18

218 12 23
                                    

DANIELLE

Preferí aceptar la tregua que me había propuesto Noah y dejar de lado un rato la biología. No digo que no me hubiera sorprendido que me pidiera ayuda para algo como comprar ropa cuando tenía a su madre, a su hermana o incluso a Emily. Fue una sorpresa de lo más agradable, en el sentido de que podría abandonar los libros por un rato e intentar hacer las paces con Noah A parte, no sabía por qué, pero me apetecía pasar un rato juntos y, aunque no fuer a confesarlo, me había hecho cierta ilusión que me lo pidiera a mí.

Tan solo tenía que ponerme las botas y coger mi teléfono y monedero, así que tardé poco en reunirme con él en su coche.

–¿Y bien? ¿Qué opciones tenemos? –pregunté sentándome a su lado.

–Avenida Melrose –contestó simplemente, empezando a dar marcha atrás para salir de donde había estacionado.

–¿Avenida Melrose?

Como cualquier chica en la faz de la Tierra, muchas veces había soñado con ir a Los Ángeles. Quería pasear por Beverly Hills y por las playas más conocidas, visitar Chinatown, poner mis manos sobre mis estrellas favoritas en el Paseo de la Fama, poder contemplara la ciudad desde el enorme letrero de Hollywood. Había investigado bastante sobre los sitios turísticos a lo que me gustaría ir, mirado fotos de Venice Beach, pero jamás en mi vida había oído hablar de la Avenida Melrose.

–Sí –contestó cuando ya puso el coche recto –. No gano suficiente para Beverly Hills.

De repente, una oleada de preguntas sobre Noah vinieron a mi mente. Había dicho que no ganaba suficiente dinero para eso, así que ¿eso significaba que trabajaba? ¿Qué le gustaba hacer en su tiempo libre? ¿Dónde estudió de pequeño? ¿Le gustaría leer tanto como a mí, o sería más de series y películas de acción? ¿Cuándo se sacó el carné? ¿Antes de los diecinueve? ¿Cuándo era su cumpleaños? ¿Qué le habría sucedido para acabar adoptado? ¿Y para acabar en el mundo de las drogas?

Eran demasiadas preguntas sin respuesta, y si Noah quería que hiciéramos una tregua y le echara una mano con esto, tendría que ceder en algo más.

–¿A cuánto tiempo está ese sitio? –pregunté para empezar.

–A unos veinte o treinta minutos. Depende de cómo esté el tráfico.

–Genial –dije, y acto seguido giré la cara para mirarle –. ¿Cuándo te sacaste el carné?

Me miró un momento.

–El año pasado, justo después de cumplir dieciocho.

–¿Y eso es...?

Arrugó el gesto, mirando hacia la carretera.

–¿Mi cumpleaños?

Asentí con la cabeza.

–El veintiocho de febrero, ¿por qué?

Abrí los ojos de par en par.

–El mío es el dieciocho de febrero –dije sorprendida por la cercanía de ambos días.

Me miró con expresión divertida, pero no dijo nada.

–¿Y cómo te has permitido el coche y tus caprichos? ¿Trabajas?

–No te esperes gran cosa. Estuve un año en el McDonald's y llevo dos en un Starbucks. Pero ahora mismo estoy de vacaciones.

–¿Coges las vacaciones después de que se hayan acabado las de verano? –pregunté asombrada –¿Por qué?

–Porque no quería arriesgarme a empezar el segundo año de universidad teniendo que repartir tiempo con el trabajo. Así, tengo al menos una semana para ver si podré compaginarlos.

Maravillosa Excepción - Noah CentineoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora