Epílogo

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Suspiró y miró al frente.

Por tercera vez consecutiva se colocó de pie y comenzó a caminar de un lado a otro, siendo consciente de que él se encontraba mirándolo.

―Noah, abrirás un hueco en el suelo si sigues así.

―Es que no puedo evitarlo. ―se defendió el castaño.

Finn soltó un suspiro y se colocó de pie interceptando su andar. Lo sujetó de la cintura y lo miró regalándole una sonrisa.

―Sabes que todo irá bien, sólo falta que él venga.

―Lo sé pero, ¿y si ahora no nos quiere?, ¿qué haremos? ―habló con rapidez.

Su pareja sonrió.

―Amor, él nos eligió a nosotros desde el primer día, ¿lo olvidas? ―Noah negó. ―Hemos venido a cada visita y en cada una de ellas nos hemos acercado mucho más. ―Noah suspiró y abrazó a Finn por los costados dejando el rostro descansar en uno de sus hombros.

―Sólo quiero que todo salga bien... ―susurró.

Finn lo abrazó con suavidad dejándole caricias en la espalda, aprovechando de besarle el cabello repetidas veces.

―Todo saldrá bien, te lo prometo.

El sonido de la puerta los hizo separarse, observando como la directora del lugar ingresó regalándoles una amplia sonrisa, la cual fue correspondida por la pareja inmediatamente.

―¿Están listos? ―ambos asintieron. ―Perfecto, iré por él.

Nuevamente la pareja asintió manteniendo la mirada en la puerta de la oficina que la mujer dejó abierta. Noah sujetó la mano de Finn con fuerza, el azabache por su parte sólo comenzó a dejarle caricias en los nudillos tratando de calmarlo.

Él se encontraba nervioso pero trataba de lucir confiado para poder brindarle esa seguridad a Noah.

La directora regresó a la oficina con una pequeña maleta en su mano dejándola en el medio de la habitación. Detrás de ella un pequeño niño de cuatro años ingresó cargando una mochila en sus hombros.

La pareja sonrió.

Noah fue el primero en soltar la mano de Finn y acercarse al niño, se acuclilló frente a él ofreciéndole una mano.

―Hola, pequeño Liam. ¿Cómo estás hoy?

El pequeño de ojos avellana lo miró y le regaló una amplia sonrisa, dejando al descubierto todos sus dientitos de leche.

―Muy feliz, la señorita Beth dijo que hoy me iré con ustedes. ―Noah asintió.

―¿Te hace feliz ir a vivir con nosotros? ―preguntó Finn, una vez que se acercó a su pareja y le copió la posición. Liam asintió en respuesta. ―¿Estás feliz de que seamos tus padres ahora?

―Mucho de feliz. ―exclamó el pequeño en su tierna y original forma infantil de expresarse. ―¿Ya puedo decirles papitos?

Noah sintió las lágrimas aglomerarse en el borde de sus ojos al escuchar esa pregunta. Su corazón latía de dicha en su pecho.

―Claro que sí, bebé. Finn y yo ahora seremos tus padres y te cuidaremos muchísimo, muchísimo.

―Así es, campeón. Noah y yo estamos muy felices de que seas nuestro hijo.

El pequeño los miró a ambos y los abrazó al colgar sus pequeños brazos en los hombros ajenos. Noah lo sujetó de la cintura y Finn también lo hizo, dejándole un beso al niño en el cabello.

ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora