La Magia de tu Sonrisa (o cómo descubrir a tu admirador secreto)

17

Tenía que haberlo adivinado (Aunque la mona se vista de seda...)

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Se quedó más tieso que un palo de escoba y sus pies tambalearon un poco hacia atrás de la sorpresa. Tuvo que sujetarse a la esquina del escritorio para no desplomarse allí mismo sobre el suelo.

Aquello era imposible. Simplemente, no podía ser. Parpadeó y miró fijamente a su interlocutor, que se peinaba el fuego de la cabeza con la mano derecha, inseguro.

—¿Qué?

Su voz no parecía la suya, no parecía pertenecerle. No era más que un vergonzoso quejido lastimero, ahogado, que ni siquiera él llegó a escuchar. En ese momento agradeció que nadie más que Ron estuviese allí para verlo.

Su amigo respondió, cauteloso, mirándole como a un caldero de la clase de pociones a punto de estallar. Y aún tras haberlo repetido dos veces, Harry sintió la necesidad de preguntarlo de nuevo para asegurarse de que no había oído mal.

—Draco Malfoy es la persona que te ha estado mandando cartas anónimas.

Tuvo que quedarse en silencio durante un minuto entero, sesenta segundos exactos, para procesar la información y comprender al completo el significado de esas palabras.

—¿Estás seguro?

—Segurísimo

Los ojos azules del que había sido su mejor amigo desde el minuto uno, aquellos que conocía tan bien, no albergaban rastro de mentira. Brillaban con una claridad absoluta. Y eso es lo que le asustó tanto.

—¿Cómo lo sabes?

El pelirrojo miró al techo y dejó escapar un suspiro cansado. La tensión en Harry era tal que sintió el impulso de golpearle por hacer tremenda pausa dramática. No obstante, se contuvo y le permitió comenzar su monólogo.

Se dejó caer, derrotado, sobre una esquina de la cama.

 Ronald le contó como cuadraban los datos del Anónimo con los del rubio platino: Sangre pura, Slytherin, las iniciales... Reveló todas aquellas cosas, gestos y detalles del rubio, de las que los demás se daban cuenta y él no... Le narró cómo había hecho prometer a su novia que no le contaría nada de lo sucedido en el Tren...

—Además, he hablado con Hermione de esto y ella está de acuerdo conmigo.

Todo se congeló por un instante. Aunque Ron no parecía mentir, había elegido no creerle al principio. Al fin y al cabo, su amigo siempre había pecado de no tener buen criterio. Pero si Hermione lo decía...

Si Hermione lo decía, entonces era cierto.

No se sintió aliviado ni emocionado por descubrir la identidad del mago que había estado enviando cartas, poque de pronto aquel juego había dejado de interesarle.

No se sintió confuso por descubrir que esta persona era Draco Lucius Malfoy Black, porque en aquel instante todos los detalles que había ido advirtiendo cobraron sentido.

Ni siquiera se sintió triste porque Hermione le hubiera mentido y Ron le hubiese enseñado las cartas sin permiso, ni decepcionado con él mismo por no haberse dado cuenta hasta ahora.

No, no sintió ninguna de esas cosas.

De hecho, al principio no sintió nada, como si su corazón se hubiese vaciado de golpe.