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Sentirse completo (y descubrir que tu eras lo que faltaba)

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Sentirse completo (y descubrir que tu eras lo que faltaba)

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La Madriguera se había convertido en un infierno.

El primer mes, George no siquiera apareció por casa y Bill se refugió en su trabajo y en su esposa.

La señora Weasley se sentaba en el porche mirando al horizonte todos los días y, cuando alguien le preguntaba si estaba bien, ella respondía que no le sucedía nada, que 'estoy esperando a tu hermano, Ginny querida'. Siempre ponía un plato de más en la mesa porque 'no pretenderás que tu hijo se muera de hambre, Arthur'.

Percy venía de visita de vez en cuando, pero hacía como si nada hubiese sucedido. Y Charlie no quería ni volver de Rumanía ni contestar a las cartas.

El segundo mes George al fin se dignó a aparecer, pero cada vez que alguien mencionaba a su difunto gemelo él sonreía y decía que Fred 'está en Japón trabajando para abrir una sucursal, Gin, pensaba que ya te lo había dicho'. Ronald tenía la sensación de que en aquella casa todos se habían vuelto locos de remate.

En Julio las cosas eran ya inaguantables. El señor Weasley creía que se estaba volviendo loco y Ginny lloraba cuando creía que nadie la estaba viendo.

En agosto la menor dejó de ir a Grimlaud Place y comunicó a todos que pensaba rechazar la carta de admisión del nuevo curso escolar. El señor Weasley se puso hecho una fiera y le gritó que ni se le ocurriese porque eso solo destrozaría aún más a la familia.

A Ron no le pudieron obligar, porque ya tenía diecisiete.

Le bastó con quedarse desayunando tranquilmente el uno de septiembre para que todos comprendieran sus intenciones. Arthur decidió retirarle la palabra porque 'total, el nunca responde'. El patriarca de los Weasley estaba ya cansado de todo.

Ronald Weasley no sabía que sentir ni que sentía. Y tampoco sabía expresarlo. Por esa razón había estado en silencio los últimos cuatro meses, sin abrir la boca. No le había dicho absolutamente nada a absolutamente nadie.

Su mutismo no se debía a otra cosa que al hecho de que no sabía qué decir, y cada vez que quería responder a una pregunta se le atragantaban las palabras y tenía la sensación de que antes saldría el llanto. No era capaz de poner orden ni a sus propios pensamientos.

Eso a Arthur le enfurecía, a Molly le preocupaba, a Ginny le ponía de los nervios, George bromeaba sobre ello, Percy no le daba mayor inportancia y Bill y   Charlie ni siquiera se habían percatado de ello, porque nunca estaban allí.

La Magia de tu Sonrisa (o cómo descubrir a tu admirador secreto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora