea que el castaño temiera.

Cuando el lunes llegó, Finn había llevado a Noah al colegio en el que trabajaba, dejándolo con la promesa de irlo a buscar, ya que tenía pensado pasar la tarde con su mejor amigo. Una película y luego una visita a un Burger King le parecía un grandioso plan.

El día transcurrió con tanta rapidez, que Noah no había estado consciente de la cita hasta que el timbre de salida le recordó que su labor ese día había culminado. El castaño se despidió con un movimiento de mano de cada uno de sus alumnos. Cuando se encontró a solas en el aula, tomó el borrador y se dispuso a limpiar el pizarrón para dejarlo listo para el día siguiente, el joven estaba acostumbrado a hacerlo, pues no le gustaba tener que llegar a clases y tener su lugar de trabajo manchado.

El sonido de la puerta hizo que el joven se exaltara y girara en dirección a está, una sonrisa se dibujó en su rostro a ver a su compañero de trabajo allí. Con un movimiento de cabeza le invitó a pasar, mientras que Noah terminaba de limpiar el pizarrón, regresando a su escritorio para comenzar a guardar sus cosas.

―Venía a ver si ya estabas listo para irnos, Noah. ―comentó Jaeden observando cómo su compañero terminaba de guardar sus pertenencias. Noah asintió colgando su maletín en el hombro derecho.

―Lo estoy, pero no me iré contigo. ―el contrario negó mientras que Noah sonreía y ocultaba las manos en sus bolsillos. ―Finn vendrá por mí, dijo que pasaríamos la tarde juntos.

―¿Y tú le crees? ―cuestionó de manera recelosa el chico. El maestro de literatura asintió mordisqueando su labio inferior. ―Noah, por Dios. Te dejó plantado el viernes por la tarde, te mojaste inclusive, ¿tengo que recordarte eso? ―el más bajo negó haciendo un puchero.

―Pero prometió venir...

―¿Y las veces anteriores no lo ha prometido? Siempre promete lo mismo y siempre te deja solo, como un plato de segunda mesa. Pensé que harías cambiar las cosas como lo platicamos el sábado por la mañana, ¿qué paso? Te veías tan decidido ese día. ―suspiró el más alto pasando una mano por su cabello para luego cruzar sus brazos.

―Hablamos... enserio hablamos. Me pidió disculpas y nos reconciliamos. Se comportó distinto esta vez, ha estado atento todo este fin de semana y en verdad siento que esta vez será diferente. Créeme, Jaeden. ―susurró el menor mirándolo con tristeza. El castaño más alto iba hacer un comentario pero el sonido que causó el teléfono de Noah al vibrar en el escritorio lo interrumpió.

Noah tomó el aparato y sonrió ampliamente al ver el mensaje de texto que había recibido. Su pecho se había calentado ante los rápidos latidos de su corazón. Jaeden lo notó y frunciendo el ceño cuestionó.

―¿Qué ocurre?

―¡Finn vino! Te dije que esta vez sería diferente. Me dice que está esperándome afuera. Así que me daré prisa. ―el chico con torpeza guardó el teléfono en su bolsillo, guardó la silla en el espacio del escritorio y lo limpió con la palma de su mano. Luego observó a su amigo haciéndole señas para salir.

―Te acompañaré a la salida, necesito ver con mis propios ojos que ese greñudo está aquí. ―Noah se rio por la forma en que su compañero llamó a su mejor amigo. Sabía que el cabello de Finn era un desastre en ocasiones pero así le gustaba y mucho. ―¿Seguro leíste bien el mensaje, Noah?

―Oye, claro que lo leí bien. ―bufó el chico de orbes verdes mientras cerraba la puerta del salón y comenzaba caminar por el pasillo, seguido de Jaeden. ―Sé que Finn es un idiota, pero en verdad se veía arrepentido esta vez, yo creo que está siendo más consciente y no quiere perder nuestra amistad.

Jaeden lo escuchaba mientras caminaban. Su mirada solo se encontraba fija en la puerta del lugar, aquella que se iba acercando más y más a ambos. Cuando al fin llegaron y colocaron el pie fuera del edificio. Sus labios se entreabrieron ante la sorpresa. Era cierto, Finn estaba allí. Su automóvil se encontraba estacionado frente al colegio, mientras que él se encontraba con la espalda apoyada sobre la puerta del copiloto. Llevaba una camisa hasta sus codos de tono blanco y una corbata negra colgando, sus orbes se encontraban ocultos tras unos enormes lentes de sol. Jaeden frunció el ceño, ni siquiera hacía sol aquella tarde.

Su mirada viajó a su amigo y suspiró. Noah veía al azabache de una manera que Jaeden sabía que jamás lo miraría. Los orbes esmeraldas del castaño brillaban y sus labios se encontraban entre abiertos. Inclusive sus mejillas tenían ese tono carmesí que a Jaeden le encantaban, pero solo le agradaban cuando él era el responsable de hacerlo aparecer. Jaeden suspiró y bajó la mirada. Tendría que darse por vencido. Tal parecía que Finn esta vez sí estaba dispuesto a luchar por mantener la amistad que entre Noah y él existía. Aunque Jaeden quisiera hacer feliz a Noah, él entendía que solo Finn parecía lograr cumplir con ello.

―Bueno... deberías ir, no lo hagas esperar más. ―susurró el mayor. Noah salió de su trance y asintió. Abrazó a su amigo y le besó la mejilla con ternura.

―Te veré mañana, linda noche. ―aquellas fueron las únicas palabras de despedida que Noah le dio.

Jaeden se quedó allí, con sus manos ocultas en los bolsillos. Desde su posición pudo notar como Finn había recibido al castaño con un abrazo y luego de ello lo había besado en la mejilla. Después le había abierto la puerta del copiloto y minutos después de que él rodeara el automóvil, se marcharon. Un suspiro abandonó el cuerpo del muchacho. 

Era inútil, Finn realmente parecía querer comenzar de nuevo.

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