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El maldito Coli... Dennis Creevey (o el día en que Ronald fue el primero en enterarse de lo que pasaba)

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Draco Black se paseaba por los pasillos sin pensar mucho hacia donde dirigía sus pasos. Estaba completamente absorto en sus recuerdos y en sus pensamientos.

No estaba pensando en Harry Potter, lo jura. El chico de la cicatriz en forma de rayo no había aparecido en su cabeza en toda la mañana. O, por lo menos, no lo había hecho hasta que se encontró con una escena que le encogió el corazón y le dejó de mal humor para el resto del día.

Lo vio en un pasillo al azar. Andaba despacio, concentrado en quien sabe que cosa, mirando sin ver hacia algún punto en el infinito. Sus labios se curvaban un poco hacia arriba y sus párpados no estaban tan caídos como en los últimos meses. Estaba sonriendo. No demasiado, claro, pero lo hacía genuinamente y a Draco se le contagió esa felicidad contenida.

El rubio no pudo evitar detenerse y apoyar la espalda contra la pared para observar detenidamente cómo el niño que vivió andaba algo más animado y cómo su cabello despeinado bailoteaba sobre su frente. Planeaba quedarse observando el espectáculo de la luz acariciando esa piel morena hasta que desapareciese al final del pasillo, pero el destino tenía otros planes.

Harry Potter se volvió a la velocidad del rayo y encantó un PROTEGO no verbal. Uno podría haberse detenido a meditar sobre las espectaculares habilidades de percepción del salvador del mundo mágico, o sobre su destreza con la varita, pero cuando el pasillo se quedó en silencio lo que más asombró a los estudiantes fue su mirada feroz.

Sus ojos verde esmeralda relucíancon decisión, y su ceño fruncido y sus labios apretados le conferían un aura de peligro. El mundo entero debería esar rezando para que este hombre jamás tomara la senda del mal, pensaron muchos, porque si lo hiciera sería nuestra perdición.

Nadie se había enterado de mucho hasta que encantó la barrera protectora y una luz anaranjada rebotó y golpeó al alto techo de piedra, pero Draco Malfoy lo había visto todo.

Había llegado desde un grupo de gryffindors de cuarto o quinto año que segundos antes había pasado riendo inocentemente. Pero el rubio había visto brillar con un fuerte sentimiento los ojos de uno de ellos, un muchacho rubio cenizo a quien identificó como Dennis Creevey, de familia muggle, que se había ganado bastante popularidad entre los estudiantes menores.

Entre ellos se formó una batalla de miradas, miel contra esmeralda. Harry Potter hubiera podido ganarla de calle, pero por algún motivo giró la cabeza y siguió caminando, pero esta vez cabizbajo, con las manos en los bolsillos y sin esa preciosa sonrisa.

Draco supo desde ese mismo instante que no descansaría hasta que de Dennis Creevey solo quedasen las cenizas.

De hecho, esa misma tarde se reunió con sus amigos de Slytherin y les pidió ayuda para elaborar una broma magistral, única y que jamás abandonase la mente de los alumnos del castillo.

Una broma que hiciese historia, más aún que interrumpir en los TIMOS con escobas voladoras y fuegos artificiales. Una broma que persiguiese a Creevey por los restos de los restos y dejase claro al mundo que no era más que basura.

La Magia de tu Sonrisa (o cómo descubrir a tu admirador secreto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora