Capítulo 16

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Gabrielle abrió la puerta con cuidado de no hacer ruido. La noche ya había caído cuando despertó de su "siesta", tras un almuerzo apetitoso, un baño reconfortante, decidió recuperar un poco el sueño perdido, el cuál fue tan placentero, era justo lo que necesitaba.

Según lo que podía observar ya era muy tarde en la noche.

La casa estaba en penumbras, zumbida en un tenebroso silencio. Pudo haber llamado algúna sirvienta para que le trajera de comer pero prefería hacerlo por su cuenta, aunque no supiera dónde quedaba la cocina pero ¿qué tan difícil podría ser hallarla?

Se ajustó la bata que cubría su cuerpo y comenzó a caminar por el pasillo que la llevaría a las escaleras. No quería despertar a nadie, eso incluía a su marido, él cuál no sabía dónde se encontraba, no sé creía preparada para verlo aún.

Al llegar a las escaleras, se tomó del pasamanos, y empezó a bajar con precaución. Las escaleras no eran una de sus cosas favoritas, menos en la noche. No necesitaba un viaje escalera abajo con su cuerpo rodando por ellas, si sé apresuraba a bajar.

Una vez abajo, no sabía hacía donde ir por lo que se dispuso a buscar el comedor, ya qué era más que saiago que una cocina y un comedor se encontraban relativamente cerca. Trató de recordar el camino por el cuál las personas del servicio habían desparecido, era de seguro que algunos de ellos se dirigía allí, no sé necesitaba ser un genio para descubrirlo.

Después de tantas vueltas, puertas,  chocar con cosas, logró llegar a destino. Estaba todo tan oscuro que le costó encontrar una vela, y un cerillo para prenderla pero al fin y al cabo lo logró.

Sobre la mesa que se encontraba en el centro, encontró algo de alimento, lo justo y necesario. Se sirvió un poco de leche, tomó un pedazo de la tarta de manzana que allí había, se sentó a tomar su aperitivo con tranquilidad.

***

No. Nada había ido bien, absolutamente todo le estaba saliendo mal, eso incluía el problema que se conformaba a su alrededor cada que su esposa estaba consigo.

Si, esa chiquilla poco a poco se estaba convirtiendo en una gran espina en su vida.

Sonrió con amargura, intentaba ahogar sus pensamientos con alcohol, y este solo los intensificaban más.

Como pudo se paro de la sofá en el que estaba, lo cual se le dificultó bastante. Ya no llevaba la cuenta de cuánto había tomado pero cuando logró ponerse en pie, notó que por lo mareado que se encontraba en ese instante que no fue poco.

Sentía la tierra moverse cada que daba un paso, su visión era doble, haciendo tarea difícil dirigirse a su licorería.

-Menudo whisky-logró decir con mucho esfuerzo mientras alzaba a la altura de sus ojos la botella vacía que cargaba en su mano pero no lograba ver claramente.

Le costó abrir la nueva botella de whisky pero al final lo logró, bebió de ella un buen trago, haciendo que en el proceso su garganta ardiera por el líquido. Tan concentrado en su labor que no notó que por la puerta de su estudio entraba su esposa quién se sorprendió al verlo.

-Lo lamento, no sabía que estaba aquí, milord–habló Gabrielle disculpándose nor entrar sin tocar. Al terminar su aperitivo, no sé le ocurrió mejor cosa que hacer más que buscar la biblioteca, y quizás leer un poco, ya que el sueño no estaba en su sistema aún. Pero en sus planes no contaba que se encontraría ahí a su marido, al cuál le costó reconocer.

Al oír la voz de Elle, Jaden se giró tan rápido cómo se lo permitió su cuerpo, la registró de arriba a bajo, se tenía que asegurar de que su mente no le estuviera jugando una mala pasada otra vez pero se veía tan real.

-Querida, ¿has venido a seducirme?-Inquirió tan lentamente repasandola con la mirada, desde donde estaba la visión de ella era perfecta, tan perfecta como sus ojos le permitían ver. El camisón que llevaba mostraba más piel que el anterior ya qué la bata se le había desprendido un poco dejando ver la penda que llevaba debajo.

-No-contestó roburisandose, abrazándose a si misma pero eso solo hizo que sus pechos resaltarán, dejando a Jaden con la garganta cerca. Deseando nuevamente tener esas preciosura bajo su boca.

-¿No te apetece consumar nuestro matrimonio, cariño?-Dejó la botella en su lugar, comenzado avanzar hacía su esposa como quién acecha a su presa.

-¿Está usted ebrio, milord? -cuestionó con cautela. La forma en la que caminaba, arrastraba su lengua al hablar, el brillo peculiar en sus ojos, el olor alcohol que había en el ambiente que en un principio no notó, lo delataban.

-Por supuesto que no, querida-le sonrió.-Está usted especialmente hermosa está noche-le dijo mientras iba perdiendo espacio entre ellos.

-Milord, no avance-Los borrachos le causaban pavor eran inestables, y no tenía buena experiencia con ellos.-Está usted ebrio.

-¿Me temes, pequeña?-le habló cuando noto que poco a poco ella iba retrocediendo hacía la puerta, mirando a todos lados.

-Está usted fuera de sus sentidos, excelencia.

Su intentó de salir de la biblioteca ilesa fue en vano, pues al llegar a la puerta su esposo le dió alcance, aplastando su cuerpo contra el suyo y la madera de está.

-Excelencia...-su voz era de súplica.

-Shh... -le ordenó callar, llevando su boca a su cuello. Ese lugar era uno de sus nuevos lugares favorito, el aroma que desprendía llenó sus fosas nasales.-Hueles delicioso-depósito un beso sobre la piel.

Estaba nerviosa, su cuerpo luchaba por tomar aire, su boca estaba reseca, el estómago se le contrajo, mientras su piel comenzaba comenzaba a hormiguear, y sus piernas se volvieron gelatina. Una parte de ella quería seguir con eso pero otra parte le gritaba que debía detenerlo.

-Milord, detengase-chilló con poca convicción. Pero su súplica fue pasado por alto, ya qué Jaden estaba ocupado trazando un camino de besos hacía sus pechos.–Por favor...

Jaden detuvo sus besos para observar su cara, o una de sus caras gracias a su visión.

–Hablas demasiado, debo enseñarte a callar–acto seguido tomo sus labios. El sabor del alcohol que desprendía la boca de Jaden la dejó aturdida, haciendole recordar lo sucedido con el vizconde, de desesperación se adueño de sí, no quería ser besada así, tenía miedo.

–Excelencia...–comenzó a decir como pudo–por favor, deténgase.–pero no le hacia caso, y la fuerza de su agarre iba en aumento, sin llegr a lastimarla, lo intentó dos o tres veces pero no hubo respuesta de su parte.

Con una de sus manos comenzó a buscar un florero que había sobre la mesa que había divisado al llegar. Lo qué tenía pensado hacer no era lo correcto pero situaciones extremas requieren medidas desesperadas. Una vez lo tuvo en su mano, lo agarró como mejor pudo y golpeo a su marido en la cabeza.

Al poco segundo el duque cayó sobre ella, inconsciente.

Tan Solo Un InstanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora