Capítulo 10

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¡Hola! Queridos lectores, espero que disfruten de este nuevo capítulo, y sepan disculpar si encuentran faltas ortografias.
Bien, me gustaría que me dieran su opinión acerca de esta historia, o si tienen algún comentario bienvenido  sean. Si les ha gustado este nuevo capítulo denle a la estrellita.
¡Gracias!

***

–Enhorabuena, camarada–Exclamó el escocés en tono jovial, mientras le palmeaba el hombro–Ahora eres un hombre casado.

Ni él podía asimilar aún que se había casado. Estuvo ocupado los últimos días que apenas y sé dio cuenta que ya estaba frente al clérigo pronunciando los votos matrimoniales.

Llevó la copa que descansaba entre sus manos a su boca, mientras que su mirada se topaba con la figura de su ahora esposa, quién sonreia con cortesía al grupo de damas a su alrededor, era un excelente observador cómo para darse cuenta que aquella joven no sé encontraba del todo contenta, sus ojos transmitan todo lo que esa sonrisa escondían. Al fin y al cabo, los ojos eran las puertas del alma, y su alma se encontraba rebosante de tristeza.

Cuándo le vio entrando a la iglesia, era la pura imagen de la inocencia y de la belleza, quizás no era la típica flor inglesa pero sí una belleza que atraía y cautivaba a cualquier ser mundano, incluyendole a él. Simplemente una diosa angelical en un mundo de seres perversos.

Él era uno. El peor de ellos.

El trayecto de la iglesia hasta su mansión, no había sido el más cómodo, ninguno se dirigió una mirada o siquiera una palabra, estaban tan perdidos en sus pensamientos. Tan solo el roce de sus manos al llegar al banquete, en cuánto pisaron el jardín se vieron separados por diferentes personas.

–¿Remordimiento, milord?–Se mofó su otro compañero que apenas unos minutos atras se había unido a ellos.

–No–Depositó la copa en la bandeja de un lacayo que pasaba cerca de él–Caballeros, si me disculpan, iré en busca de mi querida esposa.

–Está totalmente perdido –comentó el pelirrojo, mirando a su amigo marchar.

–Totalemente–Negaba el otro con su cabeza.

***

Al llegar al grupo donde Gabrielle estaba, carraspeo para llamar la atención, y esbozo la mejor de sus sonrisas.

–Damas, he de robarle a mi bella mujer.

Al oír el apelativo con el que se había dirigido a ella, Gabrielle se sonrojo.
Su esposo tomó su brazo y lo entrelazo con el suyo, no espero a que alguien respondiera. Era un duque y podía permitirse esa falta de decoro, sonrió con suficiencia. 

Tan Solo Un InstanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora