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La cena con Luke fue muy bien. Le dije que no quería que me llevara a un sitio caro, porque sabía que había tenido que volver a casa de su madre tras ser despedido de su trabajo y quedarse sin dinero suficiente para pagar el piso en el que estaba alojado, así que acabamos cenando en una pizzería. No era nada fino. Todo lo contrario, era sencillo y simple. Justo lo que me gustaba. Y parecía que a Luke también, porque ambos disfrutamos como enanos discutiendo sobre si la pizza podía llevar piña o no. Él decía que no, que las personas a las que nos gustaba la pizza con piña debíamos de ser exterminadas porque, según él, le quitaba todo el sabor. Yo difería, a mi parecer creía que le añadía sabor y que, sobre todo en la de jamón y queso, estaba buenísima.

–Sigo diciendo que la pizza con piña no debería existir –dijo al volante de su coche cuando ya habíamos acabado de cenar.

Le miré con una pequeña sonrisa.

–Está claro que jamás llegaremos a estar de acuerdo en esto –dije yo.

–Pues no sé si podré seguir llevándote a la universidad. Ni si podré seguir dirigiéndote la palabra después de este descubrimiento –bromeó sin apartar la vista de la carretera.

–En ese caso supongo que me tocará coger el bus o ir de nuevo con Noah –le seguí el juego –. No sé qué es peor.

–El autobús no está tan mal –comentó Luke, y ambos estallamos a carcajadas.

La noche había estado llena de risas y más risas. Con Luke todo eran carcajadas, chistes y buenas conversaciones. Me lo había pasado realmente bien, y me daba mucha pena que la noche hubiera acabado.

–Última oportunidad. ¿Estás segura de que no quieres que vayamos a Pacific Park? –preguntó deteniéndose en un semáforo. El tráfico, sorprendentemente, no era muy denso, así que estábamos de los primeros en la carretera.

Me apetecía mucho seguir con la noche, pero algo en mi interior me hizo elegir a Noah.

–Por la noche es precioso desde lo alto de la noria –comentó.

–Sí. Estoy segura. Mañana hay clase y ya es bastante tarde.

Tan solo eran las diez y media, pero tenía que ponerle alguna excusa para no ir. Me daba pena mentirle, pero no podía decirle que no iba a ir con él porque quería ir con Noah. 

–Está bien –cedió –. Entonces dirección a casa de los Adams, ¿verdad?

–Por favor –Asentí con la cabeza.

El semáforo se puso en verde y Luke giró hacia la calle de la casa 3023. Cuando paró en frente, me giré para despedirme en el coche porque últimamente cuando me traía a casa nos despedíamos ahí. Tanto Luke como Emma se alegraron de verse, pero él prefería no tener otro encontronazo mientras las cosas estuvieran así, y mucho menos quería arriesgarse a tenerlo con Noah. Pero justo cuando iba a abrir la boca para despedirme, le vi abriendo la puerta y bajándose de su Audi. Sorprendida, me bajé yo también y caminé junto a él hasta el porche.

–Bueno... –dijo cuando ya estábamos frente a la puerta –Gracias por dejarme llevarte a cenar.

–Gracias a ti por invitarme.

Ambos nos sonreímos.

–¿Te paso a recoger mañana a la misma hora? –me preguntó rascándose la nuca. Se había puesto repentinamente nervioso.

–Si no has decidido finalmente dejar de hablarme por hacerte probar la pizza con piña... sí –respondí yo.

La situación se había vuelto extraña. No era incómoda, pero de repente me había puesto nerviosa yo también. Siempre he odiado ese momento antes de la despedida en el que ambos sabemos que hay probabilidades muy altas de que haya beso y nos incomodamos por ello.

Maravillosa Excepción - Noah CentineoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora