Capítulo 21

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- Paulo...- el corazón le latía con fuerza, ¿qué hacía allí?, no podía hablar, el anulaba sus capacidades. Nunca se había alegrado menos de verlo.

- Hola Paulo – lo saludó Nicolson con amabilidad. Él lo asesinó con la mirada.

- ¿Qué tal Nicolson? ¿Divirtiéndote? – Soltó una carcajada arrogante- Veo que no pierdes el tiempo... aun siendo un mediocre te lanzas a los brazos de cualquier mujerzuela...- Oriana sintió como si una mano incandescente le tomara las tripas. Estaba empezando a odiarlo también ella.

- ¿Qué dices? – dijo ofendido Nicolson y dio un paso adelante.

- Infeliz, ¿crees que te tengo miedo? – Lo enfrentó Paulo de forma pedante- No tendría problemas en aplastarte como una cucaracha...

- ¿Qué dices Dybala?

- Por favor...-intervino Oriana nerviosa- Estamos en la calle, no provoquen una discusión aquí.

- ¡Dile a él!- saltó Nicolson señalándolo- ¡Está enfermo de celos!

- ¿Yo? Jamás.

- ¡Basta! – ella miró al doctor- En serio, gracias por traerme, deja que yo arreglo esto con el señor...-forzó una sonrisa.

- Si tú lo dices... - Nicolson asintió, se subió a su carro y se fue apretando el acelerador con furia.

- Imbécil...-dijo Paulo en un murmullo que ella no alcanzó a oír.

Quedaron los solos, franqueándose por el lazo de la contemplación. Durante varios segundos, el silencio los envolvía, Oriana sentía su mirada clavada en ella pero no se atrevía a mirarlo directamente a los ojos aunque tuviera los lentes de sol... decidió mantener la vista fija en su boca, pero tampoco ayudaba para nada, todo lo contrario, provocaba que su nerviosismo aumente a niveles insospechados. Intentó fingir tranquilidad, pero no lo estaba logrando. Carajo, si se daba cuenta que estaba golpeada... Por dios, deja de mirarme Paulo, vete, ódiame como hasta ahora... ¡Encima que hacía el sacrificio de no acudir a su casa para protegerlo, él aparecía allí complicando las cosas! No estaba de ánimos para fingir que se encontraba bien y mucho menos ante él.... Sumado a eso, le dolía cada poro de su piel por los golpes que le había dado ese maldito cerdo; necesitaba ducharse, y tomarse unos medicamentos para el dolor, y luego dormir para descansar del peso de su agonía al menos durante algunas horas. Y Paulo seguía mirándola impasiblemente... ¡no se cansaba! ¿Hasta cuándo piensas torturarme, Dybala? Tragó en seco y se decidió a enfrentarlo con la mirada... Automáticamente sus verdes ojos (tapados por oscuros los lentes de sol) se le empañaron de tristeza. Estaba segura que no iba a poder hablar, la garganta empezó a dolerle por la cruda tentativa de contener el llanto.

- ¿Qué demonios haces aquí Paulo? – contraatacó, simulando enojo. Se sentía muy pequeña delante de él y si descubría los golpes... lo estaba poniendo en peligro. Miraba hacia los cuatro costados, alarmada.

- ¿Qué hago aquí? ¡Vengo a que me des una explicación! – Aulló enojado- ¿Piensas que puedes dejarme con la palabra en la boca y cortarme el teléfono

- No exageres...- dijo débilmente.

- ¿Por qué no fuiste a ver Catalina?

- ¡Porque estaba ocupada! – Rugió hecha una fiera.

- ¡Ella te necesita! ¡Te extrañaba y ni siquiera te importa!

- ¡No digas estupideces Dybala! – Saltó Oriana ofuscada.- ¡Ya te dije que la trajeras mañana al mediodía porque yo no podía acudir a tu casa hoy! –agregó con la voz quebrada de cansancio y dolor.

Te Guardo.  [Paulo Dybala x Oriana Sabaniti]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora