Capítulo 35

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En alguna parte de Londres.

—Señor—llamó dudoso dando golpes suaves a la puerta. Sabia que el tipo estaba ahí, escuchaba los quejidos de la prostituta que había entrado a la casa horas antes. Cuando se encontraba ocupado se molestaba si era interrumpido. Tenia afán por dañar a las mujeres mientras compartían intimidad.—Señor—intentó de nuevo.

Debía informarle que el duque había vuelto a la ciudad con su esposa.

—¡Espero que hayas tenido un motivo lo suficientemente bueno para molestarme!—bramó  tras abrir la puerta—Habla, escoria.

Su amo estaba molesto. Su pecho subía y bajaba, el sudor corría por la parte visible de su rostro, la camisa estaba desprendida y en su mano llevaba una fusta que golpeaba impaciente contra su pierna.

—El duque ha regresado, mi señor, y trajo a su esposa con él.

El hombre controló su frenética respiración, más calmado.

—Vaya, ya era hora—miró aquel lacayo suyo, que era tan fiel como un perro—. Ya sabes que tienes que hacer—la amenaza estaba implícita en esos ojos desorbitados fuera del límite de la cordura—. Lárgate y no vuelvas sin noticias.

La puerta se cerró en su cara.

Camino a la cama donde yacía el cuerpo de una joven mujer, tumbada boca abajo, atada de manos con la ropa hecha jirones y al borde de perder la conciencia.

Sonrío por lo que para él era su obra maestra.

—Vaya, querida, hoy es tu día de suerte— no hubo respuesta más que un débil quejido—. He recibido una noticia que me ha alegrado un poco el día—acarició con la fusta la espalda de la muchcha—. Hoy prometo ser cuidadoso.

Su carcajada hizo erizar la piel femenina que comenzó a temblar bajo la caricia fría del objeto. Azotó un par de veces el arma sobre la tierna piel dejándola sonrosada. De la boca femenina solo salían gemidos adoloridos, eso le excitaba. Ver como bajo su mano una persona sufría, se deleitaba mirando el dolor de las personas, sus gritos pidiendo piedad era música para sus oídos.

—¡Detengase!—suplicó con voz quebrada.

—¡Oh! No, querida, esto recién empieza—susurró a su oído rebosante. Limpió una lagrimita que brotaba de los ojos de su víctima—. Cuando más llore, suplique o grite mas emocionante será.

Tomó su cabello con fuerza para levantar su cabeza y besarla con brusquedad. No sentía compasión o remordimiento por aquella mujer. Ese era su trabajo,  sus servicios a cambio de una suma de dinero, sometiéndose a la voluntad de su cliente sin importar cuan raro fuese en la cama. Aunque sentía repulsión con aquella mujercita, era tan débil que apenas había aguantado cuarto de hora y aún no había acabado con todo lo que tenía en mente.

—¡Auch!—se quejó cuando los dientes femeninos mordieron con fuerza su labio haciendo que un hilo de sangre brotara—. ¡Perra maldita!—probó su propia sangre y sonrió con malicia—. Te gusta jugar rudo, te enseñaré que tan rudo se jugar.

La muchacha se arrepintió en ese momento de haber mordido a ese ser retorcido que la miraba de una manera escalofriante haciendo que su sangre se congelará y temiendo por su vida.

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⏰ Última actualización: Nov 03 ⏰

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