Miércoles (...)

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— ¿Así que suspendieron a dos de tus compañeros?

— Si. Fue lo más emocionante de ayer, abuela.

— ¿Los conocía? —La mujer de canosos cabellos azules siguió en su tejido mientras hablaba, Yusaku estaba en las mismas.

— Los invite para mi cumpleaños, en primaria, antes de que apareciera cierto personaje con lentes en mi vida.

— Ah… —La anciana dejó el guante a medio tejer en su regazo y volteó a ver a su nieto con una cara de confusión— ¿Y me agradaron?

— Los querías lejos de la casa antes y después de Takeru.

— Entonces hiciste lo correcto al delatarlos —La mujer sonrió y volvió a su tejido— Pero nadie te vio ¿Cierto?

— Me asegure que no fuera así. Más allá de un chico del consejo estudiantil, pero él no dirá nada. En mi “posición” jura que habría hecho lo mismo.

— Es posible, igual si pasa algo, yo misma tomaré cartas en el asunto.

— La última vez que dijiste eso abuela, terminamos casi escapando de la ciudad —Yusaku volteó a ver a su abuela.

— Pero tuviste un buen cumpleaños ¿No?

— El mejor, maldita sea.

Eso le gustaba de ir a casa de su abuela, podía hablar sin restricciones y recordar agradables, además de extrañas, anécdotas del pasado.

— ¿Y mi tía Mizu?

— No lo se y no quiero saber. Me enoje con ella.

— ¿Por qué? —Yusaku agarró la elegante taza llena de té con leche.

— Porque ella insiste en que es feliz atendiendome, no quiere vivir su vida. Casarse o progresar aún más en su carrera… no, prefiere servirme y no progresar. Me desespera.

— Conozco a muchos ancianos, sin ofenderte abuela, que estarían encantados con tener al hijo siendo su esclavo.

— Bien por ellos. Yo quiero que mis hijos vivan sus vidas por cuenta propia. —La mujer imitó a su nieto y bebió un poco del contenido de la taza que tenía enfrente.

— Insisto en mi punto anterior.

— Y yo en que mi hija debe vivir su vida, de todos modos yo ya estoy vieja, ya hice todo lo que quería (al menos la mayoría) y ahora lo único que quiero hacer antes de morirme… es conocer personalmente al inteligente pero ingenuo chico que te robó el corazón.

— Lo harás un día abuela… te lo aseguro.

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